Jaime Arias»Dar el premio de la Paz a la UE, una institución, es una estupidez, debe darse a una persona, a un rostro conocido”, opinaba una artista noruega en vísperas de la entrega del galardón al triunvirato de la Unión. En Oslo nunca se han sentido atraídos por el eurooptimismo. Viven de sus propios recursos, de la pesca y de la providencial riqueza en hidrocarburos. De ahí que la ceremonia resultara esta vez tan anodina.La única imagen que provocó una salva de aplausos fue la aparición del dúo Merkel-Hollande con las manos entrelazadas. Gesto sincero y por tanto significativo. La impresión es que la austera líder germánica se muestra más cómoda emparejada con el presidente socialista que con Sarkozy, dinámico gesticulador que igual abrazaba a su socia con aparente fervor que le asaltaba con advertencias y reproches. Inquietante para una canciller que, para nada, quería ser culpable de una ruptura de un eje, imprescindible garantía de seguir adelante con el proyecto unitario y democrático. Pero a decir verdad, el ideario de Jean Monnet corre peligro. Conviene releerlo en este periodo de aguda crisis. Siguen vigentes las reflexiones del excepcional visionario. Pero también han ido en aumento sus adversarios, pese a la reelección de Obama y de la solidez de la Alianza Atlántica.Nos encontramos ante un escenario de guerras económicas y al albur del estallido de guerras incendiarias que las interdependientes grandes potencias y algunas emergentes tratan de contener por vía diplomática. Pero, en cambio, amenazados por impacientes radicalismos que aprovechan la coyuntura de un estado de empobrecimiento, afectando también, desequilibrándolas, a las clases medias, indispensables para una franca recuperación.En suma, que se enfrentan dos conceptos sobre la Europa del futuro: la más positiva pretende lograr el resurgir europeo, situándolo al nivel de las nuevas grandes regiones rectoras del globo. Y, a pesar de su falta de recursos en materias primas, aportando la riqueza que supone su materia gris, una vez alcanzada la meta unificadora de esa soñada Europa de los pueblos, federados y democráticos. Y además la poderosa influencia que irradian el espectacular progreso tecnológico. Es hora de acelerar y la unión bancaria decidida ayer en Bruselas es buena señal. Pues arrecian los comportamientos negativos. Los partidarios del retorno al absolutismo no se dan por vencidos. Y el clima que se respira, en muchas partes fomentado por instituciones financieras de pocos escrúpulos, podría resumirse con tres ces: corrupción, cinismo y cabreos. Si los más expeditivos vuelven a bárbaras ideologías, que tantos cataclismos provocaron el pasado siglo, se impone replicar con el retorno a la civilización de los dignos valores humanos, intelectuales y espirituales.Leer más: http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20121215/54356374122/jaime-arias-que-no-falle-el-eje-paris-berlin.html#ixzz2F6AgUwQm Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia
