El control en las cárceles de Bolivia está en manos de los reos


Hay niños que van a la cárcel a pasar vacaciones escolares.

Mandan leyes internas. En las penitenciarías del país la Policía solo vigila de lejos. Venden droga, armas y alcohol. Adentro no hay seguridad.

Los presos imponen su ley en las cárceles del país. El director de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos, admite que en la cárcel de Chonchocoro “no hay autoridad. Ahí mandan los internos, no la Policía”. Palmasola sigue incontrolable, lo mismo que Cantumarca (Potosí). El Gobierno critica la actitud pasiva de los uniformados. En la cárcel de Mocoví (Beni) el reo Roca Alí era dueño y señor. En ese recinto para 60 presos viven 375.



Los reos manejan la seguridad en las cárceles

EL PODER EN LAS PENITENCIARÍAS ESTÁ EN OTRAS MANOS.

El Gobierno critica a los policías que realizan solamente la vigilancia del perímetro externo, y lo hacen mal. Hay denuncias que en Chonchocoro, venden droga, alcohol y armas de fuego

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image Desde el interior de algunas cárceles,revelaron que el control lo realiza un grupo que se denomina ‘los delegados’

El Deber, La Paz

Las cárceles del país están manejadas por los mismos presos, que cometen una serie de abusos en el interior e incluso llegan a matarse. El control policial llega en la mayoría de los casos, solo hasta las puertas, pero el Gobierno critica a los uniformados y denuncia que cobran y dejan pasar alcohol y drogas. Asegura que al penal de San Pedro entra por la puerta en un semestre, alrededor de $us 500.000, mientras que en Palmasola recaudan al menos Bs 105 mil mensuales (Bs 5 a cada visitante) por cobros irregulares.

El director de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos, señaló que los policías realizan un resguardo muy reducido en el interior de los penales del país. En cárceles como Cantumarca, (Potosí), por ejemplo, los efectivos realizan un control nocturno en las celdas, luego estas se cierran hasta la mañana siguiente, cuando hay un nuevo recorrido. En Chonchocoro, los uniformados realizan una incursión nocturna para cerrar las puertas de las celdas y de los pabellones. Y agrega que en la cárcel de máxima seguridad del país, “no hay autoridad. Ahí mandan los internos, no la policía”.

“En ningún caso, y hablamos de cárceles de alta seguridad, se realizan rondas nocturnas, los reclusos hacen lo que les da la gana y el penal queda a su disposición por muchas horas”, comenta la autoridad.

En otros penales, como los de Cochabamba, Sucre y La Paz, los reos forman y los policías toman lista. “La situación en la cárcel cruceña de Palmasola es más difícil, es como un barrio y los efectivos solo hacen control en puertas, para evitar casos de fuga. Hay una seguridad interna una especie de policía que hace el control, y funciona muy bien”, señaló.

Desde el interior de algunas cárceles, varios reos revelaron a EL DEBER que el control lo realiza un grupo de personas que se denomina ‘delegados’.

Otro recluso, en el mismo penal, señala que estas autoridades se encargan de administrar justicia. “Ellos organizan campeonatos de fútbol, pero la seguridad interna controla los posibles excesos y administran justicia. Es una especie de control social, el castigo más grande es meterlo al pozo, una piscina de 2 por 2 metros llena de agua helada y… santo remedio”.

“Cuando llega un violador, o alguien implicado en trata y tráfico de menores, el consejo de delegados le dan 10 o 20 azotes. Otros dicen que los violan, pero la verdad eso yo nunca he visto”, complementó otro.

Evert Tiliche, presidente del Consejo de delegados de San Pedro, admitió: “Dentro del penal no hay mucha seguridad, tenemos que proporcionarla.

Chonchocoro es un caso Aparte

Los delegados del penal de Chonchocoro no fueron elegidos por sus compañeros, son los más peligrosos y poderosos porque cobran altas sumas a los recién llegados, propinan golpizas, saquean las celdas, venden alcohol y drogas y hasta meten armas, revela un interno del penal que pidió el anonimato para resguardar su vida.

“En este penal que supuestamente es de máxima seguridad, nadie hace caso a la Policía. Régimen Penitenciario debía trasladar a los cinco delegados esta semana, pero ese grupo de poder que está en la población y como todos ustedes vieron el jueves, ni los disparos de los policías ni la presencia del propio comandante (general de la Institución Verde Olivo), Alberto Aracena, consiguieron sacarlos”, afirma la fuente, que reveló esta realidad.

Los datos   

1.  Si dos reos se pelean, los ponen a limpiar los pabellones o a pelar papas y cebollas para 2.500 reos. Cuando se acuchillan o faltan el respeto a una señora, llaman a los policías para que se los aíslen.

2 . Algunos grupos generaron incluso asesinatos. “Tengo una lista de 19 personas, otros dicen que son 22,  muertas en Chonchocoro”, dice una de las fuentes.

3. En Chonchocoro hay 140 internos, 35 están en un sector de máxima seguridad. Al que llega le sacan Bs 2.000 y Bs 500. El que no tiene ese dinero, lo hacen trabajar y lo explotan. Venden droga, alcohol armas de fuego, y no hay policía que se haga respetar.

Hay niños que van a la cárcel a pasar vacaciones escolares

En el penal de Obrajes (La Paz), el número de pequeños se duplica en el receso.

