La visita de Mario Vargas Llosa a Bolivia


Susana Seleme

susana s El político liberal (Parte I)

¿Qué balance hace de la visita y las intervenciones públicas de Mario Vargas Llosa?

Es cierto que aparte de incultos y sectarios -incluyo al Vice, a pesar de los 25 mil libros que dice tener o haber leído- los masistas son de un sectarismo e intolerancia rayanos en los peores fundamentalismos. Así nos va. Por eso todavía no se han dado cuenta del privilegio para un país que lo visite un premio Nobel de Literatura, de yapa nacido en el vecino Perú, que vivió hasta sus 9 años en Cochabamba y con una visión política liberal y progresista, de ninguna manera de derecha recalcitrante.



Y felicito el coraje de la Fundación Nueva Democracia, de Oscar Ortiz, y de sus responsables por el acierto de haberlo invitado. A pesar de la soberbia y malcriadez del régimen de Evo Morales y compañía, Bolivia ha disfrutado tanto del hombre culto, sensible y de una sencillez natural, sin artificio, como del novelista que cuenta la realidad en clave de ficción con imaginación y talento narrativo. Y también disfrutó del político liberal defensor de la libertad individual, del libre mercado, de la iniciativa privada, de la democracia, de la separación de poderes y de la justicia transparente sin privilegios.

Un primer balance es que esta visita cumplió lo que en mi criterio es un objetivo político: hablar de liberalismo, capitalismo y libre mercado sin complejos, en lenguaje llano y natural, sin dobleces, al pan, pan y al vino, vino. Y al mismo tiempo, desmitificó, más bien desmintió los improperios lanzados por el régimen contra quienes invitaron a Vargas Losa y contra él mismo, actitudes que demostraron una vez más la intolerancia al pensamiento diferente de Morales y compañía. Llosa no vino a conspirar contra nadie, dijo, porque ese no es ni su papel ni su estilo. Vino expresar su visión de pensador liberal comprometido con el libre mercado y la democracia, amén de hablar de literatura que es su vocación.

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¿Qué dijo para desmentir al gobierno?

Dijo mucho y muchas cosas. En su intervención-coloquio “Desafíos de la libertad en América Latina”, el pasado jueves 24 del presente, ante cerca de 1400 personas, tuvo a bien marcar las diferencias en entre izquierda y derecha, entre capitalismo y estatismo, entre libre mercado y comunitario, sin clichés, ni consignas, ni frases hechas y huecas, como corresponde a un pensamiento abierto, culto y honesto.

Es más, dijo que aunque no está de acuerdo con la forma en que gobierna Morales, porque el populismo es un camino equivocado y un fracaso en todos los países donde se aplica, pero merece respeto porque fue electo por el voto mayoritario de los bolivianos.

Ese voto es el que hay que cambiar, afirmó, dialogando con los electores, convenciéndolos con argumentos reales para que no vuelva a equivocarse, para que no vuelvan a votar por una opción equivocada, en vez de que se establezca un diálogo de sordos con los políticos del gobierno. El objetivo son los electores, pues en ellos descansa la responsabilidad de elegir buenos gobernantes para no caer en la equivocación que lleva al fracaso de los estatismos y los populismos, que sacrifican el largo plazo para ganar en el corto.

¿Puede usted explicar o reproducir en qué consisten las diferencias a las que aludió Vargas Llosa?

Para él y para quienes apuntan a que todo análisis sociopolítico, económico y cultural debe partir de la constatación de que la realidad es diversa, también hay diversidad de pensamiento y del comportamiento de los miembros de una sociedad. Hay izquierdas estatistas, autoritarias, radicales, antidemocráticas e intolerantes, sin apego a la libre empresa y a los empresarios, a las exportaciones, lo que coarta el crecimiento y el desarrollo de la sociedad, además con control abierto o encubierto a la prensa.

Pero hay otras izquierdas: son las izquierdas democráticas sin amarres ni prejuicios absurdos frente al capitalismo y al mercado. Así han promovido en sus países mejoras económicas y sociopolíticas apoyando y dando responsabilidad a los empresarios; han consolidado canales de democracia participativa y una lucha contra la pobreza. Y citó a la España de Felipe González hace casi 20 años, como al Uruguay actual de José Mujica, ex guerrillero en los duros años de la confrontación ideológica, pero que hoy apuesta por el pragmatismo, no le pone trabas al empresariado, hace reformas liberales como descriminalizar la marihuana, el matrimonio entre homosexuales y el aborto, entre otras. En ese ámbito colocó de pragmatismo coloco a Perú y a Chile, que con diferencias ideológicas han obtenido resultados económicos notables.

Y en la derecha también existen diferencias, no son todas iguales. Las hay que se adscriben a la democracia en el marco de sus valores, principios y sus normas, y las hay también que son trogloditas y gobiernos que sin ser militares, son antidemocráticos y represores. “De ahí que “los regímenes comunistas, fascistas, nazistas, las dictaduras militares, inmediatamente crean sistemas de censura, sentenció. Y puso como ejemplo que el filósofo más grande del siglo XX, el alemán Martín Heidegger, no podo sustraerse a la tentación nacionalsocialista de Hitler.

