Encuesta. Los entrevistados identifican la producción de hoja de coca como la raíz del narcotráfico. Para el 67% de los consultados el narcotráfico es un problema muy grave. La cifra se incrementa en el eje troncal y llega al 72% de los encuestados.
Hay más droga en las calles frente a una débil prevención
El narcotráfico es una sombra que oscurece la realidad social de este momento y también, por supuesto, la gestión de quienes gobiernan a escala nacional, departamental o municipal. La preocupación ciudadana se refleja en los resultados de la encuesta hecha por Ipsos Bolivia entre abril y mayo de este año, en los nueve departamentos en poblaciones urbanas y rurales.
Entre los datos que sobresalen se puede evidenciar que tres de cada diez personas han visto a una o varias personas drogándose y que tres de cada diez personas saben que en su barrio hay venta de estupefacientes. La problemática está dentro de los hogares bolivianos, si no es un hijo, es un hermano o un amigo.
A los vecinos el tema les inquieta, porque ven la venta de drogas en todas partes: en las rotondas, en los colegios, en las calles y más aún en los bares y rocolas que se multiplican en las zonas más alejadas de Santa Cruz. “En esos locales se drogan incluso delante de los que pasan y nadie dice nada”, explica el presidente de la Federación de Juntas Vecinales, Omar Rivera. Señala que los padres y madres se cansaron de denunciar a los vendedores. “Los agarran y salen más rápido de lo que entraron a las celdas. A las autoridades no les importa”. Los vecinos se organizan y patrullan en los barrios, pero esas medidas son voluntarias y, por tanto, poco sostenibles en el tiempo.
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Mario, un exadicto entrevistado por Séptimo Día, afirma con contundencia que la Policía sabe dónde se vende droga, pero que no actúa hasta que los vecinos presionan demasiado. Entonces, hacen un operativo y después todo vuelve a la normalidad.
En cambio, el comandante departamental de la Policía reclama que los vecinos sean concretos en su denuncia. El general Guido Arroyo ha escuchado muchas veces decir que hay venta de droga en un barrio determinado, pero cuando se pide más datos, los mismos vecinos dan marcha atrás. Por su lado, el director nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn), Gonzalo Quezada, asegura que se hacen operativos y que están controlando el microtráfico. En una conferencia de prensa, dijo que entre 2011 y 2012 se incrementó la incautación de 200.000 a más de 800.000 sobres de cocaína y más de 1,9 millones de paquetes de marihuana, aunque admitió que la droga que más preocupa en este momento son las pastillas de sedantes, de las que, en lo que va del año, secuestraron más de 100.000 unidades. Explicó que con operativos se ha conseguido impedir la distribución de ocho millones de dosis de estupefacientes en el país.
Sin embargo, la encuesta refleja que para el 67% de los consultados el narcotráfico es un problema muy grave y para el 21% es un tema algo grave. La cifra se incrementa en el eje troncal y llega al 72% de los encuestados. El 40% ve que los esfuerzos en la lucha contra el narcotráfico son deficientes y esa cifra sube al 50% en los tres departamentos más poblados del país.
Los entrevistados también identifican la coca como la raíz del narcotráfico. Un 60% considera que más de la mitad de estas hojas se va a la producción de droga; mientras que 42 de cada 100 piensan que una de las mejores maneras de luchar contra este mal es a través de la erradicación forzosa de cultivos de coca.
Recursos escasos
En criterio del ex fiscal antidroga Joadel Bravo, la lucha contra el narcotráfico tropieza con un primer problema esencial y es la escasez de recursos económicos que contrasta con la abundancia de estos de parte de los narcotraficantes. Recordó que la DEA (agencia para la lucha antidroga de Estados Unidos) opera en 62 países con un presupuesto superior a los dos mil millones de dólares, pero está ausente de Bolivia.
El ex zar antidroga Ernesto Justiniano cree que la salida de la DEA no solo repercute en la falta de recursos operativos para luchar contra los traficantes, sino también en que se eliminan los recursos que permitían garantizar que policías, fiscales y jueces fueran corrompidos.
Señaló que si ahora hay más incautaciones de droga es porque hay más producción, no solo porque se incrementaron las hectáreas de cultivos de coca, sino porque la tecnología de los narcos permite que se produzca más droga con menos coca.
El excomandante de la Policía Rolando Fernández cree que falta una ley que combata el lavado de dólares, ya que de lo contrario importantes sectores de la sociedad serán parte del mal al comprar o vender los bienes que provienen del blanqueo de los estupefacientes que se venden dentro y fuera del país.
Sin prevención
Ambos analistas consultados ven que hay un déficit de planes y presupuesto destinado a la prevención y a la rehabilitación. Primero porque hay un vacío legal –según Justiniano- que determina que aunque se detenga a los distribuidores de droga en las calles, ellos salen fácilmente porque argumentan que la droga que se les halló era para consumo y eso no es delito.
Informes publicados este año hablan de venta de droga dentro de los colegios o al menos en las puertas de estos, sin que se haga mucho por evitar esta situación. Niños y adolescentes se vuelven adictos y, en muchos casos, también distribuidores de las sustancias.
El director del centro de rehabilitación Éxodo, Carlos Saavedra, lamenta que a las autoridades departamentales y locales solo les interesa limpiar las calles de adictos, pero poco o nada se preocupan de la rehabilitación. “Creen que es llenar los centros como se resuelve el problema”, afirmó con contundencia aclarando que no es su interpretación, se lo dijeron.
