Tóxica Jessica


María GalindoAllí, en “las playas desiertas del Beni”, donde habita el temible caimán se viene desarrollando un juego electoral tóxico en todos los sentidos; una derecha que en una región como el Beni logra pervivir contra un candidato indígena, al que le ha gustado la condición de diputado y que plantea un giro a la lucha indígena, ya no por el territorio, las TCO, ni la vida comunitaria, ni la defensa del TIPNIS, sino por el poder en la Gobernación y la candidata del Gobierno apoyada directa y descaradamente por el Ejecutivo. En realidad lo más justo pareciera ser hacer un análisis de las tres candidaturas, porque ninguna se libra de ser una contaminación del ambiente. Sin embargo, me concentraré en lo que Jessica representa, porque me he dedicado y seguiré haciéndolo a plantear la necesidad de entender, analizar y mirar al país desde el universo de las mujeres. Me dedicaré exclusivamente a la candidatura de Jessica, porque en su candidatura está expresada uno de los lugares de las mujeres en la política boliviana, y éste es un hecho que transciende las elecciones por la Gobernación en el Beni y que rebalsa y afecta al conjunto de las mujeres bolivianas. Con la misma sonrisa con la que ayer Jessica vendía camas, cuba libre o cerveza, vende hoy su candidatura para gobernadora, sin alteración ninguna del papel ornamental y cosificador que cumple. Es en ese sentido una candidatura que proclama la condición de cosa y no de persona, como requisito indispensable para triunfar. Es una candidatura que proclama la machiplacencia, es decir la complacencia con el macho como actitud modélica, la complacencia con el machismo como actitud a ser aplaudida. Proclama que cualquier mujer funcional será la escogida y que por eso dar la pelea en el partido, el sindicato o la Alcaldía es inútil a la hora de ser elegida como la candidata del caudillo.La candidatura de Jessica proclama que para las mujeres las relaciones en la política pasan por la cama y no por la discusión ideológica. Pasan por la pasarela y no por la lucha social.No es el ejercicio de pensamiento y propuesta lo que la encarama como la posible gobernadora del Beni, sino la sonrisa fácil y la pose de azafata de la política. Y en ese sentido su candidatura exalta aún más la efervescencia social que vive la sociedad boliviana con la proliferación de pasarelas, concursos de belleza y construcción de la idea de que ocupar ese lugar es placentero, socialmente útil, válido y exitoso para una mujer. Es allí y en esa efervescencia de cosificación de las mujeres bolivianas donde la candidatura de Jessica halla su sentido. Un sentido por demás reaccionario, conservador y machista. Y no es que planteo que el ser modelo sea un destino trágico del cual ninguna de ellas pueda escapar, sino que Jessica no puso en cuestión ese lugar, sino que ese lugar en la pasarela, en la gigantografía en bikini y al lado del producto de venta es lo que constituye su capital político. Ése es el mensaje que lanza a las cientos de Jessicas que en el Beni deambulan en las plazas de los pueblos sin ninguna otra oportunidad que ser la reina de la papaya, de la piña y del plátano. Nada tiene que ver esta crítica a la exaltación de la cosificación de las mujeres que en Jessica halla su mejor ejemplar con la descalificación de ella por “su belleza”, porque no se trata de una mujer bella, sino de una mujer cosa. Otra cosa es que en un mundo machista como en el que vivimos la mujer bella sea la mujer cosa y para ser calificada, vista y valorada como bella tengas que aceptar y pasar por un proceso de cosificación que te despoja de dignidad, palabra, pensamiento y rebeldía.La irrupción en la política por parte de “la modelo”, de “la reina de belleza”, de “la miss” es un fenómeno político que debemos analizar. Es un fenómeno político tóxico para las mujeres bolivianas, porque mientras que por un lado parece representar una “nueva oportunidad” para mujeres jóvenes que en este caso el movimiento al socialismo ofrece en bandeja, representa en realidad el aro por el cual el domador de circo pretende nuevamente hacernos pasar, para darnos una palmada en el lomo y una galleta de premio por el buen comportamiento.Página Siete – La Paz