Grito mexicano: ¡Sufragio efectivo, no reelección!


a_saavedra3 Agustín Saavedra Weise * / El Deber

En los albores de la Revolución Mexicana (1910) se cuenta que Francisco Madero acuñó la célebre frase: “Sufragio efectivo, no reelección” para oponerse a la dictadura de Porfirio Díaz. ‘Sufragio efectivo’ implicaba que el voto sea auténtico, del pueblo y para el pueblo; ‘no reelección’ expresaba el deseo de impedir que un mandatario se perpetúe mediante leyes creadas a su antojo, a través de ardides políticos o simplemente como dictador. Con el tiempo, los acontecimientos en ese país hicieron realidad la famosa expresión. Ya desde las épocas de la larga administración del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en México se elige –hasta hoy– a un presidente que dura seis años en el Gobierno. Ese señor luego se va a su casa. Culminará sus días sin un solo cargo público más y como simple ciudadano.

George Washington asumió en 1789 la primera presidencia de EEUU. Fue reelegido una sola vez –contra su voluntad– y definitivamente se rehusó a aceptar un tercer periodo presidencial. Washington sentó así las bases de la alternabilidad. La joven democracia estadounidense se vigorizó en función de la posibilidad de contar con otras opciones en el marco global de las libertades individuales. Nadie ocupó en EEUU la silla presidencial por más de dos términos hasta que, en medio de la Gran Depresión iniciada en 1929, tomó el poder en 1933 el legendario Franklin Delano Roosevelt. Éste permaneció en la Casa Blanca durante cuatro periodos presidenciales, aunque falleció en 1945 prácticamente sin asumir el cuarto. Circunstancias excepcionales (recesión económica y guerra mundial), añadiendo la inmensa popularidad de Roosevelt, jugaron a su favor para sus sucesivas reelecciones, pero el recuerdo del ejemplo de Washington tras este inédito episodio fue rápidamente puesto en el tapete. El Congreso estadounidense aprobó la Enmienda Constitucional número 22, que prohíbe más de dos periodos presidenciales.



Mientras esto sucedía en EEUU y en México, el resto de los países latinoamericanos siempre vivió desde la independencia bajo las tentaciones del gobernante de turno de obtener una prórroga en el poder. Lo mismo acontece ahora en este tercer milenio, ya que desde Hugo Chávez y Evo Morales, hasta el moderado Álvaro Uribe en Colombia, todos pugnan por buscar algún medio que les permita continuar indefinidamente al mando. La crisis en Tegucigalpa –recordemos– tuvo su origen en la ambición del presidente Manuel Zelaya de procurar por todos los medios hacerse reelegir, violando expresamente la Constitución de Honduras. Hasta los burócratas de organismos internacionales viven pensando en sus reelecciones, como ya lo hace el ubicuo y oportunista chileno José Miguel Insulza en la OEA.

Últimamente y con el argumento de ser “el pueblo quien decida”, se usan por cualquier motivo los referéndums, instrumento favorito de los tiranos para legitimar sus arbitrariedades. Contraviniendo reglas elementales y el propio Estado de derecho, se convoca un referéndum y listo. “El pueblo ha hablado”, se dice. Colorín colorado, la ilegalidad se ha consumado y simultáneamente se la ‘legalizó democráticamente’ con el acto político.

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Estoy firmemente a favor del lema “sufragio efectivo, no reelección”. Hago propio el añejo grito revolucionario mexicano. Todos los ambiciosos por permanecer en el poder, tarde o temprano, terminan mal. Lamentablemente, con sus dañinas acciones deterioran la salud de las instituciones republicanas de Latinoamérica. Está ocurriendo hoy.

* Ex canciller, economista y politólogo, www.agustinsaavedraweise.com


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