Grave blasfemia a nuestra hoja sagrada

Álvaro Riveros Tejada

Riveros Noticias provenientes de París dan cuenta del excepcional descubrimiento hecho por la policía francesa de un alijo de 1,3 toneladas de cocaína pura, contenidas en unas treinta maletas que fueron facturadas en Caracas – Venezuela en un vuelo de Air France, pero que no correspondían a ningún pasajero embarcado, y cuyo destino era el terminal aéreo Roissy-Charles De Gaulle de esa capital francesa.

Toda vez que Venezuela está considerada por las Naciones Unidas como un país no productor de drogas y menos de la hoja sacrosanta, se supone que su territorio está siendo utilizado por los narcotraficantes cada vez más como territorio de tránsito, ya que el año pasado, unas 45 toneladas fueron requisadas en el país, según cifras oficiales. Por supuesto con la complicidad de sus funcionarios, que según las autoridades galas, ilustra el hecho de que los traficantes sudamericanos estarían orientando sus esfuerzos a Europa y a Francia, porque el mercado estadounidense está saturado.



Se supone entonces que dicha droga proviene de países afines a Venezuela, entre los que está Bolivia, razón suficiente que revela el motivo del reciente informe lanzado por Barak Obama a su Congreso, cuando descertifica a nuestro país de sus programas de ayuda en ese sector y mantiene a Birmania y Venezuela observados. Asimismo, recién se comprende los comentarios del ex encargado de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia y actual Cónsul en Rio de Janeiro, John Creamer, cuando afirmó en forma misteriosa e inexplicable que: “en Bolivia se da la extraña paradoja de haber menos cocales en los últimos tres años, pero hay más producción de cocaína” debido posiblemente a que los hermanos narcotraficantes estaban usando tecnología y procedimientos modernos.

Se conoce a través de informes especializados que en una hectárea de coca se producen aproximadamente 31 quintales de hoja, o sea 1.550 kilos. Ahora bien, si para elaborar un kilo de cocaína se necesitan 125 Kilos de hoja; para la elaboración de los 1,300 kilos incautados en París fueron necesarios 162,500 kilos de hoja, que han debido demandar una superficie de cerca a las 5,250 hectáreas.

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Ante dicha realidad es fácil establecer que estamos frente a una inminente desaparición de nuestras áreas de cultivo para el acullicu y la amenaza de que los bolivianos y nuestras futuras generaciones ya no contemos con la hoja necesaria para esa noble, ancestral y saludable costumbre, que nos quita el hambre; el cansancio y nos hace cada vez más inteligentes. Por el contrario, si la totalidad de la producción se va a la fabricación de cocaína, mediante esos modernos sistemas no tendremos la posibilidad ni de acceder a los circuitos de comercialización como el de utilizar los servicios de Air France, en lugar de darle una utilidad rentable al aeropuerto de Chimoré y a nuestra recién adquirida flota aérea.

Habida cuenta que el kilo de cocaína se comercializa en Europa en 100.000 dólares, el alijo incautado en París representa la friolera de 130 millones de dólares, que bien pudieron tributar por lo menos un 13% de IVA para nuestras arcas fiscales, y así justificar la enorme superficie de terreno que está siendo deforestada; el sacrificio de nuestros “pobres campesinos”; y ante todo la grave blasfemia que esta situación infiere a nuestra hoja sagrada.