La basura rescata a los olvidados y los convierte en protectores de la urbe


En Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) más de 5.000 familias viven de recolectar desperdicios.

EL DEBER, Santa Cruz



La basura no discrimina. De eso está seguro Raúl, que ha encontrado en la mugre de la ciudad una puerta abierta a un futuro mejor.  No discrimina, asegura, porque el trabajo que él hace quizá sea el único que siempre tiene vacancias, ya sea para hombres, mujeres o travestis; jóvenes, ancianos; mamá o papá solteros, drogadictos, indigentes o alcohólicos; el que busca en este rubro un espacio para ganarse la vida, lo encuentra.

“Éste es un trabajo para todo el que quiere volver a empezar”, remata con esa voz de asombro que tiene este hombre de barba amarillenta y aliento alcohólico. “Con la pinta que tenía nadie quería darme pega, hasta que me convertí en recolector de basura independiente.

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Ahora, no solo que estoy volviendo a llevar el pan del día a mi casa, sino también, luchando para dejar este vicio que casi me rompe a la familia”, asegura.

Raúl pertenece a una de las más de 5.000 familias que han hecho de la recolección de basura una forma diferente de ganarse la vida.

Ha aprendido tanto de este rubro que, después de recolectar los desperdicios inorgánicos, los separa en bolsas diferentes a puro pulmón.

“Aquí se ponen las botellas de plástico y en aquella otra el cartón”, explica con la pasión que imprime todo aquel que considera que su trabajo es un aporte a la sociedad.

Y el trabajo de estas personas sí que lo es. Tanto, que Neida Tamayo, una mujer recolectora, dice que el objetivo no es solo ganar dinero, sino aportar ecológicamente a este planeta en el que el hombre es un productor de basura, desde que nace y hasta después de muerto.

Los que viven de este oficio, saben que a pocas horas de nacido un bebé produce su primera basura, en cuanto le cambian de pañal y que cuando se le vaya la vida, a cualquier edad que sea, seguirá siendo una fuente generadora de desechos porque las flores que le lleven a la tumba en recipientes de plástico, de vidrio o de madera, se convertirán en basura en cuestión de horas o días.

Tamayo cuenta que no están solos, que se han organizado en la Red de Recolectores de Bolivia -con una filial Santa Cruz y con asociaciones – y  que se sienten orgullosos recolectar de las calles lo que la sociedad deshecha, hacer la clasificación correspondiente para que después la industria o los artesanos la vuelvan a poner en el mercado como productos nuevos, listos para ser usados.

La Red de Recolectores de Bolivia no es la única organización. También se encuentra la Asociación de Vecinos Ecológicos y los llamados negocios inclusivos, que no son otra cosa que pequeños o medianos talleres que rescatan madera, cartones, plásticos o bolsas de nailon y los convierten en adornos o productos que prestan valiosos auxilios, como un mandil para lavar ropa, por ejemplo. 

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Marcelo Yambomini y María Eugenia Martínez habían intentado muchas cosas para ganar dinero. Pero nunca estuvieron tan conformes como hasta ahora porque, a diferencia de otros trabajos, tropezaban no solo con el problema de un mal salario, sino, que no podían llevar a sus tres pequeños hijos al lugar de empleo.

Esta familia de cinco miembros vive en el barrio Turere de la zona de Normandía y son los padres de ella los que les prestaron la carreta con un par de caballos para que recorran las calles, desde que sale el sol, en busca de lo que los demás desechan.

Cuando es bien temprano en la mañana, el costal de la carreta no llama la atención, pero a medida que se va llenando con botellas de plástico vacías, va tomando forma y haciéndose tan enorme que sorprende a la gente que lo mira desde las aceras de las calles por donde los Yambomini-Martínez transitan. La pareja en la carreta también protege a sus descendientes, quienes se sientan apretados entre la madre y el padre. Así, los niños no corren el riesgo de caerse por los barquinazos que da el carro cuando recorre por las calles de tierra.

