La pregunta ha tenido muchas respuestas en los últimos días, entre ellas varias que apuntan a la humildad del Santo Padre en la decisión tomada.
Y no es que no les asista la razón, sino que éstas no son suficientes: porque la decisión papal no sólo es valiente y humilde sino, también, inteligente.
Según una alta fuente de los laicos católicos de Bolivia, la renuncia de Benedicto XVI tendría por objeto conducir la elección de su sucesor, tesis bastante coherente con la trayectoria del Pontífice, que supo buscar una línea ideológica definida para la Iglesia Católica.
Recordemos que Joseph Ratzinger, eminente teólogo, fue la punta de lanza de Juan Pablo II para detener la expansión de la denominada “Teología de la Liberación” en los años ´80, en realidad una deriva marxista del pensamiento eclesiástico de la época.
No sería nada raro, por lo tanto, que puesto ante la declinación de sus funciones vitales Ratzinger/Benedicto XVI optara por sacrificar unos cuantos años más de gobernancia vitalicia para, en cambio, convertirse en factor significativo para determinar el rumbo de la Iglesia en las próximas décadas.
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Por otra parte, el ejemplo papal se convierte en un referente ineludible para todos los mandatarios con ambiciones de perpetuidad.
Éstos tendrán que tomar debida nota del gesto de desinterés personal puesto en práctica por Joseph Ratzinger, para pensar en lo efímero de sus funciones coyunturales…