Males que no tienen remedio


Maggy TalaveraMAGGA dieciséis meses de la represión a la VIII Marcha Indígena en defensa del TIPNIS, no sólo no hay avances significativos en la investigación, sino que además todo parece indicar que el hecho brutal quedará en la más absoluta impunidad. Y así será, no tanto por la inoperancia del Poder Judicial, o por sus prácticas corruptas que sobreviven a los cambios gubernamentales, sino porque hay una voluntad política para que así sea, a la que le es funcional una sociedad que no termina de despojarse de la apatía, salvo en esporádicas movilizaciones que más parecen temblores pasajeros que verdaderos terremotos, capaces de derrumbar palacios y reyezuelos que abusan del poder.Duele la impunidad de los autores intelectuales y materiales de los vejámenes sufridos por cientos de indígenas que marchaban en defensa de su territorio, como duelen las palabras cargadas de menosprecio hacia los pueblos del oriente que el Gobierno central no se cansa de repetir, jactándose de una superioridad que no es moral, sino más bien lo contrario. Contradictoria, además, con los valores y principios que pregona sobre “la madre tierra”, los derechos indígenas y el combate a toda forma de racismo y discriminación. Su más reciente y artera voz ha sido para “celebrar” la baja votación obtenida por el candidato indígena en la última elección para gobernador de Beni.Es cierto que esta última arremetida contra los tipnistas o los intangibles, como los voceros del Gobierno llaman despectivamente a los indígenas que defienden el TIPNIS, es una velada y desesperada estrategia oficialista para tratar de ocultar su derrota en esa elección en Beni, y la ira que siente por este revés. Una reacción que no sorprende y a la que ya nos tienen acostumbrados, con su yapa de revancha que no tarda en salir de debajo de los ponchos. Un mal que no tiene remedio ni tendrá en el corto y en el mediano plazo, tal como se han encargado de dejar en claro la cúpula y los mandos medios del Gobierno.Tampoco tendrá remedio, parece, el otro mal del que padecen no sólo los del poder central, sino también los que detentan los poderes locales: el de la intolerancia y la falta de transparencia en el manejo de los bienes y los asuntos públicos. El ejemplo a nivel nacional lo ponen los funcionarios del INE que, siguiendo la receta de sus jefazos, no han dudado en amenazar con juicios penales a quienes osen observar, criticar y hasta poner en duda la profesionalidad con la que el instituto organizó y ejecutó el Censo Nacional de Población 2012. Tal vez pretenden “enterrar en lo más profundo de la tierra” no a quienes los critican, pero sí sus fallas en la administración de la muestra.Entre los ejemplos locales está, otra vez, el gobierno municipal de Santa Cruz de la Sierra con su nueva licitación y adjudicación del servicio de aseo urbano, cuyo proceso ha sido observado e incluso denunciado de irregular por una de las empresas que pujó por el contrato. Pocos detalles hay al respecto en las informaciones de prensa, lo que sin duda debe alegrar a los funcionarios municipales que, parece, celebran hasta hoy la “astucia” de una de sus colegas que logró clausurar el único espacio informativo que hacía seguimiento minucioso al manejo del millonario presupuesto municipal: el que Carlos Valverde conducía en una radio FM local. Otro mal que no tiene remedio.Pero hay más ejemplos de males que parecen no tener remedio en Santa Cruz. Por citar uno entre varios: la obstinada cerrazón a los cambios que demanda el ejercicio de su institucionalidad. Lo digo sobre todo viendo lo que ha ocurrido en el Comité Cívico, en proceso eleccionario para renovar su mando. Escribo estas líneas a un día de que se realice la votación, pero no es necesario conocer el resultado de la misma para señalar el mal: una estructura machista y cerrada que no logra vencer prejuicios ni desterrar las malas prácticas de las que tanto se acusa a la clase política, pero a las que sucumbe también el movimiento cívico. Prebendas, guerra sucia y falsos discursos, entre otras.¿Más ejemplos de males que parecen no tener remedio en la Bolivia del cambio, en la que poco o casi nada cambia? El del desamparo de los más desamparados entre los sectores más olvidados de la sociedad: el de los niños, niñas y adolescentes obligados a ser adultos antes de tiempo o “en situación de calle”, como se llama hoy. Todos los años escucho promesas y anuncios de planes para “rescatarlos”, para darles “abrigo”, para “reinsertarlos a la sociedad”. Pero a cada año, también, escucho lamentos tardíos por los dramas que se repiten y aumentan de niños, niñas y adolescentes abusados de todas las formas imaginadas o no. Ay, Dios, qué males terribles y sin remedio’Página Siete – La Paz