Se acercan inexorablemente las elecciones de 2025 y antes las elecciones primarias, más complicadas ahora con el anteproyecto de ley de modificaciones para la Ley de Organizaciones Políticas, presentado por dos vocales del TSE, en el que —a diferencia de 2019— cada Frente político tendrá que presentar, al menos, dos candidaturas en las elecciones primarias previstas para octubre de 2024 o no podrá participar en esas elecciones generales. Y como está el panorama preelectoral, a hoy sólo participarían así el MASLucho y el MASEvo que —algo de positivo en esa pelea, aunque sea difícil de creer— rompió el caudillismo onanocentrista de los líderes políticos bolivianos.
Volveremos sobre ello; primero veamos cuáles partidos, organizaciones o frentes están habilitados a hoy. En Bolivia hay 166 organizaciones políticas (entre nacionales, departamentales, regionales y municipales) y de ellas sólo 11 son organizaciones partidarias de presencia nacional y con personería jurídica vigente: MNR, ADN, FRI, PDC, MAS, UCS, UN, FPV, MDS–DEMÓCRATAS, PAN-BOL y MTS, las que, según el TSE, tenían plazo hasta el 21 de octubre pasado para adecuar sus estatutos y/o renovar sus directivas cumpliendo la Ley N° 1096 Ley de Organizaciones Políticas (razón que fue por lo que tuvieron problemas el MAS, el MTS y UCS, al menos).
De acuerdo con lo anterior, COMUNIDAD CIUDADANA (CC) y CREEMOS a la fecha no están registradas por el TSE como organizaciones partidarias de presencia nacional y personería jurídica vigente, por lo que su participación en comicios debe ser a través de alianza (o alianzas) con cualesquiera de las anteriores organizaciones partidarias que sí tengan personería jurídica vigente, dándose el caso que las dos organizaciones opositoras con representación en la Asamblea Legislativa Plurinacional —CC y CREEMOS— dependen de registros prestados; quizás eso explique el continuo chorreo de disidencias que las debilita progresivamente.
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Tomando como base sondeos nacionales de opinión, la expectativa mayoritaria se basa en liderazgos nuevos y en unidad. Empezaré por el segundo.
Hasta el momento, en el campo opositor han aparecido varios posibles grupos con participaciones en el proceso preelectoral (algunos, al menos, grupos con propuestas); entre los que claramente van por la candidatura y llamados a la unidad alrededor de ellos están CREEMOS y el nuevo CAMBIO 25 —encabezada por el Rector de la UAGRM Vicente Cuéllar—, mientras aparentemente en CC, De Mesa está haciendo proselitismo rural y MTS y UCS no lo han explicitado tan claramente, quizás esperando otear cómo se desenvuelve el panorama. Además, con ese propósito se anunció el frente Junta Democrática, integrado por el MNR, ADN y Sol.bo —¿los recuerdan? —, a los que se adiciona la nueva Alianza por Bolivia Unida y Solidaria (Al-Bus) encabezado por el exsenador y exprefecto Carlos Börth.
Los cinco ya anunciados como participantes opositores han planteado promover la unidad de la oposición desde ellos. El ejemplo más claro de una estrategia errada es CREEMOS que proclamó ya la candidatura de Luis Fernando Camacho —injusta y violentamente apresado— y pidió que los demás se les sumen desde ahora («Vamos a buscar la unidad de la oposición» anunciaba el gobernador Camacho en su carta leída en el reciente encuentro de su Frente en Santa Cruz), obviando que CREEMOS es una organización política asentada sólo en Santa Cruz —y desgastada, además de por las disidencias, tras las públicas peleas por la Gobernación— con algunas adherencias en Beni y Pando y sin apoyo en el resto del país (la apuesta de que la general solidaridad con Camacho-secuestrado se tradujera en votos para Camacho-candidato está en el mismo resultado que en 2020).
Entendido ya que, para los cinco anunciados, unidad es aún una tarea ex post —quizás CAMBIO 25 es el que ha avanzado más ex ante—, nos toca analizar el cumplimiento del pedido ciudadano de liderazgos nuevos: De Mesa, Camacho, Börth —incluso Paz— no son nuevas caras en la política nacional; de ellos, De Mesa y Camacho ya han ido por la Presidencia y no la han logrado —De Mesa ya lo fue per se por transición y tuvo que irse fracasado y en 2019 incluso pudo ganar si el fraude no hubiera sido la solución para Morales, pero esa victoria hubiera sido ejercida sin augurios de gobernabilidad y poder concluir. La única cara nueva es Cuéllar.
Voy a obviar estructura política, financiamiento, estructura de cuadros y demás coyundas —la mayoría de Perogrullo para una organización política— que impone la Ley N° 1096 de Partidos e iré directamente a programas y la orientación de los mismos. ¿Qué proponen los cinco opositores?: ¿Estatismo o libertad económica? ¿Estado propietario keynesiano o libre competencia liberal? ¿Centralismo o autonomías (no menciono federalismo en este momento)? ¿Meritocracia o partidocracia? No olvidemos que la Bolivia de 2025 es muy distinta de la de 2005 y el Censo lo reafirmará: es un país eminentemente urbano (entre el 75 y el 85%, calculados sobre las proyecciones del INE que el Censo 2024 refrendará), joven (el 34% en edad electoral) y mestizo/no indígena (“indígena” sólo el 41% por autoadscripción en 2012 y el 29% por idioma principal no castellano) —menos aun si el crecimiento entre 2012 (año del Censo anterior y 2025) es de 1,2 (o el 120%)—, más escolarizado (secundaria de menos del 35% a más del 41%) y mejor informado. Por ende, las respuestas que los cinco den a las preguntas anteriores serán fundamentales para su entendimiento del país pero, sobre todo, para que —más allá de caudillos y consignas agotadas— el país, con ciudadanos jóvenes con crecientes metas emprendedoras y de aspiración a clases medias, entienda y se esperance con sus propuestas y vaya a votar por alguna.
Sólo así —a pesar del descrédito de los dos MAS—, Oposición Rimará con 2025.