Juan León Cornejo
Parece absolutamente inapropiado bautizar «Día de la Dignidad Nacional al 17 de octubre sólo por calmar el enojo de la gente. Insulta a su inteligencia pretender que con ponerle ese nombre a un día del calendario, se olvide la indignación con que ganó las calles en 2003. La muerte de tanta gente en esa brutal represión merece más que un burocrático reconocimiento que, en verdad, sólo es un saludo a la bandera. Lo de entonces fue una gran explosión de bronca reprimida por mucho tiempo por las desigualdades políticas, económicas y sociales. La gente estaba furiosa y cansada por la incapacidad del poder formal para resolver sus problemas de larga data.
Corrupción, inseguridad ciudadana, retardación de justicia, atropello a sus derechos y contubernio político colmaron la paciencia. Diez años después, los motivos de bronca persisten con igual o mayor intensidad, disimulados sólo por un ropaje distinto y una coyuntura económica apenas mejor.
Es cierto, la semilla de nueva Constitución que sembraron en 1990 los indígenas de tierras bajas germinó. De buena o mala manera, hay una nueva Constitución. Pero, desde lo alto del poder se la interpreta y conculca en función de intereses políticos de coyuntura. Los afanes de re reelección lo prueban. Por paradójico que parezca, se violan incluso derechos fundamentales de las mismas gentes que con su larga marcha por «dignidad, tierra y territorio, hace 23 años, le dieron banderas al proceso político. Y se las traiciona, al más viejo estilo de los pactos partidarios.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En ese octubre, la ciudadanía estalló de indignación en La Paz y el interior exigiendo la renuncia del Gobierno por la violenta represión militar contra los manifestantes en El Alto. Los responsables de las 60 muertes de entonces están libres. Exactamente igual que los responsables de las muertes en Porvenir, en Huanuni, en Caranavi o en Santa Cruz.
Igual que en el pasado, también los gobernantes de hoy le atribuyen sus pecados a los otros. El «yo no fui de entonces es el mismo «yo no fui de ahora. De la violencia de 2003 en El Alto se culpó a las organizaciones sociales, en lugar de reconocer la incapacidad para leer la realidad política del país. De la «imperdonable violencia en Chaparina se declara hoy, al más alto nivel, que «el Gabinete no dio ninguna orden y se dice «desconozco quién fue. Grave señal, si a ese nivel se desconoce lo que ocurre en un gobierno. Peor aun, sirve también para descargar culpas sobre la violencia de 2003.
La gente exigía seguridad, respeto a sus derechos y relación ética con el Estado. A la violencia del poder en el pasado se suma hoy la del «linchamiento judicial. A José María Bakovic lo arrinconaron con 76 juicios. Una causa se la inició el partido gobernante «por difamación y otra un ministerio «por desacato y sedición. Así, cuesta creer que no hubo persecución política. Además de cruel deshumanización del sentido de justicia, su caso refleja también obsecuencia política. El «yo no fui de jueces y fiscales acusa a forenses que se lavan las manos alegando que ellos no ordenaron el viaje obligado. Bakovic murió sin condena alguna, «en brazos de una justicia que debía ser «ejemplo para el mundo porque tiene ropaje de una elección. Y no fue el único.
La bronca de 2003 se alimentó también por el abuso estatal, la corrupción y el enriquecimiento ilícito. En el nuevo menú figuran ahora también la extorsión fiscal y política a personas detenidas, con causa o sin ella. Más allá de lo que digan los fallos de un sistema que se cuestiona, los casos de Jacob Ostreicher y de las tres muertes en un hotel en Santa Cruz son emblemáticos de los altos índices de corrupción prevaleciente y en cuyo centro aparecen hoy policías, abogados y fiscales. Igual que funcionarios de alto nivel político en el narcotráfico.
Igual que antes, los hechos muestran nomás lectura equivocada de expectativas, necesidades y decisiones de una ciudadanía mayoritariamente ajena a sueños de perpetuidad y grandeza de poder que incluso trascienden fronteras a despecho de las dimensiones reales del país.
Denominar al 17 de octubre «Día de la Dignidad Nacional es también inapropiado porque la dignidad es una cualidad que depende de nuestra racionalidad y nos capacita para cambiar la vida a partir del libre albedrío y el ejercicio de nuestra libertad, que algunos pretenden poner en entredicho.
Si de bautizar se trata, mejor sería decir «Día de la Indignación Nacional porque fueron miles los indignados que expresaron su enojo en octubre, de manera espontánea, y plantearon sus demandas y condiciones sin consignas partidarias ni ideológicas.
Juan León es periodista.
Bakovic murió «en brazos de una justicia que debía ser «ejemplo para el mundo pues tiene el ropaje de una elección.
Fuente: paginasiete.bo