SITUACIÓN. Las internas hacen solicitudes para que sus hijos puedan quedarse con ellas durante el periodo sin clases. Ahí los chicos tienen amigos, juegan y pasan talleres.

imagePágina Siete

Los niños que entran al penal, se hacen sellar en la mano. Wara Vargas / Página Siete

Medio centenar de niños corre tras la pelota, los más grandes van adelante y empujan a los más chicos que caen uno encima de otro. Uno de los caídos agarra un ladrillo roto que encontró en el piso y persigue, para vengarse, al que lo derribó. De pronto una mujer grita: “Pablito, traiga acá el balón”, y como por arte de magia logra calmar a todos.

La mujer es Luisa Apaza y es la encargada de la guardería del Centro de Orientación Femenina (COF) de Obrajes, que acoge a los pequeños que viven con sus madres en ese penal, pero también recibe a los hijos de las internas que pasan sus vacaciones escolares dentro del reclusorio, junto a sus progenitoras.

El griterío nuevamente se apodera del patio de la guardería, que mide unos ocho metros de largo y que está repleto de niños que corren de aquí para allá. Son las 11:00 del miércoles 2 de enero y en el lugar no sólo sobresalen las voces infantiles, sino también un olor particular, mezcla de orina y el vapor de la sopa de hueso que se cocina en el comedor del penal, cercano al lugar.

La gobernadora de la cárcel, capitana Leticia Zapana, informa que en el penal viven 90 niños de hasta 12 años, pero el número se duplica en las vacaciones, cuando llegan otros 110 pequeños a vivir por un tiempo junto a sus madres.

Leticia, de siete años, y Abigail, de 12, son dos de los menores que llegaron el mes pasado a la cárcel de Obrajes aprovechando el receso escolar. En el penal de San Pedro los niños también pueden ingresar durante el receso escolar, informa el director de Régimen Penitenciario, Ramiro Llanos, quien comenta que a escala nacional hay 1.200 menores viviendo junto a sus padres presos.

“Venir a ver a mi mamá (a la cárcel) es divertido, me gusta jugar con mis amiguitas”, dice Leticia. “Pero unos chiquitos siempre me quitan mis juguetes”, acota Abigail mientras un grupo de niños le jala el cabello para llamar su atención.

Leticia y Abigail son hijos de la reclusa María Elena, quien entró al COF por segunda vez consecutiva debido a la Ley 1008.

Ellas dos, al igual que los otros hijos e hijas que pasan sus vacaciones en la cárcel, deben cumplir procedimientos al entrar al penal.

Lo primero es que le colocan un sello en alguna de sus manos y luego las policías realizan una revisión exhaustiva del maletín con ropa y enseres que llevan.

Una vez dentro, los chicos buscan la manera de divertirse; muchos están acostumbrados porque también se quedan, algunos fines de semana, junto a sus mamás. Varios se reúnen con los amigos que conocieron en su anterior vacación o en sus días de visita.

“Apenas llegué fui corriendo a buscar a mi hermano (que vive en la cárcel) para darle una sorpresa, él no sabía que iba a venir”, cuenta Juan, de unos diez años.

Proceso

En noviembre, cuando se aproximan las vacaciones escolares, las madres del penal efectúan una solicitud a trabajo social para que los funcionarios de esta repartición entrevisten a las reclusas y realicen un informe que se deberá enviar a la Gobernación de la cárcel. Esta entidad es la que da la autorización.

Llanos comenta que es un momento de unidad familiar. “Las madres y los padres extrañan a sus hijos y en vacaciones los reciben, es una especie de vacación, tal vez no tienen otro lugar donde ir, tal vez sus madres trabajan o no tienen familiares”.

“Las mamás se desesperan cuando no están con sus hijos, así que para que estén más tranquilas se hace un informe y se les autoriza la tenencia del niño en la cárcel”, comenta Verónica Larrea, funcionaria de trabajo social del centro reclusorio y más conocida entre las internas como la “licenciada”.

Pero también hay pequeños que pasan sus vacaciones en la cárcel porque no tienen quien los cuide durante el receso escolar. Es el caso de los hijos de una de las reclusas oriunda de Yungas y que están a cargo de sus abuelos, que viajan en verano a una propiedad que tienen en esa zona.

“Normalmente vienen a la cárcel el sábado y se van el domingo para que vayan al colegio, pero como no hay con quién dejar a mis hijos en vacaciones les digo a mis papás que lo traigan”, cuenta la interna.

Actividades

En el penal los pequeños no sólo se dedican a estar con su madre y jugar, ya que también asisten a talleres de computación y lectura en la guardería del lugar.

Sin embargo, el 2 de enero, cuando estuvo la periodista de Página Siete visitando el centro, todo era griterío, juego y risas.

De pronto, cuando la reportera está por irse, varios dedos pequeños y melosos le agarran sus manos. Son cinco niños y niñas que acompañan a la periodista hasta la puerta. Leticia se acerca, le da un beso pegajoso en la mejilla y se despide. Segundos después, da media vuelta y vuelve al interior del penal.

Opinión

Mónica Saavedra

Psicóloga

Que el niño o la niña vayan a pasar sus vacaciones escolares a la cárcel junto a sus padres tiene sus pros y sus contras.En general, las vacaciones son espacios para que los chicos puedan jugar, hacer actividades recreativas para un momento de esparcimiento y la cárcel no es el mejor espacio para esto.

La parte positiva es que el niño está relacionándose con la madre (que está interna), a pesar de que el lugar no es el más adecuado porque no hay las condiciones mínimas para tener a niños en los penales.

Entonces, los niños se someten a situaciones conflictivas de estrés, tienen problemas a futuro de adaptación, no necesariamente se vuelven agresivos, dependiendo de cada uno; algunos se vuelven más temerosos, otros más inseguros, cada caso es diferente.