Mauricio Ochoa Urioste
Más de 136.000 muertos, en su mayoría civiles, más de 2 millones de exiliados y refugiados, y cerca de 4 millones y medio de desplazados. Éstas son algunas de las trágicas consecuencias de la guerra civil Siria iniciada en 2011 y que hasta la fecha no tiene visos de solución pese a las negociaciones de las partes en conflicto.
El diálogo de paz en Ginebra II, arrojó resultados desalentadores: el Gobierno sirio y la oposición, no lograron ponerse de acuerdo sobre ninguno de los puntos tratados, nunca se empezó a hablar de un posible gobierno de transición, pese a lo cual la delegación opositora reconoció a la agencia AFP que “es la primera vez que el régimen sirio acepta hablar del futuro de Siria con los sirios, por lo cual (…) es algo que ganamos”. El presidente Barack Obama, por su parte, dijo en su reciente Quinto Informe sobre el Estado de la Unión, que Estados Unidos apoya en Siria a aquella oposición que rechace la agenda de las redes terroristas, y acotó: “seguiremos trabajando con la comunidad internacional para dar paso al futuro que merece el pueblo sirio: un futuro sin dictaduras, terror ni miedo”.
Jean-David Levitte, en un artículo de opinión publicado el 1 de febrero de 2014 en el diario Le Monde, brindó coordenadas de una posible solución a la Guerra de Siria: la negociación del acuerdo de paz en Camboya, según él, puede servir como una referencia útil por el paralelismo de ambos conflictos (un pueblo martirizado por sus líderes, una fuerte participación de los poderes regionales, el juego de las grandes potencias). Por otro lado, el diálogo entre las autoridades sirias no debería centrarse solamente en la transición, sino en el futuro del país.
Es esencial, apunta Levitte, que para construir un sólido consenso se responda a las siguientes preguntas esenciales: ¿Qué república se pretende? ¿Qué garantías constitucionales serán adoptadas para las minorías religiosas o étnicas? En una segunda fase debería formarse una conferencia internacional integradora que incluya a todos los países de la región, las grandes potencias y las organizaciones internacionales; su función sería la de registrar el progreso y hacer frente a los problemas humanitarios y económicos en su dimensión regional. Por último, la tercera etapa sería la de la acción de las grandes potencias: para Camboya, fueron los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que se reunió a intervalos regulares y que han jugado un papel decisivo. En cuanto a Siria, el formato debería ser el del “P5 +1″ (los cinco miembros permanentes y Alemania), es decir, los negociadores que llevaron a la firma del acuerdo interino sobre el programa nuclear de Irán.
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Mientras el presidente sirio Bashar al-Assad y su clan no abran posibilidades reales a un cuerpo gubernamental de transición y diálogo sobre los puntos anteriores, el país seguirá hundido en la peor crisis humanitaria en lo que va del siglo XXI.