En el pasado más reciente, la moda nos acostumbró a disfrutar de la androginia de un modo más bien relajado. Si le damos al botón de rewind nos aparecen ejemplos de modelos que apostaron por la ambigüedad sexual para alcanzar el éxito en las páginas de las mejores revistas. ¿Algunos nombres ilustres? Stella Tennant, Kristen McMenamy, Jenny Shimizuo la española Bimba Bosé. Todas ellas jugaron a ser hombres haciendo realidad las fantasías de los fotógrafos y estilistas más cotizados. Durante la década pasada, nombres comoOmahyra Mota, Agyness Deyn, Saskia de Brauw o Iris Strubegger se añadieron a una fascinante lista que trabaja tanto o más que la que ocupan ese tipo de modelos cañón ultrafemeninas.
La nueva década del siglo XXI nos sorprendió con una vuelta de tuerca al concepto de la androginia en la moda, una vuelta de tuerca que incorporaba a su amplio abanico sexual la opción trans, en plan sofisticado y nada decadente. En otoño de 2009, la modelo transexual Lea T. (que nació como Leandro Cerezo y como hijo del popular futbolista brasileño Toninho Cerezo) saltó al ruedo de la moda de la mano de su íntimo amigo Riccardo Tisci y de la firma Givenchy. Al instante, Vogue Francia y su antigua directora, Carine Roitfeld, le brindaron su total apoyo animándole incluso a posar desnuda en la revista sin haber completado todavía su deseado cambio de sexo.
Había comenzado la revolución trans de la moda y nosotros sin saberlo. Dos años más tarde, en enero de 2011, un joven de 17 años llamado Andrej Pejić, que emigró con su familia a Australia huyendo de la guerra balcánica, desfila en París para Jean Paul Gaultier… vestido de mujer. Su increíble parecido con Betty Catroux, la que fuera musa y confidente de Yves Saint Laurent, dejó al público perplejo y automáticamente lanzó al estrellato a un adolescente muy consciente de su poder andrógino. Unos meses más tarde, Pejić aparecía en el número 18 del ranking de los modelos masculinos más solicitados y, a la vez, en la lista de las 100 mujeres más sexys que publica anualmente la revista FHM. Desde que esto sucediera, Pejić no ha dejado de trabajar para las mejores firmas y medios de la moda aprovechando su sugerente bisexualidad e incluso este año ha participado (vestido de mujer) en el vídeo del tema ‘The Stars (Are Out Tonight)‘ del maestro absoluto en lo que a androginia se refiere, David Bowie.
La experiencia de Lea T. y Andrej Pejić en la moda nos ha mostrado en los últimos años cómo la transformación en mujer de un hombre puede producir resultados excepcionales.
Pues bien, ahora solo faltaba que ocurriera el caso contrario, es decir, la aparición de una mujer capaz de trabajar como modelo masculino. La aparición de Casey Legler. De origen francés y crianza norteamericana, Legler aprendió desde pequeña que lo que pareces no tiene que coincidir necesariamente con lo que eres. Ahora, con 35 años, se ha convertido en la primera mujer que firma un contrato en exclusiva con la agencia Ford Men y lo ha hecho para realizar trabajos relacionados con la moda masculina. Puestos a tratar de definirle, la propia Legler lo tiene así de claro: "No soy una persona andrógina, no existe ambigüedad en mí. Cuando tratan de vestirme con vestidos y tacones altos se dan cuenta de que sencillamente no funciona".
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Así pues y en este sentido, el caso de Legler se asemeja más al de Lea T., solo capaz de posar como mujer, que al de Andrej Pejić, capaz de hacerlo como mujer y hombre. Obligada a convertirse en nadadora olímpica durante su adolescencia, Legler no fue feliz hasta que decidió, con 21 años, estudiar arquitectura. Luego se trasladaría a Nueva York para empezar a trabajar en proyectos artísticos, musicales, literarios… hasta que un amigo fotógrafo le convenció de hacerse unas fotos como modelo masculino. Las fotos llegaron a Emily Novak, de la agencia Ford, e inmediatamente fue contratada gracias a su poderosa e inquietante imagen. Con su rostro anguloso, su amplia espalda y su 1,82 de estatura, la hipnótica Legler no tardó en protagonizar su primera campaña para la firma de casualwear AllSaints.
Fuente: www.revistavanityfair.es