Trabajo hay en la zona. Los sembradíos de maíz, maní y otros granos ya están a punto de cosecha. Lo que sucede es que los hacendados no se atreven a contratar guaraníes…
En el mes de marzo pasado, el Gobierno de Evo Morales entregó títulos de propiedad a campesinos guaraníes en la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) de Alto Parapetí, en la provincia cruceña de Cordillera. Al mismo tiempo, el Primer Mandatario formuló el anuncio en sentido de que revertiría miles de hectáreas más a favor de los originarios.
Fue poco después de que arreciaran, sin mayor sustento, las denuncias de “servidumbre” y hasta de “esclavitud” en algunas haciendas instaladas en la productiva zona. Al menos bajo esos términos se abrieron cargos e hicieron representaciones ante diversos y habituales organismos internacionales. De tal modo, a los guaraníes no sólo se les entregó tierra en propiedad, también se los “liberó” del fatídico yugo opresor que representaba su “empatronamiento”, es decir, la dependencia de un “patrón” que, en forma inhumana, les daba órdenes y los ocupaba de sol a sol en las tareas propias del campo, sin pagarles y de modo lesivo para la dignidad humana.
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Se calcula que en varios pueblos de Alto Parapetí unas 200 familias ya no tienen que rendir cuentas al estanciero ni hacerle venias, tras haber recuperado su libertad.
Pero libres de los estancieros “esclavizadores” en pleno siglo XXI, los guaraníes ahora carecen de recursos económicos, semillas, herramientas y medios de transporte para trabajar la tierra y sacar sus productos a los mercados. Además, buena parte de las áreas revertidas y que les fueron entregadas no son aptas para los cultivos porque son agrestes y estériles.
Trabajo hay en la zona. Los sembradíos de maíz, maní y otros granos ya están a punto de cosecha. Lo que sucede es que los hacendados no se atreven a contratar guaraníes porque los dejaron escaldados las acusaciones de “esclavitud” y “servidumbre” lanzadas en contra de ellos por el Gobierno central. Entonces, han optado por incorporar mano de obra de los vecinos pueblos de Chuquisaca para cubrir sus requerimientos laborales.
Incluso en Caraparicito se ha cerrado una escuela en la que estudiaban los hijos de los guaraníes que se marcharon de la propiedad luego de que, junto a otras en la zona, fuera sometida a un proceso de reversión que está en trámite.
En suma, con tierra, sin “patrones”, pero sin trabajo, la calidad de vida de los guaraníes de esa zona dista de ser mejor que antes en un ambiente que, además, se mantiene bajo tensión.
El Gobierno ha prometido atender las necesidades de los originarios de Alto Parapetí y mientras la ayuda se hace esperar o llega por goteo, el hambre y la falta de empleo alimentan la desesperanza. El panorama es triste por donde se lo mire, mas no mueve a la reflexión al Gobierno que ni sueña en cambiar sus modos de manejar nuestras realidades.