El presidente boliviano Evo Morales está muy nervioso por la destitución de su colega Manuel Zelaya de Honduras que se convirtió súbitamente en izquierdista y amigo de Hugo Chávez cuando llegó al poder. El presidente hondureño fue sacado de su puesto por querer eternizarse en el trono, como intentan hacer todos los dictadores bolivarianos.
Morales fue el primero en criticar la intervención militar en Honduras, y no es por nada. Bolivia es el país que más golpes de estado ha sufrido, y el presidente indígena tiembla de pánico pensando en cuándo le llegará su turno.
Es que el turno le va a llegar. De igual forma que a Chávez, Correa, Ortega y cualquiera que cree que puede usar la democracia como excusa para imponer una presidencia reelegible y vitalicia, que es la forma políticamente correcta de decir totalitarismo.
Cuando Morales dice que se acabaron los tiempos de los golpes de estado, debería pensar que también se acabaron los tiempos de las dictaduras.
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A los populistas del siglo 21 se les descuajeringó el mapa. No esperaban que el pueblo hondureño se levante. Porque no son las Fuerzas Armadas que se rebelaron contra el aspirante a presidente para la eternidad. El Congreso y las instituciones cívicas no están de acuerdo con el deseo de Zelaya de cambiar la constitución para prolongar su mandato.
El ejemplo de los hondureños es para que recapaciten los gobernantes en todos los países donde no quieren soltar el poder, y eso incluye a Álvaro Uribe.
En Latinoamérica no debería existir reelección, ni vicepresidencia. Lo de la reelección está claro. Una vez arriba, los presidentes se tornan adictos a la adulación y los placeres del poder, pretenden convertirse en caudillos irreemplazables, y son capaces de cualquier cosa con tal de quedarse en sus palacios.
La vicepresidencia debería ser abolida, porque los segundos, envidiosos del que está arriba, son más veces de lo habitual, los primeros en querer derrocar a su presidente.
El desfachatado Morales dijo que hay que respetar los deseos del pueblo hondureño de cambiar sus leyes. Pues no es el pueblo hondureño sino su ex presidente quien quería hacerlo. De igual manera ocurrió en Bolivia cuando él decidió hacer lo mismo. Fue contra la voluntad popular y la ciudadanía se alzó masivamente a las calles, al punto que Morales tuvo que aprobar su constitución política en un cuartel militar.
Tampoco hay que olvidar que cuando asumió la presidencia, destituyó arbitrariamente a los generales y coroneles en el mando, y colocó a sus monigotes pagándoles sumas exorbitantes para que le obedezcan sin chistar.
Evo Morales es la más grotesca expresión del dictadorcillo latinoamericano que se cree vivo y piensa que puede burlarse de la inteligencia del pueblo, y del mundo. Es que en estos tiempos, hasta un simplón iletrado y prepotente goza de cobertura internacional si tiene dinero, sin importar de dónde éste provenga.
Morales además de autócrata es el presidente de todas las federaciones de productores de coca de Bolivia, lo que significa que es el responsable directo del aumento de la fabricación de cocaína, hecho que lo convierte en un delincuente asociado al narcotráfico.
La cocaína boliviana ha incrementado los índices de violencia en la Argentina y Brasil, donde en las villas miseria y las favelas se fuma en forma de sulfato o pasta base conocida como “paco”. Esa forma de la droga es la más adictiva, siendo su poder de dependencia más fuerte que el de la heroína.
Además de la vinculación con la droga, Morales ha sido causante de la muerte por represión gubernamental de más personas que nadie en los últimos 50 años, incluyendo a todas las dictaduras militares combinadas, lo que le convierte en cómplice de asesinato.
Con esas causas encima de su testa, además de la de enriquecimiento ilícito, no es de extrañar que Evo Morales empiece a temblar y a pedir socorro a nombre de la falsa democracia que defiende.
Manuel Zelaya no llegó a la criminalidad. Hoy está en Costa Rica, mañana se irá a Nicaragua, después a Venezuela, continuará sus lloriqueos consolado por Insulza, y más adelante seguramente terminará acurrucado en los brazos de Barack Obama. Si Evo Morales es destituido, al único lugar que irá es a la cárcel.
© José Brechner