El imperativo de acreditar la labor del educador de calle

Foto-1 Bajo la lluvia, cerca de la 11 horas del primer día de noviembre, cinco adolescentes en situación de calle, bajo el resguardo del techo de un céntrico supermercado, mantenían una sesión del taller el ARTE Sana, de la organización SON de VIDA, cuando fueron sorprendidos por la violenta aparición de un oficial de la policía que desalojó al grupo sin explicaciones, calificándolos de drogadictos y ladrones, y discriminando a la educadora de calle, Graciela Asperilla, por ser extranjera. Aquel día, 2 de los 5 adolescentes junto a la educadora sentaron la denuncia del hecho al Defensor del Pueblo de la ciudad de Santa Cruz.

Esta es una de las situaciones que enfrentan los educadores de calle en su trabajo diario, una gran mayoría sin el aval de las autoridades, lo que impide e invalida todas las acciones educativas y de asistencia psicosocial que se realizan en el abordaje de calle. “Nuestro taller busca sentar relaciones con los niños para conocer más su realidad, pretende enseñar destrezas para su sostén como resulta la artesanía, y motiva la búsqueda de ambientes pacíficos; lamentable, esto no sucedió en nuestra última sesión. No puedes proteger ni hacer respetar las normas, si tú no estás protegido y respetado, la acreditación es imperante en nuestra labor diaria”, reflexionó la educadora y Directora de SON de VIDA, Graciela Asperilla Fernández.

Por qué es importante la acreditación

Acreditar es valorar y facilitar la labor de educación que se realiza en calle, además permite trabajar de manera conjunta y armónicamente con la instituciones públicas y privadas que correspondan, arguye la organización SON de VIDA, y agrega que con la certificación plasmada en una credencial, se podría contar con una mayor fuerza para proteger a los niños y niñas frente a vulneración de sus derechos; ser figuras de referencia y seguridad para los niños, sus familia y las personas de su entorno; contar con facilidades para la atención de los niños y jóvenes en el hospital como clase indigente; fortalecer el trabajo colaborativo, y sobre todo fortalecer y evaluar las acciones que los educadores realizan en calle, y multiplicar las experiencias exitosas.



Sugerencias: requisitos para ser educador de calle

Para la Organización SON de VIDA, más allá de las cuestiones de la personalidad jurídica que se debate en la redes de instituciones a favor de la niñez, para lograr la acreditación de los educadores, los requisitos importante son la capacidad, la voluntad y la aceptación de los niños, niñas y jóvenes. Esto teniendo en cuenta –por ejemplo- que son muchas las personas independientes y empresas sociales que consiguen relaciones positivas y se convierten en buenas referencias para los niños, niñas y jóvenes en situación de calle. Sobre ese escenario, SON de VIDA sugiere que los requisitos de acreditación cumplan, en primer lugar, con tener un profundo respeto hacia los niños, niñas y jóvenes que vive en la calle; segundo, la experiencia de educador de calle para orientar a un niño; tercero, contar con la aceptación real en la calle, que es el reconocimiento y la valoración de los niños, niña y jóvenes con quienes se trabaja; cuarto, pasar una evaluación psicosocial-conductual; quinto, entender y comprometerse con los derechos de los niños.

Qué es y qué hace un educador de calle

Para la Directora de la Organización SON de VIDA, ser Educador de calle es una actitud ante la vida, es una forma de relacionarse, de acompañar, orientar y comprometerse con los niños y jóvenes en la construcción de su proyecto de vida. El educador se convierte en un punto de referencia e identificación para con los niños y su entorno, es testigo y parte de la realidad de éste. En su labor, lo importante es facilitar a los niños y niñas todos los medios necesarios para que tomen conciencia de sí mismos, y sobre todo, que su situación de calle es temporal y que se puede cambiar, para ello hay atender a sus demandas más urgentes a todos los niveles (Emocional, físico, espiritual, económico y social) utilizando para ello todos los recursos que el niño tiene para incentivar su autonomía y convivencia con la sociedad.

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“De la presencia y las relaciones diarias en la calle, surge la amistad y la confianza para sentarnos juntos a conversar, unas veces favoreciendo la solución de un pequeño problema, otras acompañándoles en sus crisis, mediando en la familia, orientándoles en alternativas de estudio o trabajo, enseñándoles como hacer prevalecer sus derechos. Esto significa aprender a formar relaciones de amor y compromiso con el niño, niña, y joven, para impulsar un corazón empático, una mente inteligente y un cuerpo fuerte”, concluyó Asperilla Fernández.

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