Parecen una taza de chocolate con leche cuando se abrazan en la sesión de fotos. Patricia Barrón Zankiz es trigueña, de cabello negro, y Milan Matkovic parece un menonita con mirada de cielo y piel de nube.
Hay una conexión inexplicable entre ambos, como dos adultos enamorados, y los sesenta minutos frente a la cámara fluyen como la vida misma.
“Ser mamá de Milan es fácil, es un niño luz, él me enseña a ser madre, cuando me estoy equivocando me dice: las mamás no hacen eso o no importa, nadie te enseñó a ser madre. Él se cree grande”.
La maternidad tocó la puerta de Paty a sus 30 años, fruto de la familia que conformó con Zvonko Matkovic y puso su vida de cabeza…para bien.
“Yo sé exactamente cómo me comportaba antes de Milan y cómo soy ahora. Era egocéntrica, me quería más a mí que a cualquier persona; nació mi hijo y recién descubrí lo que de verdad era amar, empecé a querer más a mi madre, a su padre, supe lo que era amar a alguien más que no sea yo. Nada de lo que hice hasta mis 30 años cuenta, empecé a vivir. Ya no puedo decir: Qué me importa lo que digan de mí, hoy me importa porque no quiero que digan: Es hijo de la malvada, tengo que ser una mejor persona, soy una referencia para él”.
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Patricia ahora está dedicada a su hogar y a su profesión, es arquitecta y trabaja de manera independiente. “Siempre me gustaron las cosas bonitas, lo bello, además esta es una carrera muy libre y yo no podría trabajar para alguien en un escritorio, me muero. He logrado consolidar un equipo, desde hace muchos años trabajo con albañiles que ya son mi familia; deben ser los más responsables del país”.
Se casó a los 27 años con Zvonko Matkovic, una edad madura considerando que en Santa Cruz el promedio está por debajo, y aunque le tocó vivir momentos difíciles, como toda familia, debido a la distancia, para ella el divorcio y los lamentos no son opciones. “Puedo decir que como familia nos unimos muchísimo porque, a veces, estando juntas, las parejas no aprovechan el tiempo que tienen, pasan solo una hora al día. Sin embargo, creo que nosotros estamos más unidos que antes, lo hemos hecho muy bien.
A pesar de las dificultades, Patricia se considera una mujer afortunada, “tengo la mejor familia del mundo, las mejores amigas y el mejor hijo. Amo lo que hago, tengo un trabajango. De verdad no me puedo quejar, si me lamento sería una malagradecida, independientemente de los problemas que puedan presentarse, que son pasajeros y que en algún momento acabarán”.
Tiene claro que son más las cosas buenas que malas en su vida y no entiende a las personas que quieren ser víctimas. “He decidido tomar un día a la vez y no torturarme pensando en mañana, además sé cuáles son mis prioridades. No tengo miedo de hacerlo mal como mamá porque trato de hacer lo mejor, sé que no le voy a pelar en el proyecto más importante de la vida, mi hijo y mi familia”, recalca.
Fuente: www.eldeber.com.bo