Él, que está a diario con gente que intenta salir del problema, afirma que cada día hay más puntos de venta de droga y que no hay acciones nacionales que permitan prever un futuro mejor. Por el contrario, se les ha restado recursos, ya no les dan bienes incautados ni reciben ayuda concreta de parte del Gobierno nacional.
En suma, el narcotráfico está penetrando en los hogares y está devorando la esperanza de vida de niños, adolescentes y adultos. La mirada que se dirige únicamente a la interdicción para interceptar grandes cargas de droga es insuficiente, porque se enfrenta con la ausencia de políticas para prevenir que los hijos, sobrinos o hermanos menores sean víctimas de este flagelo
LAS CARAS DEL PROBLEMA
AUMENTAN LOS PELIGROS HAY MÁS OFERTA DE DROGAS EN EL PAÍS
En zonas urbanas y rurales admiten conocer lugares de expendio de estupefacientes. En esos mismos lugares se ha visto a personas drogándose. El 30% respondió afirmativamente y eso refleja que el problema está cerca de los hogares, manifestado en amigos y familiares, frente a la ausencia de prevención.
Venta de droga en los colegios
En las salidas de los colegios hay venta de drogas. En algunos casos se denunció a estudiantes asociados con pandillas y, en otros, a pastilleros que ofrecen otros productos en los quioscos. No hubo medidas para frenar este hecho
Las pastillas preocupan por su efecto
Entre las drogas que más inquietan están las pastillas tranquilizantes porque quien las consume y las mezcla con alcohol o Coca Cola pierde la noción de la realidad y no recuerda lo que hizo mientras duró el efecto. Pueden matar y no son conscientes de haberlo hecho.
Los gremios o comunidades de adictos
Están en diversos puntos de la ciudad: alrededor de la terminal, en la zona de Equipetrol, cerca de la plaza del Cementerio, en la Pampa de la Isla y Plan 3.000. El común denominador es el consumo de drogas. Los vendedores someten a los consumidores.
El inicio es cada vez a menor edad
El consumo de bebidas alcohólicas y cigarrillos puede comenzar a los diez años. De ahí a consumir marihuana y otras drogas hay solo un paso. Los padres de familia deben estar atentos a la conducta de sus hijos, a fin de brindarles asistencia y buscar ayuda en algún centro de rehabilitación.
EN LAS COMUNIDADES DE ADICTOS CADA DÍA HAY MÁS MUJERES Y CADA VEZ MÁS JÓVENES
Comenzó a drogarse a los 13 años. Hoy tiene más de 30 y lleva en su rostro la pesada huella de la adicción a todo tipo de estupefacientes. Al principio marihuana. “Me hacía alucinar cuando escuchaba música y la música me hacía sentir el rey de la discoteca. También podía sentir más placer con el sabor de las comidas”, revela Mario, que desde hace un par de meses intenta rehabilitarse en el centro Éxodo.
¿Por qué comenzó? Es la pregunta de rigor y la respuesta obvia es que lo hizo por presión social. Además, detalla que, al principio, ‘los amigos’ te invitan droga hasta que te enviciás, entonces comienza el chantaje y la presión. Las mujeres son forzadas a usar el sexo como moneda de intercambio, los hombres se convierten en vendedores o en lo que los comercializadores les exijan que sean. Por si eso fuera poco, el precio de la droga varía según la desesperación del consumidor.
La oferta es cada día mayor. En criterio de Mario, aumentó en el último par de años y también se diversificó. Hay marihuana desde Bs 10 el paquete, el ‘cheiro’ o clorhidrato de cocaína, que cuesta desde Bs 2 hasta Bs 50. Lo que más se consume en estos momentos son las pastillas tranquilizantes: flunitrazepam, alprazolam y otras que son provistas por médicos que venden las recetas o hasta el mismo producto. Estas pueden llegar a costar Bs 15 cada una.
“Los efectos son también diversos. La marihuana es la droga que te pone de buen humor. El toque es la que te permite alargar el consumo de bebidas alcohólicas o prolongar la relación sexual. La peor es el pitillo, hecho con pasta base de cocaína, porque te hace esclavo desde el primer día”. Así las describe Mario, mientras relata su paso por cada una de las sustancias.
En su rostro se ve preocupación cuando habla de la realidad actual. En sus tiempos, los gremios (comunidades de adictos) eran solo de hombres, pero cada día hay más mujeres y, lo peor, cada día son más niñas: de 12, 13 y 14 años. Llegan porque les invitaron droga en la bebida y les gustó. No saben que el camino ya no tiene retorno o, por lo menos, no es tan fácil como fue el ingreso. “Los padres no se dan cuenta hasta varios años después. En mi caso, mi madre se enteró a tres años de que comencé y ya era tarde”.
Mario explica que la droga es agradable en un principio, pero después gobierna a la persona y esta es capaz de cualquier cosa, con tal de conseguirla. “No importa si se roba en la casa o se engaña a los padres, el fin es tenerla”. Si para él la peor es el pitillo, cree que son muy peligrosas las pastillas. Los sedantes mezclados con bebidas alcohólicas hacen que quien los consume pierda noción de la realidad. Olvidan lo que les pasa y pueden despertar con heridas o con dinero en el bolsillo, sin ser conscientes de lo que ocurrió.
El entrevistado ahora se entrega a Dios en un centro de rehabilitación. Él sabe que su camino no será sencillo, pero lucha para salir adelante y recuperar la vida que perdió en 17 años, desde que tenía 13 y consumió droga por primera vez.
Fuente: EL DEBER