Radicalización del populismo


MarceloOstriaTrigo Marcelo Ostria Trigo

Los gobiernos de Ecuador, de Bolivia y –¡cuándo no!– de Venezuela van radicalizándose, mientras se agravan las tensiones en Latinoamérica, aumentando la inquietud. Esta radicalización, ahora, no sería apresurar y profundizar los “procesos de cambio”, sino la puesta en vigencia de un mayor autoritarismo interno. Este es el sentido de la radicalización de los que gobiernan en el eje Managua – Caracas – Quito – La Paz. El ecuatoriano Rafael Correa acaba de advertir: “Vamos a radicalizar nuestra revolución ciudadana y… esa radicalización implica exigir respeto por nuestros países por parte de las trasnacionales”. Este es el pintoresco anuncio del mandatario que les dice a los ecuatorianos que exigir respeto es revolución, y que exigir más respeto (de las transnacionales) es radicalizar la revolución. Esto entrará en la antología del disparate. Pero inquieta: “La ‘radicalización de la revolución’ (de Correa) es la que preocupa al ex candidato presidencial León Roldós, que mira el advenimiento del nuevo período correísta como "el seguimiento de un proyecto concentrador de poder, absolutamente presidencialista y totalitario, con sesgos fascistas".

Para Hugo Chávez, la radicalización es la respuesta a los recientes golpes que ha sufrido: elección en Panamá de un presidente no populista, destitución del estrafalario Zelaya de Honduras y derrota electoral parlamentaria de su financiada presidenta argentina, además de las señales de inminentes cambios de simpatías en otros países. Por supuesto que el significado de esta radicalización, para el venezolano también es más abuso y mayores restricciones a la libertad.



Por su parte, el presidente de Bolivia no podía dejar de mostrarse como uno de los artífices de la radicalización de su Movimiento al Socialismo, en consonancia  con  los “bolivarianos”. “(Evo) Morales visitará España en septiembre en plena radicalización del eje bolivariano… en un momento en el que el eje castrista–bolivariano, en el que se incluye Morales, está inmerso en un proceso de radicalización” (El Diario Exterior, 10.08.2009). Se pensaba que la radicalización del populismo boliviano, es decir el mayor autoritarismo populista, vendría luego de las elecciones generales de diciembre de 2009 porque los abusos ahuyentan a los votantes. Pero fue nomás adoptada. Las cosas, para el régimen del Movimiento al Socialismo tienen otros signos que no le son los propios; son producto de decisiones adoptadas desde fuera.

Pero los de la ALBA no están solos. “Kirchner, radicalizado, pasa a la ofensiva” dice un agudo comentario del argentino Joaquín Morales Solá. “La radicalización –afirma– sale de los parajes de Néstor Kirchner, que (la presidenta) Cristina (de Kirchner) comparte. Ninguna concesión a nadie. Esa es la orden. Ningún argumento en contra es escuchado”. Esto confirma que, cuando hay dificultades, fracasos y problemas, los populistas recurren a la radicalización que agudiza la intolerancia y la imposición.

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“La radicalización –escribe el político y jurista español Antonio Garrigues Walker– no es un ejercicio sin consecuencias. No es algo gratuito. Daña la imagen positiva del país y genera altos costes económicos, tanto visibles como invisibles, como consecuencia de la creación de climas de riesgo o inseguridad”. La “radicalización”, entendida así, es perversa.