Amenazante panorama

En lo particular nos inclinamos del lado de los escépticos, y ello en razón de las pautas que aprecia la opinión pública cuando el tema sobre el tapete es el certamen electoral…

laPrensa Editorial La Prensa



Aunque no se ha iniciado aún abiertamente la campaña pre electoral con miras a los comicios generales de diciembre próximo, lo menos que puede decirse es que resulta, desde ya, amenazante el panorama en que nos movemos con las expectativas puestas en lo que será el aludido certamen plebiscitario nacional. No es sólo incierto, es mucho más que eso, es más, incluso, que sombrío, es llanamente peligroso y amenazante el clima que se están previendo las jornadas proselitistas aquí y en cualquier punto del vasto territorio nacional.

Desde luego, este clima repudiable que cuenta con sus agitadores inconfundibles, afecta a los que desde el llano, desde el pie de las cúpulas soberbias del poder, intentan entrar en carrera con miras a la justa eleccionaria de fin de año. Mientras los unos, los que se mueven a la sombra del poder, aparecen prestos para no reparar en métodos vedados y sucios, tramposos y violentos, otros, por lo que parece, aún confían en que el juego eleccionario se puede dar limpiamente o, cuando menos, con respeto a la dignidad humana.

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En lo particular nos inclinamos del lado de los escépticos, y ello en razón de las pautas que cotidianamente aprecia la opinión pública cuando el tema sobre el tapete es precisamente el certamen electoral de diciembre venidero y las circunstancias y condiciones en que puede desarrollarse sin remedio.

Veamos algunas de las pautas en las que se está dando, sin que se hubiese lanzado todavía la voz de partida, el inicio de la carrera eleccionaria que debe culminar en diciembre, a sólo cinco meses a partir de hoy. Por un lado, crueles, inhumanas agresiones físicas contra ciudadanos que ni siquiera han definido si participarán en la justa, pero de quienes se sospecha que podrían constituirse en rivales de riesgo para quienes, luego de usar y abusar del poder político en los últimos tiempos, aún pretenden perpetuarse en él.

Paralelo a este infame sistema de disuasión, sin parangones en las contiendas eleccionarias de éste y otros tiempos, aquí y del otro lado del mundo, se deja sentir sin solución de continuidad en sentido de que, en no pocos distritos electorales, no se permitirá otra campaña eleccionaria que no sea la de los detentadores del poder absoluto o los que responden, tuerto o derecho, a sus órdenes. Es de imaginar que los agentes del oficialismo podrán hacer cama y rancho en asientos electorales pre determinados, y a romperles la crisma a los que intenten convencer con una opción diferente, ¡a vender su charque a otro lado!, como se dice en nuestro popular modo de expresarnos.

Si a sangre y fuego se les está negando espacio a los que tratan de participar en la justa de diciembre cuando se está de apenas en los aprontes y tanteos, no es difícil colegir lo que va a pasar cuando formalmente empiece la carrera de largo aliento. Tan herméticamente cerrados horizontes no se merece nuestro país pese a las dramáticas vicisitudes con que ya carga a la luz de la historia.