Escuchamos, vemos y leemos, de manera reiterada, noticias que nos roban la esperanza y nos provocan desaliento y desazón. Líderes políticos, empresariales, cívicos, deportivos o sociales envueltos en escándalos, corrupción o comportamientos polémicos, reñidos con la ley y la convivencia civilizada. Nos hacen falta noticias positivas que compensen y subsanen tanta decepción y pesimismo.
He querido reservar este primer domingo de septiembre para escribir sobre una figura que emerge como un faro de luz y esperanza para todos. En momentos en que la búsqueda de referentes es un gran desafío, en tiempos en que hay una gran necesidad de personas a quienes admirar, la vida y legado de Marcelo Araúz Lavadenz resaltan como una guía inspiradora y un ejemplo a seguir.
Creador de festivales, exposiciones artísticas, concursos, centros culturales y bibliotecas, Marcelo representa el corazón palpitante de una región sedienta de conocimientos y de un desarrollo cultural que acompañe su imparable crecimiento económico. Este filósofo y apóstol de la cultura, mecenas del arte, incansable y generoso filántropo, dedicó su existencia a preservar, enriquecer y difundir nuestro Patrimonio Cultural. La vida de este “trasnochador” —de casi noventa años—, con un pertinaz ímpetu intelectual, es una vida consagrada al servicio de otros.
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Derribando barreras económicas y sociales, su infatigable labor democratizó el acceso al arte y la cultura, permitiendo que estos tesoros sean asequibles para todos, sin distinciones ni limitaciones. Araúz supo tejer un vínculo vital entre la sociedad y sus raíces culturales, dejando una huella imborrable en la identidad y orgullo regionales.
Como pocos, armó valerosos equipos de trabajo que se contagiaron de su tesón, empeño y obstinación para descubrir y revalorizar talentos de innumerables artistas y creadores, rescatar expresiones artísticas olvidadas o abandonadas, apuntalar iniciativas de la sociedad civil y mejorar la calidad de vida de los vecinos a través de la cultura.
Más allá de ser un gestor excepcional, su liderazgo y compromiso inquebrantable con la cultura y su comunidad, trasciende límites geográficos y temporales. En su pasión, honestidad, humildad, sencillez, desprendimiento y dedicación, encontramos el combustible necesario para impulsar un futuro en el que cada individuo pueda ser un agente de cambio y un pilar de la sociedad que tanto anhelamos. La nobleza personal, sus acciones altruistas y su calidad humana son un ejemplo vivo de cómo el amor por la cultura puede transformar vidas y sociedades.
El nombre de Marcelo Araúz Lavadenz trasciende las páginas del tiempo y su invaluable legado resuena como un eco de inspiración y respeto en todos los rincones del departamento. La influencia y el fuego de la pasión por la cultura de este gran gestor continuará ardiendo en los corazones de todos aquellos que fueron tocados, alguna vez, por su amplia y porfiada labor.
La trayectoria de este hombre es una motivación para perseguir ideales más elevados. La vida de Marcelo cumple con creces esa frase inspiradora que tengo anotada en mi escritorio y repito como un mantra; y que, muchas veces, me parece inalcanzable: “Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Dejá poso”.
Alfonso Cortez es Comunicador Social