Yo que tengo mis dudas ante los liberales porque nunca hablan de las clases sociales –que no es lucha de clases y que ahora reciben otros nombres: actores, sujetos, movimientos– aplaudo el mensaje liberal de Mario Vargas Llosa por su honestidad y su forma de expresarla: valiente y con sobradas razones a su favor. Es como en la literatura, parafraseando un pensamiento suyo: ¿Quién cuenta? Y en política es quién habla, cómo habla y qué dice no desde la ficción sino desde el conocimiento y la experiencia: el también fue político y candidato a la presidencia de su país, aunque perdió la elección por poco.

El premio Nobel de Literatura: “¿Quién cuenta?” (Parte II)

En su criterio, si se cumplió el objetivo político, ¿qué balance hace del coloquio donde habló el Mario Vargas Llosa literato, novelista y dramaturgo?

No me cabe la menor duda de que también cumplió su objetivo: ver en carne y hueso al hombre que creó novelas, obras de teatro y personajes inolvidables, no tiene precio. Tanto como constatar, una vez más su vasta cultura y su decente sencillez. Para mí fue un placer sensual oírlo hablar de lo que llamó sus maestros y de quienes aprendió a escribir: William Faulkner con “El sonido y la furia”, “Luz de Otoño”, “Absalón, Absalón”, de una técnica narrativa extraordinaria, con rupturas del tiempo lineal y complejidad tal, que exigían una libreta para anotaciones. También fueron su maestros James Joyce, y Gustav Flaubert, quien con su “Madame Bovary” y Emma, su heroína, le proporciona el numen para escribir el ensayo “La Orgía Perpetua” estudio exhaustivo de la obra de Flaubert, su maestro.

Para mi goce literario, oírlo me recordó que Faulkner también lo fue de otros escritores latinoamericanos. La clave es leer, y saber leer afirmó, quizás en otras palabras, pero esa es la idea. La técnica y la forma narrativa se acomodan al personaje, y el primero de todos es el narrador. “¿Quién cuenta?” la historia es muy importante: el narrador omnisciente que todo lo sabe, ese es “El primer personaje que inventa un novelista”. Así descubrió que para que “una historia fuera hechicera y sutil era la manera de contrala”

¿Habló del llamado boom narrativo latinoamericano?

¡Claro que sí! Tal como fue el boom, él habló con garra de esa explosión de narrativa pura y renovada, que permitió llevar nuestra literatura alrededor del mundo y rompió fronteras. Y lo hicieron a partir de realidades a veces muy duras con “problemas internos monumentales y unos conflictos espantosos” que estimularon talentos creativos y toma de conciencia como a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, el mismo Vargas Llosa, y fue como “una tabla de salvación”. Y no olvidó a Alejo Carpentier, José Luis Borges, a Salgari, a Dickens y otros como el sudafricano John M. Coetze, sin ser del boom.

“Entre la realidad y los deseos humanos hay un abismo, y la literatura nació para llenarlo”, dijo. Afirmó que la literatura tiene una función social tanto en el presente como en el futuro, y que él se basa siempre en realidades que le causan impacto, le provocan una reflexión y de ahí los relatos que ponen a prueba la imaginación, la creatividad y recurren a la ficción para completar las historias. Ese fue el origen de “La fiesta del Chivo”, ya que durante una estadía en República Dominicana, le contaron que en la época del dictador Leónidas Trujillo, la gente le regalaba sus hijas, como una forma de complacerlo, pues sabían que era un mujeriego empedernido. Por eso su heroína es Urania, expresión femenina de ese oprobio y de un machismo intolerable.

Un panelista, el profesor Edgar Lora, le dijo que a él le gustaba más el Vargas Llosa dramaturgo que novelista, lo que mereció un aplauso del propio Vargas Llosa y la confesión de que escribir teatro fue su primera vocación. “La Señorita de Tacna”, por ejemplo, es la historia de una abuela llamada Elvira, Mamaé, que no podía ser contada de otra manera que sea el teatro. Y estableció la diferencia entre novela y teatro: la novela es expansiva, abierta, en cambio el teatro es contenido, es síntesis, porque debe caber en un escenario.

Para quienes hemos leído gran parte de su obra, y además algunas de todos los novelistas que fue nombrando, fue de verdad un placer sensual oírlo hablar de literatura y de sus experiencias como hombre de letras, que compone historias desde la realidad con un manejo exquisito de la palabra escrita y hablada. Fue una orgía, no perpetua como habla en su ensayo sobre Madame Bovary, de Flaubert, pero si una orgía de casi hora y media para la sensibilidad y inteligencia que aman las letras, ya sea novela, teatro, ensayo o artículos como los de Mario Vargas Llosa, el Nobel de literatura.