El proyecto libertario pretende arrancar de raíz el populismo de izquierda y de derecha promovido por la actual clase política. Estos personajes han erosionado el concepto formal de democracia, por este motivo, en las siguientes líneas analizaremos su verdadera naturaleza desde una perspectiva liberal a través de un discurso completamente disruptivo, políticamente incorrecto, insolente y hasta ofensivo, por todo ello es menester recomendar a los lectores que padecen de una fragilidad psicológica, abstenerse de continuar con la lectura.
Bolivia es un país políticamente inmaduro. Hace bastante tiempo que dejó de importar la ideología política de aquellos que dicen representarnos, todos comparten el mismo nivel de idiotez insistiendo permanentemente en que ellos son la gran novedad, sin embargo, el contenido de sus programas, recomendaciones y hasta su funcionamiento político es el mismo. Instauraron una falsa y distorsionada idea de democracia, llamada democracia totalitaria.
Uno de los principales ideólogos de la democracia totalitaria fue el filósofo Jean-Jacques Rousseau, quien pensaba que no debía haber límites a las decisiones de las mayorías porque el gobernante siempre representaba de manera infalible la “voluntad general” del pueblo. Por esa razón los políticos presumen ser la voz y voluntad del pueblo, pues, en efecto, si ellos encarnan al pueblo y debe hacerse todo lo que el pueblo quiere, entonces debe hacerse todo lo que ellos quieren.
En nombre del pueblo Evo Morales se postuló a un cuarto mandato inconstitucional, maquinó un monumental fraude electoral en las elecciones generales de 2019 y produjo un vacío de poder cuando huyó a México; en nombre del pueblo Jeanine Áñez asumió la presidencia del Estado amparada en un marco legal y legítimo seriamente cuestionado. Los ejemplos son cuantiosos pues para la clase política la democracia es utilizada como un vehículo para extender y no para limitar el poder, aprovechan los mecanismos electorales para llevar adelante su programa autoritario y destruir la democracia desde dentro. No tienen ninguna intención de someterse a las leyes porque su visión de democracia es incompatible con el Estado de derecho.
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Por el contrario, la democracia liberal limita el poder de los gobernantes a través del rule of law o Estado de derecho. El rule of law es más importante que el poder que tienen las mayorías y es la garantía de que los derechos de las minorías serán respetados. John Adams, segundo presidente de Estados Unidos y uno de los padres fundadores de ese país, decía: “el gobierno debe existir para la preservación de la paz interna, la virtud y el buen orden, así como para la defensa de la vida, las libertades y propiedades”. Estados Unidos fundado bajo esos principios se convirtió en uno de los países más prósperos y libres que ha conocido la humanidad. Así también los países nórdicos (Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia y Dinamarca) que aproximadamente hace un siglo atrás abandonaron su pretensión anticapitalista e instauraron políticas liberales. Estos países entendieron que la intervención del Estado no es para combatir el capital privado sino para fomentarlo.
Según un estudio elaborado por la revista británica The Economist respecto a la calidad de democracia de 167 países, Bolivia ocupa el puesto 98, catalogada como “régimen híbrido”, peligrosamente cerca de Cuba y Venezuela que ocupan los puestos 142 y 151 respectivamente, catalogadas como “regímenes autoritarios”; mientras que en el otro extremo se encuentran los países nórdicos, ocupando los primeros puestos y catalogados como “democracias plenas”. Como ciudadanos debemos ser conscientes de nuestros errores y asumir la responsabilidad por el deterioro de nuestra democracia porque todos los políticos que hasta ahora han gobernado el país de manera abusiva y corrupta fueron elegidos por la vía democrática.
Los que creemos en el proyecto libertario no aceptamos que Bolivia esté predeterminada al subdesarrollo, no estamos condenados a ser los últimos en los índices de desarrollo económico o social de los organismos internacionales. Así como muchos países asiáticos y exsoviéticos tradicionalmente pobres hoy son potencias económicas, también nuestro país puede serlo, pero para llegar a esa meta debemos ser capaces de desafiar el peso de la historia y proyectarnos una nueva ruta basada en las ideas de la democracia liberal.