Álvaro Riveros Tejada Los astrólogos del gobierno, nigromantes, amautas y achachilas nos han dicho que este viernes 21 de diciembre habrá una conjunción planetaria que decrete el fin de la Coca Cola, del pollo creador de calvos y maricas, y de los tiempos del capitalismo, tal como nos hubo informado el Canciller, ilustre decodificador del calendario Maya. Por su parte, la NASA, el observatorio del Vaticano y otros centros de gran reputación astronómica mundial han desmentido tal especie, estableciéndose que la única conjunción que se ha dado últimamente es la de estrellas en Bolivia, como la del actor y embajador Sean Penn, con varios astros de la corrupción, de la extorción y del latrocinio. Según el evangelio de San Lucas -leído en esta última homilía dominical- se dice que cuando algunos publicanos acudieron a bautizarse con Juan el Bautista le peguntaron: “Maestro, ¿Qué debemos hacer?” Este respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Cualquier similitud de este profético mensaje con nuestra realidad es mera coincidencia, a pesar que pareciera estar certeramente dirigido hacia algunos políticos actuales y en especial, a aquellos funcionarios que están gozando de una merecida “vacación judicial” precisamente por infringir esos mandamientos. A medida que avanza el cáncer de la corrupción y hace metástasis en nuestro organismo nacional, son cada vez más abstrusos y eufemísticos los diagnósticos que se dan sobre la gravedad del mal y de nuestro estado de salud, parodiando la supuesta agonía del coma-andante venezolano Hugo Chávez Frías. Se afirma que no existe corrupción oficial; que una “mafia privada” (aún no nacionalizada) habría tomado el poder administrativo de algunos ministerios, como el de la presidencia, de defensa y del interior, poniendo en jaque a toda esa legión de abnegados servidores públicos, cuyo número se duplicó en estos últimos siete años. Que el enorme raudal de dineros recibidos por el país, gracias al esfuerzo del gobierno del cambio de hacer subir el precio de las materias primas en el mercado mundial y el enorme crecimiento de nuestra agroquímica, se está redistribuyendo más equitativamente al pueblo a través de empleados que hasta hace poco eran “agentes encubiertos” encargados de custodiar y administrar esa platita; que el arroz Östreicher sirvió para obsequiarlo a Cuba; que los millones de dólares que se dispusieron para la compra de barcazas, plantas de separación de líquidos, beneficiadoras de coca, fábricas de papel y otras lindezas que: ¡Gracias a Dios son recuperables! Lo irrecuperable es la salud, el tiempo perdido y la honra de aquellos inocentes que cayeron presos de esta banda de rufianes. Lo lamentable en este caso es que el destino nos depara a los bolivianos dos únicas alternativas, a cual más deplorable. O perecemos en la conjunción planetaria de este próximo solsticio o acabamos en las redes de la mafia, hábilmente tejida por esa conjunción de astros.