Pando. Bomba de tiempo. Los reos imponen su ley provistos de machetes y gases; los guardias carecen de implementos suficientes para ejercer el control.
Tras la muerte de un joven brasileño, supuestamente por venganza, un grupo de brasileños que dominaba el penal fue aislado. La población carcelaria es de 270 y el centro de Villa Busch en Cobija, Pando, cuenta con 23 policías. Viven en condiciones infrahumanas entre niños y enfermos de tuberculosis. El gobernador pandino dice que solo dará paliativos y que todo depende del Estado. La aparente calma que se vive hoy es momentánea.
Reos en Cobija usan más armas que los policías
LOS RECLUSOS BRASILEÑOS SE IMPONEN.
En la cárcel pandina 23 policías vigilan a 270 presos con ayuda de algunos laques. El director de Penitenciaría sostiene que en las cárceles del país los presos se están empezando a matar
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Allí se vive tensión, hay gente herida, en medio de niños y enfermos muy graves
El policía de la garita de control tiene un rifle con el caño chueco y oxidado del que nunca ha apretado el gatillo. Sabe que este objeto le sirve más como garrote y para que los presos crean que los uniformados que custodian el penal modelo Villa Busch de Cobija tienen con qué defenderse y poner orden.
El lunes de Carnaval, este penal fue el escenario de una batalla campal. Se enfrentaron 270 reos bolivianos y brasileños disputándose el control de la cárcel y manifestando su cansancio de habitar en condiciones infrahumanas. Aquel día murió un brasileño y 16 personas resultaron heridas, tres de las cuales aún luchan por su vida en el hospital de Cobija. Aquel día se puso en evidencia que algunos presos de origen brasileño, que son el 20% de la población carcelaria, están mejor armados que los 23 policías responsables de la seguridad de esta penitenciaría.
La revuelta comenzó la tarde de lunes, cuando un preso de Brasil hirió con un machete a una rea boliviana. La Policía aisló al victimario y cuando este intentó ser socorrido por algunos de sus compatriotas, un grupo de bolivianos se impuso para evitarlo. Entonces se desató la furia. Eran las 18:30.
La Policía vio que los brasileños portaban machetes y gases lacrimógenos y herramientas de albañilería punzocortantes y que ellos solo tenían las manos y algunos laques. Armaron una estrategia y solo tres horas después pudieron ingresar al interior de las celdas, cuando la sangre ya estaba corriendo en los pabellones. El refuerzo que pidió Murillo fue llegando paulatinamente y la ambulancia del hospital de Cobija, de segundo nivel, llegó para recoger el cuerpo e hizo varios viajes desde Villa Busch, a 10 km de la capital pandina, para socorrer a los heridos.
EL DEBER observó que en la cárcel aún se vive un ambiente tenso, con heridos que se recuperan en el suelo de los pabellones calientes y hacinados, en los que hay niños y los enfermos con leishmaniasis y tuberculosis.
Sin embargo, para Ramiro Llanos, director nacional de Penitenciaría, todo está “en paz y en tranquilidad” y no tiene reparo en asegurar que los presos “están comenzando a matarse en las cárceles bolivianas” debido al hacinamiento ocasionado por las detenciones preventivas que suman un 84%.
Llanos sostuvo en La Paz que la responsabilidad de poner orden es de las gobernaciones y que si es necesario “contratar policías civiles” para resguardar las cárceles, que lo hagan.
El gobernador pandino, Luis Adolfo Flores, anunció que tomará medidas, especialmente relacionadas con la ampliación de la infraestructura.
Dominio brasileño
Dos policías dicen que desde hace un año y medio hasta antes del enfrentamiento, incluso los uniformados eran sometidos por los brasileños, puesto que machete en mano no los dejaban tomar lista a los internos ni patrullar. “No tenemos armas para imponer autoridad aquí “, confesó uno de ellos.
El del lunes no fue el único motín, el 23 de enero los presos se levantaron exigiendo mejores condiciones de vida y quemaron el techo de las instalaciones administrativas, área de dominio de los policías.
En una de esas habitaciones sin techo están cinco brasileños, dos reos con doble nacionalidad y dos bolivianos, quienes habrían orquestado el enfrentamiento del lunes. Por la rendija de la puerta entreabierta donde están los presos aislados, uno de ellos, enterado de que EL DEBER estaba en el lugar, gritó en portugués que sus derechos humanos han sido violados y son sometidos por reos y policías bolivianos.
José Luis Égüez, procurador de los 270 presos del penal, dijo que los brasileños mienten, puesto que ellos durante meses sembraron el terror a punta de machete. En noviembre pasado, un joven boliviano detenido por el robo de una caja con tomates de Bs 70 fue muerto supuestamente por un súbdito brasileño.
En el penal de la zona fronteriza corre el rumor de que la reciente muerte del brasileño viene a vengar aquella vida boliviana.
Un policía muestra su arma que no sirve, solo la usa como laque.
El 11 de febrero
18:30
Un reo brasileño hiere a una presa boliviana con un objeto punzocortante y se desata el enfrentamiento.
21:30
Ingresan los policías en el penal, armados con laques.
23:50
Baja la intensidad de la pelea, pero hay un saldo de un muerto y 16 heridos.