¿Cuándo va a declarar Evo Morales?

Durante el régimen masista han sido decenas o centenares las personas que han tenido que declarar ante lo que hemos llamado el “fiscalato”. Ha habido varias de ellas que han fallecido en las cárceles o como consecuencia de la abusiva “detención preventiva”, a la espera de ser juzgados y recibir una sentencia, como dicta la ley. Sabemos, sin embargo, que la detención preventiva, no es tal en Bolivia y que se ha convertido en una modalidad de castigo permanente, definitiva, sin juicio ni sentencia.

Destacados periodistas y comentaristas de prensa nacionales se vienen refiriendo, en los últimos días, a lo extraño que resulta que el más trascendente de los políticos bolivianos en lo que va del siglo (Evo Morales nos guste o no), se mantenga protegido por el poder, que no lo ha perdido totalmente, y que esté salvaguardado de una urgente y necesaria investigación. Porque si alguien tiene algo serio que declarar, si alguien sabe todo lo malo que ha sucedido en este país en los últimos 20 años, ese es Morales. Pero no nos referimos a sus festivas declaraciones dominicales en la radio cocalera Kawsachun Coca del Chapare, donde habla los dislates más grandes, sino confesiones que tiene que hacer ante el “fiscalato” que él mismo creó con las absurdas y tramposas elecciones judiciales. Es decir, que esperamos rinda cuentas de sus actos como mandatario, respondiendo por la canalla estafa del 21-F, uno de los más penosos ejemplos de podredumbre democrática en Bolivia, alentada por Morales y que continúa sin castigo siete años después.



Suponemos que entre los años 2006 y 2019 en que Morales ejerció la jefatura del Estado, requeriría someterse a un juicio de responsabilidades. Al general Hugo Banzer lo sometieron, por sus años de dictadura, “a caso de Corte” en el Parlamento, que no prosperó; y al general García Meza, por el mismo método, lo sentenciaron a 30 años de presidio. A Morales lo puede citar a declarar el “fiscalato” por los desmanes que cometió antes del año 2006 y por sus abominables acciones como consecuencia del fraude electoral del 2019, cuando hizo un vergonzoso abandono de sus funciones presidenciales, obligando, además, a sus sucesores legales, a que dejaran la presidencia en acefalía y a la democracia desguarnecida, es decir el desbarajuste total. En los días en que huyó a México, cuando Jeanine Añez salvó la institucionalidad, Morales llamó a cercar la ciudad de La Paz y condenarla al hambre y el enfrentamiento, con el propósito íntimo de que le devolvieran el poder. Senkata, Sacaba, asaltos e incendios, reunión en la Universidad Católica, todo esto debe aclarar el jefe masista ante la justicia ordinaria, a mera citación de los fiscales, sin esperar los dos tercios del Congreso. Pero, claro, los fiscales operan a las órdenes del fiel Lanchipa.

Jeanine Añez está encarcelada desde hace dos años por una infame venganza de Morales. Como por el mismo motivo, está, desde hace algunas semanas, secuestrado en Chonchocoro, el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho, en una de las humillaciones más grandes que nos han hecho a los cruceños. Igualmente, fueron apresados militares y exministros que el jefe cocalero no soportaba ver en libertad. Y ahora, el “jefazo” apunta sus cañones contra la Iglesia católica, a la que detesta desde luego, y a la que quiere hacer partícipe de aquel “golpe” que se ha inventado, movilizando a su incondicional Wilfredo Chávez. Sabe Morales que la Iglesia no tuvo ninguna actitud alejada de la ley, sabe que tampoco la tuvieron quienes asistieron a las reuniones de la universidad, pero necesita echar culpas a otros para borrar las propias.

Si se acusa a Jeanine Añez y a L. F. Camacho por los acontecimientos de Senkata y Sacaba, donde está claro de que nada tuvieron que ver, ¿cómo podrá descargarse Morales ante los fiscales y jueces de las matanzas de Porvenir, la Calancha y los asesinatos sombríos del Hotel Las Américas? ¿Y de las pateaduras en Chaparina? ¿Puede rehuir su responsabilidad? Si se acusa a la expresidente de un negociado censurable, pero ridículo como el de los respiradores cuando la peste del COVID, ¿cómo descargarse el “jefazo” de miles de millones de dólares tirados a troche y moche, siempre repartiendo “comisiones” a los hermanos del MAS, en museos, aeropuertos, ingenios innecesarios, y en carreteras inconclusas? ¿En el multimillonario y gangteril asalto al Fondo Indígena? ¿De la mal ubicada planta de urea metida en medio del Chapare? ¿De la pérdida de las barcazas chinas que las pagamos y ni siquiera las vimos en Bolivia? ¿De ese satélite chino carísimo, que hizo lagrimear a tanto ingenuo y que según Morales nos llevaría a la era espacial, pero que salió al espacio y no supimos qué función importante prestó? ¿Y qué de la formidable estampida de avionetas repletas de cocaína que por su excesivo peso caen a tierra en cuanto levantan vuelo? ¿Tendrá algo que declarar ante el “fiscalato” el señor Evo Morales? ¿O tampoco sabrá nada de la señora Zapata y tuti cuanti? ¿Y qué de la debacle diplomática de La Haya que enterró el tema marítimo e hizo aparecer el ahora compartido “río” Silala?

Para que Evo Morales vaya a un juicio de responsabilidades se requiere dos tercios en la Asamblea que la oposición no tiene en estos momentos. ¿Pero, si es así, de qué privilegios goza el jefe cocalero para no declarar ante los tribunales ordinarios? ¿Acaso del privilegio de haber designado a dedo a los actuales magistrados? ¿Y para colmo de la prerrogativa de señalar a quienes se debe encarcelar? Ya es hora de que Morales conozca el mal olor de los juzgados. Es hora de que fiscales y jueces tengan el valor de mirarle a los ojos a su bienhechor y le hagan sentir el sufrimiento de la detención preventiva, para empezar.

Manfredo Kempff Suárez