Eleonora Bruzal
Me pregunta una periodista que cómo he reaccionado ante la muerte de Chávez. Respondo que como debe reaccionar toda persona normal. Por una parte respetando el dolor de familiares y seguidores, y por otra, no cayendo en esa cursi costumbre de "lavar" la historia de los muertos y convertirlos en santos…
Chávez fue un líder -no hay dudas- pero un líder que hizo muchísimo daño. Que dilapidó miles y miles de millones de dólares que usó como propios liquidando así la posibilidad de desarrollo a un país que deja con más pobreza que cuando llegó, y con un pueblo dividido, donde la violencia y el odio son ahora rasgos nacionales. Donde cada día mueren decenas de ciudadanos a manos del hampa impune; donde en 14 años de chavismo tenemos una estadística (oficial) pavorosa: Más de 200.000 muertes violentas sin culpables además, porque aquí no funciona la justicia y el 97% de los delitos no se investigan ni se les ubica un responsable…
Un país que tiene el vergonzante récord de ser uno de los más peligrosos y violentos del mundo. Un país dominado por el miedo, estrategia política de Chávez, un mago de las emociones quien usó sus atributos no siempre para el bien… Un militar infiel a una patria con una historia de luchas independentistas primigenias que termina siendo colonia de una pobre isla sodomizada (y uso el brutal término porque esa pobre nación ha sido humillada y abusada por quienes borraron su historia y negaron sus derechos) por unos tiranos que llevan 54 años en el poder y ahora -por obra y gracia de Chávez y nuestro petróleo- son sinónimo de demócratas, de libertadores, de adalides de derechos humanos.
Este hombre que ha muerto irrumpió el 4 de febrero de 1992 con aquel "por ahora" que lo catapultó a los primeros planos de un país y un continente por más de dos décadas. Se quedó el tiempo que el destino le marcó aunque él jurara que era eterno y la vida la había comprado a plazo fijo…
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¡Que Dios en su grandeza le sea magnánimo y le permita la paz que él negó a millones!
El Universal – Caracas