Consideraciones sobre la sorpresa estratégica

a_saavedra3 Agustín Saavedra Weise *

Hay muchos estudios contemporáneos acerca de la sorpresa estratégica. El tema no es nuevo. Se puso una vez más de moda desde el ataque contra EEUU del 11 de septiembre de 2001.

La sorpresa estratégica se puede resumir mediante la conocida sentencia ‘patear el tablero’. Metafóricamente ello implica descolocar todas las piezas del ajedrez, creando un súbito caos por el brusco movimiento de las fichas. El tumulto genera sorpresa, perjudicando seriamente a ambos o por lo menos a uno de los contendientes de la partida que se estaba jugando. En la vida real, patear el tablero implica que uno queda golpeado y anonadado por algo que no estaba dentro de la planificación estratégica previa y de sus secuencias tácticas más breves. Fue lo que sucedió hace ocho años en Nueva York y en el Pentágono el fatídico día de los atentados terroristas de Al-Qaeda. Asimismo, la noción de sorpresa estratégica sirve para estar alerta en función de diversos acontecimientos aleatorios (terremotos, pandemias, derrames nucleares, desastres ambientales, crisis militares, etc.), disminuyendo sus costos y efectos tanto a escala mundial como en un país determinado. Para atenuar estas desagradables sorpresas se debe contar con datos proporcionados por servicios de Inteligencia, prensa, satélites, información entre gobiernos y otros intercambios similares.



En los enfrentamientos, la sorpresa estratégica brinda una temporaria confusión del oponente o, si el efecto es decisivo, provoca el desmoronamiento de su moral, factor clave para aniquilar al enemigo.

En el pasado se consideró el ataque japonés del 7 de diciembre de 1941 contra Pearl Harbour (la base de EEUU en el Pacífico) como paradigma de la sorpresa estratégica. En medio de negociaciones dificultosas, del injustificado bloqueo económico estadounidense contra los nipones, de rumores que iban y venían o de advertencias y mensajes que no fueron debidamente atendidos, la ofensiva aérea del Japón –en la madrugada y sin aviso– impactó psicológicamente, pero sus resultados materiales no fueron contundentes. Los principales navíos de la flota norteamericana se encontraban en alta mar y no pudieron ser hundidos durante el bombardeo.

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Alguna vez nos encontraremos con una sorpresa estratégica. Puede tratarse de procesos de lucha política, empresarial, rivalidades deportivas, fenómenos naturales, en fin. En las luchas de diverso tipo, alguien con agudo sentido de la oportunidad puede propinar un rápido golpe que arruina y distorsiona la estrategia normal que el rival venía ejecutando. Bien dado y ejecutado, el latigazo de una sorpresa estratégica puede paralizar al enemigo, dejarlo totalmente confundido por un buen tiempo o, tal vez, liquidar el pleito. Todo dependerá de cada circunstancia específica.

Por las temibles consecuencias de la sorpresa estratégica, la prevención es imprescindible. Poder anticiparlo o haberse preparado para que el golpe no tenga el efecto anhelado por el contrincante o el producido por la naturaleza, resulta esencial.

En el concepto estratégico global de cada individuo, grupo social, empresa, regiones o Estados nacionales, debe haber cabida para lo inesperado, para soportar embates que llegan sin aviso, para mitigar los daños humanos o físicos de la sorpresa estratégica. Incluso con todos los flancos cubiertos, nadie está libre de recibir un imprevisto manotazo. Justamente por ser ‘sorpresa’, por surgir de la nada cuando uno menos lo anticipa, el impacto de una sorpresa estratégica es duro y puede llegar a ser letal. En la medida de lo posible, hay que estar siempre preparado.

* Ex canciller, economista y politólogo, www.agustinsaavedraweise.com. Publicado en El Deber.