El cambio se convirtió en pesadilla

Daniel A. Pasquier Rivero *

clip_image001 ** El 2005 el 53.7% del país votó por una propuesta de cambio. Los movimientos campesinos e indígenas creadores del instrumento político querían representación directa en el gobierno, sin los eternos parásitos de políticos intermediarios, manipuladores del adulo y la prebenda en épocas eleccionarias. A este porcentaje se sumó un importante contingente de ciudadanos cansados de la demagogia, corrupción e ingobernabilidad que caracterizaba a los partidos tradicionales.



La demagogia parecía haber llegado a su climax y hasta a lo grotesco. El “revolcón” de Carlos Mesa en El Alto; se reavivó el sentimiento primario antichileno, hoy “hermanos” para los mismos, para tumbar el ambicioso proyecto de exportación de gas al norte, que por el volumen de la demanda garantizaba las millonarias inversiones necesarias para cumplir con tales compromisos. Nadie olvidará la ridícula y efectiva frase “ni una molécula de gas a Chile”, golpe literario irresponsable, que clausuró las esperanzas de un sector ávido de tecnología y capital, e inició la marcha atrás en la explotación de nuestros hidrocarburos. Los únicos favorecidos, Perú, que recibió directamente el incentivo para invertir y desarrollar Camisea; Argentina, que pudo vender gas a Chile gracias al gas boliviano que recibió en condiciones muy ventajosas. Bolivia se quedó a hilvanar su derrota organizando para consuelo una consulta para la nueva Ley de Hidrocarburos. A sólo tres años el resultado no puede ser más desalentador: se produce y se exporta menos, y se invierte casi nada en exploración, lo que es la muerte del sector (lo de Venezuela e Irán, promesas). La industria hace agua por todos lados a consecuencia de una administración improvisada y sin rumbo en manos de amigos y el compadrerio partidario. No se termina de pagar la “nacionalización” y hay desconfianza general en la capacidad de YPFB, aún entre amigos y vecinos tradicionales. Se importa más diesel, se recurre a la importación de gasolina y, ojala no se termine comprando gas, mientras nuestras reservas duermen el sueño de los justos. Si los altos precios del 2007-2008 salvaron la situación, el ciclo favorable se ha revertido y ahora, sobrevivirán sólo los más eficientes.

La corrupción parecería ser consustancial al Estado boliviano, tan centralizado, falto de fiscalización, sin políticas de largo aliento y con un desarrollo industrial tan precario que no arrastra inversiones importantes. Todo invitando a que el sector privado “sobreviva de los bienes públicos”, donde el político manipulador se convierte en el rey Midas. Y sería el talón de Aquiles al innovador proceso de modernización de las empresas del Estado, dando a la oposición un discurso certero y fácil. Bastaba sumarle el irracional sentimiento anti-imperialista, los grandes culpables de nuestras propias burreras. Con celeridad carente de toda objetividad desdibujaron y hasta negaron logros objetivos de esa política que permitió tratar temas de envergadura a nivel de Estado. Un mundo más lejano a la corrupción pequeña, que redundaba en beneficios culturales importantes, como el aprecio al trabajo de calidad, una verdadera revolución en el mundo laboral y empresarial. Se inició la concienciación sobre responsabilidad social de la empresa y de los empresarios. Hoy, a sólo tres años, la corrupción aborta cada día con escándalo que no da tiempo a su investigación, menos a su castigo. Peor, se justifica en razón de la inexperiencia de los nuevos administradores, los excluidos de siempre, que manejan además recursos sin ingresarlos a las cuentas del Estado. Igual que entran así salen, repartidos entre aduladores y las bases, donde hay o se busca apoyo al gobierno. El trabajo de la Contraloría, a futuro, aparece como el primer reto. Pero asombra: si hubieron más ingresos por los mejores precios a los productos de exportación (tradicionales y no tradicionales), por condonación de gran parte de la deuda externa, por el record en remesas de familiares en el exterior, por el narcotráfico a toda máquina (sin pisa cocas, hoy salen toneladas), ¿cómo la deuda pública (interna mas externa) se ha disparado, dónde ha ido la plata? ¿Por qué hoy los bolivianos debemos más que antes y nos mienten con Reservas que apenas alcanzan para cubrir la deuda pública?

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La pugna por el poder estaba en las calles de La Paz, El Alto y las carreteras alrededor del Chapare, con bloqueos sin misericordia uno tras otro, sin importar la quiebra de productores grandes y pequeños. Los enfrentamientos, también sin medir consecuencias, con su estela de luto. A bala entre policías y militares. La metralla alcanzó a manifestantes en la calle y a autoridades en Palacio Quemado. Evo Morales, entonces opositor, lo resumió en un festejo, “se trata de saber quién es el que manda” Estaba claro, la pobreza no importa: no se deja trabajar, tampoco gobernar. Pero, en sólo tres años, suman 75 muertos y más de 800 heridos, cuando en Gaza, con guerra, van 320. ¿Y ejecutados? Se mueven encapuchados con licencia para matar sin relación al Poder Judicial. Y la justicia comunitaria, ya constitucionalizada, inició otra cuenta que parece no tener fin. Resucitó el control político, la persecución a opositores, el encarcelamiento y la pena de muerte sin juicio. Los Derechos Humanos atropellados. La CPE, propuesta y aprobada por el gobierno, sólo existe para lo que conviene al MAS. Impera otra democracia, no la que W. Churchill definía como “el sistema que permite estar seguro de que cuando llaman a tu puerta a las seis de la mañana, se trata del lechero”.

Esto no es “el cambio” que Bolivia busca y necesita. Esto es una pesadilla, y de las peores. La demagogia es el estilo y lenguaje oficial. La corrupción se campea impune si se trata de “compañeros o hermanos”. La gobernabilidad es a punta de guasca y AK47. Marcial Fabricano, quien inició el movimiento de reivindicación indígena con una marcha de mil kilómetros a pie, el 15 de agosto de 1990, ha sido brutalmente flagelado, “dos arrobas” de azotes en público, la vieja práctica de los gamonales, esta vez en Palacio.

*CEO del ICEES, Santa Cruz (Bolivia)

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