Asamblea General de Naciones Unidas y una agenda que esquiva el terrorismo en Siria

La Asamblea General de las Naciones Unidas da comienzo a su evento anual del mes de septiembre. Es su 68º período de sesiones y el escenario global de tensiones no se presenta como en las anteriores.

En 2011 y 2012 la crisis Siria no exhibía el nivel de confrontación actual con flotas de Estados Unidos y Rusia apostándose frente a las costas de Siria en el Mediterráneo. Todavía más grave. El que una flota estadounidense esté en estado de alerta dispuesta a ejecutar una orden superior desde Washington DC y lanzar su cohetería contra Damasco, era impensado para muchos, pero no para los que contribuyeron al actual estado de situación.
Para los que diseñaron el plan, la situación actual consiste en la oportunidad de culminar el objetivo de derrocar al gobierno Sirio y este no es precisamente el tema central de este 68º período de sesiones de la Asamblea. Por las posturas belicistas de la alianza formada para terminar con el gobierno de Bashar al -Assad, es muy probable que esta Asamblea sea más de lo mismo en cuanto a introducir un mecanismo que detenga la guerra de inmediato.
Al revisar la agenda para esta nueva sesión, sus nueve temas fundamentales se reparten en 166 ítems. Una mirada rápida permite constatar gran cantidad de problemas en todas las regiones y la omisión de muchos otros.

La crisis Siria no está mencionada como tal y es probable que integre la sección Medio Oriente. Esto permite visualizar el sesgo de la actual dirección del organismo y su percepción respecto a este conflicto. Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita e Israel que llevan la batuta para derrocar al gobierno, tienen que asumir la responsabilidad de haber conducido el plan al límite de la seguridad global.
La ONU en este período de sesiones tiene la oportunidad de establecer un antes y un después para detener una guerra que es irregular, dispersa y particularmente viciada por el factor terrorismo.



Es la ocasión propicia para recuperar su alicaído mandato y producir el punto de inflexión en este conflicto. Es tiempo que el organismo reconozca la cohesión evidenciada en el pueblo Sirio para rechazar la intervención extranjera y el envío de terroristas, cohesión reflejada en el ejército y en las instituciones del estado.
Este terrorismo no se subscribe solo al Frente al-Nousra que opera con al-Qaeda. Comprende un amplio circuito de actividad terrorista subcontratada en donde están involucrados gobiernos y compañías transnacionales no estatales que en este caso apoyan el derrocamiento del gobierno Sirio, pero que también extienden sus operaciones a la desestabilización de otros estados. Este tema está abordado en notas anteriores y es necesario profundizar más. Por cierto que debería ser materia de estudio en las comisiones de Naciones Unidas. Hay que apuntar que “los gobiernos en general son reacios a demonizar a las corporaciones transnacionales porque son grandes aliados para el desarrollo”, como me lo dijo recientemente un experto de la ONU.

En el financiamiento constante y voluminoso a la actividad terrorista que proviene de sectores estatales de las monarquías del Golfo con gran nivel de liquidez y de compañías transnacionales estrechamente ligadas a sus gobiernos se puede encontrar parte de la respuesta a la interrogante surgida por la prolongación desmedida del conflicto.
Al no existir una fiscalización internacional respecto a la actividad terrorista en este conflicto, es en sí misma la señal de alarma de todo lo oscuro que es este conflicto. Lo único que sale a la luz pública es el registro diario del influjo de terroristas y mercenarios a través de las fronteras más vulnerables de Siria y cómo el ejército Sirio los ha ido eliminando en el tiempo. ¿La pregunta siguiente es hasta cuándo?

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El gobierno Sirio ya dio un paso sustantivo para el objetivo de terminar con el conflicto. Fue capaz de presentar un inventario inicial de su arsenal de armas químicas con destacada prontitud que ha sido bien recibido tanto por el gobierno de Estados Unidos como por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (O.P.C.W. Inglés).
Siguiendo en su interés por acabar con una guerra que se le impuso, se hace necesario que desde la propia Asamblea General se genere el mecanismo para suspender el envío de armas a las diferentes facciones participando en el plan de derrocar el gobierno, que en gran medida llegan a las redes terroristas. Éstas, reconocidamente han demostrado estar más preparadas y poseer un nivel de cohesión mayor que la frágil y dispersa coalición política de oposición.

Así como se envió una misión de la ONU para fiscalizar e investigar el uso de armas químicas, es hora que se envié una misión especial a las fronteras de Turquía, Líbano, Irak y Jordania para fiscalizar el influjo de terroristas.
Así mismo, la Asamblea General debería proponer medidas efectivas para que se suspenda el financiamiento y suministro de armas que atraviesan la frontera Siria y que son utilizadas por las redes terroristas.

El esfuerzo multilateral de la ONU debe estar orientado a que las naciones cumplan con las medidas acordadas por el organismo en la lucha antiterrorista. La resolución del Consejo de Seguridad Nro. 1373 (2001) es particularmente relevante y que en el caso de Siria no se ha tomado en cuenta. Si se analizan las acciones de los países que forman la alianza para derrocar al gobierno, esa resolución que apunta a combatir el terrorismo en todos los niveles se violado en forma permanente.
Los países que se han negado a que la materia sea discutida en el Consejo de Seguridad son precisamente los que más la han violado y los que más han incitado a que se continúe violando. Existe una agenda que esquiva resolver el problema del terrorismo en Siria como un asunto internacional.

Fuente: ATB.

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