Jimmy Ortiz SaucedoViajar al Primer Mundo nos confronta con una realidad diferente. Las comparaciones con nuestro país son inevitables. Encontramos Estados serios, que planifican y cumplen lo planificado. Nos encontramos con la democracia auténtica y una clase política superior, que hacen constituciones y leyes que son verdaderos contratos sociales al estilo Rousseau, nacido del consenso popular. Encontramos una sociedad y un Estado que cumple las leyes, por grandes o pequeñas que sean, usando la fuerza legítima si fuera necesario. Encontramos ciudades limpias, ordenadas y ciudadanos que respetan a niños, ancianos y minusválidos. Y no se trata de deidificarlos, porque también ellos cometen grandes errores, pero son de lejos naciones con niveles de evolución económica, política y social muchísimo más elevados. Es sólo volver al País para comenzar a notar las diferencias. El contacto con migración y la aduana nos hace volver a la realidad. Luego comenzamos de nuevo a interactuar con un Estado poco serio y sin planificación, con una clase política poco ilustrada, que no entiende ni respeta la democracia. Clase que llegó al extremo aberrante de hacer la constitución en un cuartel militar matando gente, que no representa ni de lejos un verdadero Contrato Social. Nos encontramos con una sociedad de “vivos”, que no cumplen las leyes, ni siquiera las de tránsito. Nos encontramos con ciudades donde la limpieza y el orden no es su principal virtud. Encontramos un Estado que no respeta los menos favorecidos de la sociedad, donde la policía apalea reiteradamente a minusválidos (El País de España 25-02-12).Ciertamente me siento muy triste de decir todo esto, porque amo a esta tierra. Aquí nací y aquí moriré, pero ello no cierra mis ojos a la realidad. La verdad nos hace libres, ella es el punto de partida para el cambio.¿Por qué ellos progresan y nosotros no? ¿Son superiores a nosotros? ¿Cuál es la diferencia fundamental? Mucho he meditado y conversados con nuestros migrantes exitosos, que viven en esos Países, sobre el tema. Llegué a la conclusión que la cultura es la diferencia fundamental. No son las razas, ni los recursos naturales, ni tampoco la posición geográfica. Es la cultura de la seriedad, frente a la cultura de la informalidad. Es la cultura de la planificación, frente a la cultura de la improvisación. Es la cultura de la ética, frente a la cultura del relativismo. Es la cultura de la seguridad jurídica, frente a la cultura del “meterle nomas” (Los tiempos 16-08-09). Es la cultura de la democracia auténtica, frente a la cultura de la “democracia” de pantalla. Es la cultura de la ilustración, frente a la cultura de ignorancia. Es suma, es la cultura de hacer bien las cosas, frente a la cultura de hacerlas mal.Tenemos gente de alma buena, excelente materia prima, pero son los políticos, filósofos y líderes, los que escogen el camino a seguir. Desde el pueblo llano no es mucho lo que se puede hacer, sólo rogar a Dios por la llegada de padres fundadores que nos saquen de la postración.