Las emociones son reacciones psicofisiológicas, de carácter universal, independientes de la cultura. Surgen de activaciones de poblaciones neuronales especializadas en varias partes de la corteza cerebral, en particular el cingulado anterior, la ínsula, la prefrontal ventromedial y las estructuras subcorticales, como la amígdala, el estriado ventral, el putamen, el núcleo caudado y el área tegmental ventral. (Šimić et al., 2021). Producen cambios en la experiencia afectiva, en la activación fisiológica y en la conducta expresiva (Cano-Vindel y Miguel-Tobal, 2001). Las teorías contemporáneas de la emoción convergen en torno al importante papel de la amígdala como estructura cerebral emocional subcortical central que evalúa e integra constantemente una variedad de información sensorial del entorno.
Una de las funciones de la emoción es la de preparar al organismo para elaborar y ejecutar eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta hacia un objetivo determinado. Algunos estudios consideran a las emociones negativas uno de los factores de riesgo clave en las enfermedades físicas y mentales (Piqueras, et al. 2009). La psicología ha estudiado ampliamente y demostrado que las emociones negativas pueden repercutir negativamente en la vida de las personas, especialmente en sus relaciones interpersonales.
La educación emocional parece ser la respuesta más certera para quienes han percibido, y experimentado consecuencias negativas en su vida diaria, personal y/o profesional a causa de su poco o ningún autocontrol emocional. La capacidad de ejercer un control adecuado sobre las emociones negativas es una habilidad adquirida necesaria. Es posible que sea cada vez más frecuente el uso del término transitar las emociones (antes que controlar), al margen de la terminología que se use, es importante comprender que la respuesta emocional es inevitable; racionalizar la emoción es necesario para comprender la percepción de la situación y elegir la mejor conducta adaptativa posible. En el lado opuesto está la inestabilidad emocional, caracterizada por la experiencia de emociones negativas como ira, ansiedad y depresión, entre otras, la misma pueda estar asociada con niveles bajos de creencias de autoeficacia emocional-regulatoria (Mesurado, et al. 2018); es decir, carencia de habilidades de regulación emocional.
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La reevaluación cognitiva es una estrategia de regulación de las emociones ampliamente utilizada que implica evaluar y alterar el significado personal de un evento emocional para mejorar la atención a las respuestas emocionales. (Wang & Yin 2023). Desde una perspectiva neurobiológica, durante el aprendizaje y la expresión de la extinción, el hipocampo envía señales a la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC) para que active redes inhibidoras locales en la amígdala. En términos sencillos el tipo de respuesta emocional puede convertirse en una habilidad cognitiva, cuyos procesos de regulación de las emociones, como la reevaluación cognitiva, se asocian con la actividad neuronal en los sitios frontales y temporales (Ippolito et al., 2022). Los programas de autorregulación de las emociones que implican un entrenamiento, son una prioridad en términos de atención preventiva y la intervención temprana para la salud emocional. Antes que esperar a que los individuos desarrollen patrones emocionales negativos y busquen tratamiento, se puede incorporar el enriquecimiento de esquemas y la capacitación en reevaluación cognitiva en los entornos educativos y laborales para promover el bienestar emocional y prevenir el desarrollo de emociones y patrones negativos.
Ana Gareca Arizaga
Psicóloga con especialidad en neurociencias médicas clínicas.