Un analista señala que la tentación autoritaria entre los ultraconservadores es más fuerte que la “careta de libertad”.
Vladimir Putin ha contado, a la hora de invadir Ucrania, no sólo con el apoyo explícito de los regímenes de izquierda autoritaria (Venezuela, Cuba, Nicaragua), sino también con la neutralidad o ambigüedades de algunos liderazgos ultraconservadores, como los de Jair Bolsonaro y Donald Trump, quien alabó su “inteligencia” y propuso “hacer lo mismo en la frontera sur de Estados Unidos”.
Para ahondar en la cuestión, eju.tv conversó con el abogado y columnista de opinión Andrés Canseco Garvizu.
eju.tv: ¿Cómo interpreta esta extraña convergencia?
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Andrés Canseco Garvizu: Fue algo que sorprendió a varias personas, sobre todo por la realidad polarizada en América. Para mí tiene que ver con dos cosas: la primera es claramente el asunto de intereses comerciales, pero sobre todo las concepciones del poder, su crecimiento y el poder total. Aunque es un hecho distinto, la pandemia también desenmascaró airecillos autoritarios.
En el caso de la izquierda autoritaria hay una genuflexión bochornosa, ofensiva incluso para la inteligencia de la ciudadanía. En los ultraconservadores está la caída de una careta, esa que se pusieron algunos usando la libertad a su beneficio. La tentación autoritaria es más fuerte.
Cuando Putin fue agente del KGB en Alemania Oriental, solía tener contactos desde la Baader-Meinhof hasta los grupos neonazis. ¿Es un experto en utilizar a radicales de ambos extremos?
Es quizás debido a una lógica muy diferente a la occidental. La herencia soviética, casi estalinista, está impregnada en Putin y en su entorno. La década de los ´90 fue más una pausa que una transformación. Ese afán imperialista vende subrepticiamente un poder y un caudal que alcanza para todos. También el manejo del nacionalismo es algo que en todo el globo, y más en ese lado del mapa, enciende rápidamente peligrosas antorchas.
Vale la pena recordar a Carlos Rangel: “Desde luego no hay identidad entre comunismo y fascismo, pero la supuesta contradicción esencial entre uno y otro es un mito”.
Más allá de las diferencias ideológicas, ¿hay psicologías autoritarias similares?
Por supuesto. El deseo de control total es una similitud evidente. Cada vez se pierde más la concepción del ciudadano, de sus libertades, de su esencia individual, y por supuesto la izquierda y derecha radicales son colectivistas… ¡pero además violentas! El agitar las masas, darles esa sensación de pertenencia y la demagogia son también males compartidos. También comparten el fortalecimiento de burocracias agresivas, perseguidoras y vigilantes.
Sin embargo, hay otras fuerzas de derecha populista que han condenado la invasión de forma contundente. Es el caso de Vox, Orban e incluso Marine Le Pen. ¿Hay un parteaguas dentro de la derecha radical con este tema?
Inicialmente parece alentador, pero hay que tener en cuenta que son sectores que no están en el poder, al menos no por ahora. Por eso las posiciones deben ser vistas con cautela. Ya quedó en evidencia que los problemas del presente son mucho más complejos que los ejes políticos clásicos.
Pienso que si algo bueno debemos extraer es ese proceso de sinceramiento de quienes verdaderamente apostarán por los ideales liberales y democráticos, y quienes apuestan por los autoritarios.
Por otra parte, la gravedad del conflicto en Ucrania quizás vaya a requerir de voluntades y decisiones que los liderazgos del bloque de la OTAN no estén dispuestos a tomar. El haber perdido la brújula de los valores de convivencia, haber creado ese relativismo absurdo, está pasándonos factura.
Y ya en el campo local, además de las absurdas declaraciones de algún diputado masista, también sirve para ver qué tan informados, críticos y capaces son los políticos en el país, al menos para elaborar criterios propios sobre toda esta coyuntura global más allá de redes sociales.
Edición y entrevista: Emilio Martínez
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