Willam Ríos tiene 61 años y se ha convertido en el encargado de ventas de la Asociación de Vecinos Ecológicos, de la que forma parte.

Antes fue comerciante y fabril y ahora  consigue alimentar y criar a una hija menor con la que vive en una habitación de El Castillo del Plan 3.000. Allí también almacena y separa la basura que otros recolectores, entre ellos indigentes, jubilados y estudiante sin recursos, llegan con sus bolsas incluso de madrugada.

La sede de la Asociación se encuentra en el barrio Vietnam y  avenida Paurito. Es un galpón que da a la calle y un patio donde la basura está a punto de convertirse en dinero.

En este lugar, cada  botella vacía, cada cartón y pedazo de algo, es el esfuerzo de horas de trabajo de gente que se levantó de la cama antes de que salga el sol y se lanzó a la vereda de las casas, para abrir las bolsas con basura y sacar con cuidado los materiales inorgánicos que están acumulados y que después se los vende desde los Bs 1 cada kilo.

Para que todos trabajen con cuidado y no expongan su salud a algún  producto tóxico, los dirigentes como Ríos o Tamayo, dicen que realizan campañas de educación sobre el tema de reciclaje. 

Así, en pocos meses se vuelven tan duchos que saben qué cosa no hay que acercar a la cara y cómo trepar esas ‘montañas’ de basura que se acumularon en apenas 24 horas

La ‘mugre’ paga más que el salario mínimo si se trabaja de sol a luna

“Si se trabaja a conciencia y se trabaja desde que sale el sol hasta que aparece la luna, es posible ganar como mínimo Bs 1.500”,  cuentan las mujeres y los hombres que viven de la recolección de basura.

Esa suma es superior al salario mínimo nacional que el año pasado fue fijado en Bs 1.200.

En el negocio de la recolección de desechos, existen dos formas de ‘entrarle’ al trabajo.  La primera es emplearse en las centrales recolectoras que existen, aproximadamente 300 en la ciudad, donde pagan un promedio de Bs 50 por cada jornada laboral.

La otra forma es apelar al trabajo independiente. Por lo general, una pareja sale a las calles y ubica los focos de basura como el sector de los electrodomésticos en el mercado La Ramada y el centro de la ciudad, a los que acuden desde las 6:00 am cuando la ciudad está por despertar.

Una vez con la ‘mercadería’ acumulada, la llevan hasta los centros de acopio donde se la compran y cada kilo tiene su precio de acuerdo a la oferta y la demanda. “Por ejemplo, ahora por el cartón están pagando poco, Bs 1 el kilo, mientras que por el plástico entre Bs 2 y Bs 3”. 

La ciudad de Santa Cruz produce cada día 1.200 toneladas de basura, de las que se estima que  el 10% es inorgánica. Los recolectores coinciden que lo que más se descarta son bolsas y botellas de plástico.

ANÁLISIS

Se recupera menos del 5% de las 1.200 t

Heiver Andrade Franco – Fundación Avina

Hablar de reciclaje en Bolivia es hablar de recolectores, de personas de la base de la pirámide que día a día y de manera casi invisible labran su futuro, pues encuentran en la basura su única oportunidad de generar ingresos que les permiten llevar el sustento a sus hogares.

Santa Cruz de la Sierra, a nivel nacional, es la ciudad que mayor cantidad de residuos bota a las calles (según datos de Emacruz, aproximadamente 1.200 toneladas diarias, de esta cantidad menos del 5% se recupera lo que significa que todavía aplicamos modelos del siglo XX en pleno siglo XXI. De esa manera no habrá vertedero que aguante tan vertiginoso crecimiento de población y por ende de incremento de basura. Considero que el desafío del 2014 es justamente aprender o reconocer el rol que juega el recolector en nuestras sociedades, educarlo, equiparlo y asegurarle un justo precio del material recuperado.