Enterrar difuntos, un oficio difícil que sostiene a la familia de Cristian


Empezó como albañil de camposantos en la pandemia del coronavirus. No tenía trabajo, y fue la única oportunidad económica que se le abrió en esa época de luto y dolor

Silvana Vincenti

El trato directo con el albañil puede ahorrar hasta el 50% del costo de la obra

Fuente: El Deber



“La curiosidad mató al gato”, dice Cristian Durán Payare sobre las historias sobrenaturales que se tejen en torno a los cementerios.

El albañil confiesa que ha tenido algunas experiencias ‘raras’, pero no le interesa mucho escarbar. Suficiente tuvo cuando empezó a trabajar en los camposantos, en plena pandemia; las pesadillas no lo dejaban dormir, al ver tanto dolor y muerte. “Sabiendo que son almas que no encuentran descanso, con eso uno se queda quieto y tranquilo”, acepta.

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El sábado pasado cumplió 49 años, aprendió el oficio de albañil en domicilios a los 20, y lo ejerció hasta 2006, cuando prefirió la venta de comida rápida en el mercado. “Daba más dinero, además, era muy cansador el trabajo de albañilería, requiere mucho esfuerzo”, dice, y confiesa que con la construcción ganaba 50% menos que con la comida.

Cuando el coronavirus irrumpió en escena, Cristian no pudo vender más su pollo frito, estuvo sin trabajar por un mes, luego probó suerte como carretillero en mercados, pero finalmente retomó la labor de albañil, solo que en una faceta distinta. Esta vez tenía que enterrar muertos y construir los mausoleos.

Nunca se enfermó de coronavirus, tampoco los de su casa. Cree que influyeron las capacitaciones que les dieron en esa época.

Dice que le ha tocado inhumar unos 200 cuerpos, “o más”, y que al principio le afectaba mucho. “Soñaba con los difuntos”, se estremece.

Los cementerios ya no le afectan tanto emocionalmente, sin embargo, usa una estrategia para eso. “No me acerco cuando la familia llega con su difunto, solo cuando toca tapar el nicho. No me gusta acercarme porque da pena, me afecta verlos llorando”, comparte.

Su único hijo lo acompaña a trabajar, ya conoce los pormenores del oficio, y al menos ya tiene ayuda para esta labor bajo lluvia y sol.

Cada 2 de noviembre es cuando Cristian ‘hace su aguinaldo’ -confiesa que saca el doble de lo normal-, pero debido al paro no ha podido trasladarse hasta los alejados camposantos. Adicionalmente, vive lejos, por Satélite Norte.

Lo han llamado para hacer algunos trabajos, ya es conocido en los cementerios La Cuchilla, Los Cusis, Montecristo y Santa Carla, pero tuvo que rechazar las oportunidades. Dice que en estos días con bloqueos está sacando el 10% de lo que habitualmente recibe.

Sus inquietudes

Entre las cosas que más apenan al maestro en albañilería están los difuntos de las fosas comunes. Lamenta que no tengan una plegaria, ni el 2 de noviembre ni el resto del año.

Cristian piensa que son especialmente estas las almas que protagonizan las historias sobrenaturales de los cementerios.

En Los Cusis, cuando él golpeaba un nicho, a su lado escuchaba el mismo golpe. “Habías sido albañil vos también, deja de molestarme”, entabló diálogo con lo que cree, era una de las tantas almas NN.

También cuenta que al guardia de Los Cusis, que dormía en la oficina, por la ventana le aparecía un “tipo barbudo, pero hicieron bendecir y ya no molestó más”.

Le contaron que en otro camposanto, a los que van a carpir en el sector covid-19, siempre les jalan la ropa. “Hasta a los más incrédulos”, ironiza.

Cuenta que a veces se entierra a varios NN al mismo tiempo, diez o doce. “Son indigentes, o gente de la que no aparecen los familiares. No les llevan ni una vela, deben ser los que molestan porque los entierran sin una plegaria”, suspira.

Cristian dice que “no hay nada bonito en los cementerios, en inhumar personas, pero Dios decidió que lo hiciera. Es por un asunto económico”, confiesa.

Fuente: El Deber