Karen ArauzHaruki Murakami, un novelista japonés conocido por sus obras de ficción, irrumpió en el mundo de la literatura en 1996 con un libro de corte periodístico, que dejó a sus lectores un tanto desconcertados. Y sobrecogidos.Underground, cuya traducción literal al español sería «bajo tierra», es una recopilación que el autor realizó en dos partes. La primera, en entrevistas a las víctimas del ataque terrorista perpetrado en marzo de 1995 en el subterráneo de Tokio. Y la segunda, con miembros de la secta Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) perpetradores del atentado. Marukami quiso demostrar tanto los efectos que en la psiquis de los japoneses había ocasionado la letal agresión, como los procesos de razonamiento que llevaron a la secta a cometerla. Y si hay algo que puede aterrorizar a los habitantes urbanos en el mundo entero, es la constante -aún en el subconsciente- de que esas armas sí existen y nadie sabe en manos de quienes están.En 1995, miembros de la secta religiosa «Verdad Suprema» utilizaron el gas neurotóxico, muchas veces más potente que el arsénico, en el primer atentado urbano terrorista en el mundo con este componente. Miles de personas que se desplazaban temprano en la mañana por el abarrotado Tokyo, fueron víctimas del poderosísimo gas que en estado líquido fue derramado en cinco vagones del tren subterráneo. Su inmediata transformación en gas, ataca directamente el sistema nervioso central, provocando en caso de aspiración directa, una muerte inmediata. Doce fueron los que murieron en el lugar y más de seis mil personas, fueron afectadas en diversos grados de gravedad, tan así que casi veinte años más tarde, aún se habla de las secuelas de que van desde ceguera, hasta profundos daños cerebrales irreversibles.El gas sarín es otra genialidad malévola de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, que aunque nunca llegaron a utilizarlo, sí dejaron su fórmula como una herencia maldita para la humanidad. Se registra su uso en primera instancia, por parte del gobierno de Irak en 1988 contra los kurdos -también iraquís- matando a más de cinco mil de ellos. Ambos episodios terroristas, tienen como denominador común el fanatismo religioso en su más exacerbada expresión de lucha por el poder total, lo que demuestra que la intolerancia de los extremistas y que suman ya millones de muertes en el mundo, son en nombre de las creencias religiosas. Pero no excluyente de otros fundamentalismos..A estas horas el mundo se halla dividido ante la disyuntiva que representa Siria, donde el régimen de Bashar al Assad, según investigaciones casi concluyentes (faltando sólo la confirmación de la investigación in situ de las NNUU) ha asesinado aproximadamente más de un millar de civiles (aproximadamente la mitad de ellos, niños) usando el letal gas. La reacción de Estados Unidos y algunos de sus aliados, abre una gran interrogante. La guerra en Siria lleva ya más de cien mil muertos. Tanto la OTAN como las NNUU, han estado aleteando sobre el tema, pero no es hasta que surge la casi evidencia, que Assad si está utilizando el químico que la alerta llega a nivel rojo y los Estados Unidos, apoyado por algunos de sus aliados, como Japón, Francia o Arabia Saudita, anuncian la inminencia de una incursión aérea sobre Damasco. Parece obvio el por qué de la virulencia de la reacción cuando el régimen sirio ha estado matando incontables civiles hace tiempo ya: gas sarín.Supuestamente, dejar pasar impunemente y seguir esperando conversaciones de paz -totalmente estériles hasta hoy-, sería un mensaje inconcebible para dar a los países pro-terrorismo y sentaría un precedente nefasto. Las acciones militares, están dirigidas a dilucidar victorias y derrotas, entre miembros armados, sean estos pro o contra un régimen. Las armas convencionales son usadas en escenarios de batalla por bandos que guerrean hasta la muerte. Pero el uso de armas químicas, castiga a la población civil concentrada en áreas poblacionales, donde sí es criminalmente letal. Se pretende una rápida y tecnológica intervención limitada que no tendría como objeto dar fin con Assad y su régimen. Y se plantea la gran duda: ¿será capaz de neutralizar el poderío del dictador sirio para el uso de armas químicas y debilitar al máximo su capacidad para continuar con la matanza despiadada de civiles?El drama que representan los refugiados sirios que están avasallando las fronteras sobre todo de Turquía, Jordania y Líbano, ha superado a cualquier otro conflicto anterior. Más de dos millones de refugiados (50% de ellos menores de edad) fuera de sus fronteras y casi cinco millones de desplazados internamente, es un elemento que sin duda pesa mucho a la hora de las decisiones.El no admitir bajo ninguna circunstancia el uso de armas químicas, debería ser un compromiso ineludible, mantenido y exigido por todos y cada uno de los países del mundo para evitar una escalada que nadie pararía más nunca. La posición de China y sobre todo de Rusia (se sabe muy bien sobre su apasionada alianza de intereses) y el amargo dejà vu que significa para los demás la aún fresca guerra en Iraq, hace agradecer no estar en estas horas, en los zapatos que usará -de todos modos- Barak Obama.