Los discursos en la ONU

Marcelo Ostria Trigo

OSTRIA TRIGO En el llamado debate de la Asamblea General de la ONU, los delegados de los países miembro pronuncian discursos que, según el orador y del país al que representan, captan mayor o menor expectativa. En realidad no se trata stricto sensu de un debate, pues raramente hubo respuestas o réplicas.

¿A qué apuntan esos discursos? Unos pocos tienden a fijar líneas de la política exterior del país al que se representa, enviar mensajes, contribuir a la solución de los problemas que afectan a la comunidad internacional y exponer casos en los que el país tiene interés o que son la causa de un conflicto, buscando apoyo para obtener una solución favorable. Pero la mayoría de los discursos de los representantes de los 193 Estados miembro se dirigen a sus propios países y, en ocasiones, son una letanía de alabanzas a la gestión gubernamental, ensalzando logros, reales o imaginarios, sobre lo que otros países no deben opinar por el principio de no injerencia en los asuntos de otro Estado.



Los discursos de algunos mandatarios en el actual periodo de sesiones de la Asamblea General de la organización mundial han ocasionado polémicas. Por ejemplo, la exposición del presidente uruguayo, José Mujica, sin duda una buena pieza de oratoria, ha despertado críticas acerbas en la oposición de su país. “Fue un discurso plagado de lugares comunes, a favor del bien y en contra del mal… no muy diferente del recordado y célebre Cantinflas en la película Su excelencia (…) Mujica habló más del triple del tiempo estipulado sin que ello haya redituado en más conceptos, sino en una mera reiteración de perogrulladas”. (Hernán Bonilla. El País. Montevideo, 27.09.13).

No menos críticos fueron los comentarios sobre el duro discurso de la presidenta argentina, Cristina Kirchner. El exvicecanciller Andrés Cisneros expresó: “Cuando gobernaba en Irán un duro que no negociaba nada, como Mahmud Ahmadineyad, firmamos un acuerdo. Y ahora que lo hace un hombre que se presenta como negociador, le damos un sopapo: no pegamos una”.

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Pero, lo que tuvo mayor repercusión negativa fue el discurso del presidente boliviano. Confrontacional, acusatorio, poco equilibrado; no aportó a los fines de la ONU: afianzar la paz, impulsar la cooperación y resolver los conflictos entre las naciones, en un mundo en el que lo sensato debe ser la tolerancia.

Una ONU ágil requiere procedimientos también ágiles, y no abrir espacios para avivar tensiones ni para denostar, que así no se aporta a la convivencia armónica de las naciones.

El Deber – Santa Cruz