Moira Sandoval Calvimonte*
Sin entrar en detalles cronológicos de la sucesión de hechos que bien conocemos quienes vivimos en aquélla época en la ciudad de La Paz, y que han sido magistralmente relatados por cronistas, me permito hacer algunas consideraciones breves para situar en contexto los hechos de octubre negro.
Recordemos que eran tiempos del deterioro del Estado, como efecto de los desaciertos del gobierno de Banzer-Tuto, quien propuso construir un gasoducto desde territorio boliviano hasta el puerto de Mejillones en Chile, la ruta más directa al océano Pacífico. El resultado de los comicios mostró que la gente votó por Goni y Evo, primero y segundo, respectivamente.
Pero Evo nunca se resignó a perder, inmediatamente viajó a Perú y a donde pudo ir a denunciar a nivel internacional que hubo fraude. No quería, ni podía esperar 4 años de gobierno, como imponían las reglas en democracia. Cuando los resultados no favorecen, la democracia estorba, mejor es patear el tablero. Algunos contribuyeron al desgaste acelerado de pocos meses de gobierno, con rigidez en sus decisiones, encapsulados en un mentiroso entorno. Otros, con habilidad política ganada en algunas batallas perdidas, supieron olfatear el momento clave para poner en práctica el libreto anarquista, como Felipe Quispe, que relató las tácticas desarrolladas desde meses previos para hacer caer el gobierno.
Es cierto que aunque se benefició de ellas, Evo Morales no digitó las revueltas del 2003. Lo hicieron otros. Se fusionaron los afanes de dirigentes que de manera instintiva, sin imaginar el desenlace de los alzamientos, dirigían a sus bases hacia un despeñadero dónde algunos no sobrevivirían; junto a otros que tenían una consigna y no iban a desaprovechar semejante oportunidad histórica de hacerse con el poder, para lo cual era menester impedir a toda costa la continuidad del gobierno democráticamente electo.
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Mucho tuvo que ver la soberbia de algunos y la osadía de otros: entre bloqueos y huelgas de hambre, entre gasolineras incendiadas y traslado de militares, la historia iba tomando examen a los actores principales. Algunos se habían preparado toda la vida para ese momento histórico, a otros, les tomó desprevenidos.
Por ello murió gente inocente, gente patriota, convencida de estar siendo útil a su país, cansada de un sistema clientelar de partidos. Pero finalmente fueron utilizados con fines fútiles: obtener una renuncia, y hasta lograr aquello, la insurrección no se detendría. Ese fue el único cambio notorio, aparte de eso, todo seguiría igual, mismas autoridades: el vicepresidente convertido en presidente. Él emitiría el Decreto 27237 concediendo amnistía a los integrantes de movimientos sociales que participaron en octubre negro, pero no para funcionarios de gobierno.
Interpretando voluntad expresada en la guerra del gas, el presidente Carlos Mesa realizó el 2004, un Referéndum para consultar aspectos relativos a la exportación del gas, el cual daría como resultado entre otras decisiones, la ratificación de la voluntad popular de negar la venta de gas a Chile o por puertos chilenos. Luego vendría la renuncia de Carlos Mesa, presiones sobre el parlamento y el presidente de la Corte Suprema asumiendo la presidencia del país. Adelanto de elecciones y Asamblea Constituyente.
Obviando detalles históricos de 8 años de gobierno del MAS, cabe preguntarnos: ¿cómo estamos hoy? No se ha visto en función de gobierno, los rostros protagonistas de la guerra del gas. No fueron ellos quienes tuvieron los muertos y tampoco fueron quienes lucharon por la democracia en las dictaduras.
Con el típico desprecio por las reglas democráticas, no soportaron haber perdido una elección. Había que persistir en el intento de tomar el poder, al fin y al cabo se contaba con un buen candidato: Evo es solo el instrumento de sucesivos golpes a la democracia en democracia. Y por eso, entusiastas apologistas del cambio, enarbolan las banderas de octubre a tiempo de proclamar a Evo Morales a una segunda reelección.
Paralelamente, otros siguen nostálgicos por haber protagonizado momentos fundamentales de la historia, y fantasean con que algún día el pueblo reconozca a los verdaderos líderes de la guerra del gas.
Pero a diferencia de la sabiduría ancestral, donde unos siembran y otros cosechan -pero todos se benefician- en este caso, sólo se beneficiaron algunos y no fue justamente el pueblo que protagonizó la Guerra del Gas.
¿Se cumplió la agenda de octubre? La propaganda gubernamental nos inunda de canciones, slogans, sketchs y discursos que describen hazañas de un proceso de cambio, y al contrastar la realidad actual con la del momento de la guerra del gas, se confirma el apotegma gatopardista: se cambió todo para que nada cambie.
Tenemos decenas de nuevas leyes para reforzar los derechos constitucionales, pero en la práctica vivimos con más discriminación y mayores contrastes entre quienes acumulan riqueza sin frenos ni siquiera impositivos y quienes no pueden llegar a fin de mes (y encima pagan impuestos) o no cuentan con salario ni trabajo. Persiste la pobreza y el partido de gobierno profundizó el sistema clientelar. Se percibe que la justicia empeoró, la corrupción se exacerbó, y la moneda nacional perdió notoriamente el poder adquisitivo. Exportamos solo materias primas, cuyo precio aumentó en 500% y nos ufanamos de tener una buena economía y no producimos ni para el consumo interno. Los indígenas sienten que sus derechos no son respetados por un gobierno insensible.
Y la mayor ironía a diez años de octubre negro: Este 2013, el presidente Morales propuso reconsiderar la decisión del pueblo expresada en referéndum de 2004, que prohíbe la venta del gas a Chile, pues el primer mandatario consideraba que no podemos privarnos de mercados interesantes para generar más ingresos, producto de la venta de hidrocarburos.
De manera casi profética, el curso de la historia devela algunos sofismas y derriba ciertos mitos. El gas boliviano, que en octubre del 2003 sirvió de pretexto para que aquéllos ingenuos patriotas impidan el proyecto de venderlo a Chile, ahora se vende nomás a Chile por medio de Argentina, que además gana por ser intermediaria.
¿No es eso una traición a la agenda de octubre? Qué opinarán los alteños y los familiares de las víctimas de octubre negro…
Curiosamente, las esperanzas del pueblo depositadas en el cambio, fueron respondidas con cambios de normas y de actores políticos, nombres y de colores, hasta la Constitución se cambió, pero no lograron cambiar la Ley de Hidrocarburos que continúa siendo la Ley 3058 de 18 de mayo de 2005. No es un detalle insignificante que se mantenga una ley de 4 dígitos anterior a la creación del Estado Plurinacional, en medio del fervor de refundar todo.
¿Será que la Guerra del Gas cambió todo para que nada cambie?
*Abogada