Bolivia-Chile: ¿el fin de la diplomacia?

Manfredo Kempff

manfredokempff21_thumb Por lo que se puede observar, en las relaciones con Chile va a quedar de lado la diplomacia, en lo correspondiente a Bolivia por lo menos. Esto parece absurdo, algo inédito, pero es así. Salta a la vista que todo intento diplomático boliviano, desde la asunción al mando del presidente Piñera, ha sido vano e inconducente. Antes, durante la gestión de Michelle Bachelet, la diplomacia jugó su partida largamente, tan larga como fue la Agenda del quinquenio bobo (2006-2010) que, en materia de retorno al mar, no tuvo el menor progreso. Hubo algún avance en el tema del Silala que fue desechado por Bolivia, y algo en materia portuaria, narcotráfico y poco más, pero no justificó el ambicioso y engañoso objetivo que decía buscar la política de “confianza recíproca”, previa a un arreglo marítimo que nos acercaría para siempre a ambas naciones.

Durante el quinquenio bobo se pudo confirmar que el Estado Plurinacional padecía de una política exterior sin rumbo ni conocimiento. Sobre todo en las relaciones con Chile, Bolivia vivió una dulce luna de miel, de visitas e intercambios mutuos, de homenajes y loas que llegaron hasta los niveles militares, que no fueron sino fanfarria al final. De eso se jactaban los gobernantes de ambos países; los unos, nosotros, por ingenuos y confiados; los otros, los chilenos, encantados de que por fin no se les pidiese mar.



Tarde o temprano tenía que llegar el momento en que S.E. le diera una patada a las 13 fichas de la Agenda, lo que aconteció a raíz de unas lamentables declaraciones de Sebastián Piñera afirmando que Chile jamás le había ofrecido soberanía alguna a Bolivia ni lo haría nunca. Una declaración de esa naturaleza, que desconocía la historia de nuestras relaciones, los procesos negociadores que bolivianos y chilenos llevamos a cabo durante más de un siglo, provocaron un estallido de ira no sólo en el Gobierno, sino en la opinión pública nacional. Ya no se trataba de tapar asuntos de política interna boliviana a costa del puerto como había acontecido con frecuencia.

Eso que la Cancillería de la señora Bachelet había manejado durante cuatro años con pinzas y sonrisas, meticulosamente, con adulos y lisonjas que gustan a S.E., resultó inútil para Chile. De un carpetazo su diplomacia dio un giro espectacular dejando perplejos a los bolivianos. Fue entonces que S.E. anunció que Bolivia recurriría a los tribunales internacionales de justicia para demandar a los trasandinos por la usurpación del litoral. Hasta ahí llegó la diplomacia en La Paz. Y en Santiago también.

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De ahí en adelante todo fue pinchazos y mordiscos. Y, además, todo a través de declaraciones públicas. Empezó una guerra mediática que dura hasta hoy y que, sabemos, es el peor conducto para tratar temas diplomáticos. Una guerra mediática en la que difícilmente se le puede ganar a S.E. porque, temerariamente, como si estuviera en un sindicato, no le hace ascos ni al insulto ni al desplante.

Piñera dijo, en respuesta a la amenaza de demanda ante La Haya, que los tratados se habían hecho para cumplirlos y S.E. le contestó que el Tratado de 1904 no era válido, que había sido firmado bajo la presión de las armas, y que había que “acabar” con él. En medio de semejante batahola, el canciller Choquehuanca todavía se acuerda de la Agenda inservible, de vez en cuando, pero eso parece una broma poco ingeniosa. Han pasado cumbres de las Américas, UNASUR, Cádiz, una Asamblea de la OEA en Cochabamba y por último la CELAC en Santiago y entre mandatarios o cancilleres de uno y otro país lo único que hubo fueron fogonazos hostiles.

Eso de los tres soldaditos bolivianos sin GPS, ni armas, ni vehículo, que se perdieron en la frontera y aparecieron en el lado chileno, fue la guinda sobre la torta. Ahí el presidente Piñera perdió los papeles en toda la línea, se enredó, y le dio un amplio campo de tiro a su colega rival para que armara un escenario impresionante, como sabe hacerlo, que convirtió un incidente insignificante en noticia mundial. S.E. aprovechó la ocasión y habló de una “venganza” de Chile y hasta de una acción “cobarde” de su Presidente.

¿Se acabó la diplomacia entre bolivianos y chilenos? Aparentemente sí. Y puede que se acabe por mucho tiempo. Por lo menos durante lo que le resta de administración al presidente Piñera. Se percibe el estigma del “mal vecino”, que no desagrada en otras naciones del área. Mientras tanto, Bolivia seguirá aguijoneando donde pueda, continuará golpeando en cuanta reunión internacional exista, hará una guerrilla parlamentaria acusando a Chile de usurpador. Recurrirá a todo lo que esté a su alcance para molestar a su “mal vecino”. Es la defensa del débil: irritar, fastidiar, sacar de quicio, sabiendo que el otro, mucho más fuerte, está imposibilitado de atacarlo militarmente.

Y cuidado con que S.E. anuncie una Marcha hacia el Mar, como la Marcha Verde de 350 mil marroquíes, hombres y mujeres, viejos y niños, contra el Sahara Occidental español en 1974, que Marruecos acabó dominado. Ni las minas ni las alambradas ni los legionarios pudieron hacer nada contra quienes marchaban en defensa de “lo nuestro”.