Ya conocíamos de sobra la fibra autoritaria del mandatario cocalero, pero no esperábamos una confesión tan explícita como la que hizo pública durante un encuentro con los embajadores de Bolivia, a los que ordenó “olvidarse de opiniones personales” porque “no son libre pensantes”.
Evo Morales instruyó a los diplomáticos expresar la ideología del Estado Plurinacional y se quejó de que no están informando al mundo sobre los “grandes avances” de su gobierno, entre los que citó a la lucha contra el narcotráfico (?).
Incurre en un grueso error el presidente al suponer que la misión del Servicio Exterior es la propaganda ideológica, ya que los diplomáticos no representan al partido de gobierno sino al Estado boliviano, es decir, a la totalidad del país y no a una facción política determinada.
De hecho, los países con estructuras diplomáticas más sólidas son aquellos que cuentan con meritocracias institucionalizadas que no sufren grandes cambios con los nuevos gobiernos, y que incluso desarrollan una labor relativamente autónoma en pro de los intereses estratégicos nacionales.
Un caso cercano y paradigmático es el de Itamaraty, la diplomacia brasileña de la cual hay tanto que aprender en el tema.
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Al parecer, entre los detonadores de la furia presidencial estaría el creciente deterioro de la imagen internacional de su régimen, provocado por los numerosos escándalos de corrupción y por la caída de su máscara indigenista tras la crisis del TIPNIS.
Y como siempre, Morales no encuentra otro expediente para manejar la situación que cortarles la cabeza a los mensajeros…