Sobre el estancamiento político cruceño y un deslucido porvenir

Los cruceños, como sociedad multicultural en la actualidad, hemos transitado por una vereda muy angosta en lo que se refiere a la política. Sus principios, ideales, valores éticos y morales se han visto lanzados a una ferviente y prometedora actividad de esperanza y bienestar colectivo, mediante la retórica donde se contagió de optimismo voluntarista de emancipación de lo regional sobre lo nacional, optimismo que en la práctica se establece el primer quiebre de la realidad material, con la realidad formal (discursiva). Ambas realidades que caminan no siempre en sentido único a la par, pero casi siempre van yuxtapuestas en sentido paralelo, como herramientas de control y dominio en la planificación de mantenimiento de diversos grupos de poder, para el mantenimiento de los privilegios que concede el poder central, cada vez se fue perdiendo el optimismo, el cual lo derivó en una espiral de frustraciones colectivas de las clases medias bajas, clases que ganan protagonismo e importancia únicamente en los procesos electorales, su voz es importante siempre y cuando está se funda en el todo, sin ser parte del mismo su valor es cero. El autocratismo solo funciona si se rompe la barrera del anonimato colectivo y el individuo crece dentro de la escala social, para ser más claro, el individuo accede a lugares donde solo el poder económico tiene las llaves para abrir.

Si bien hace dos décadas no se vivía una época donde nace la dictadura totalitaria de las redes sociales, en la cual la propaganda de lo bueno y lo malo, rompe el ciclo de razonamiento y reflexión del sujeto, bajo el paradigma de que los matices son referentes a lo tibio, y todo debe ser juzgado según el negro o blanco como una norma exacta de lo que el sujeto debe autoinfligirse para no verse separado del gregario y su voz tenga derecho a voto, en las decisiones que solo unos cuantos tienen derecho a elegir.



Escuchan a todos pero no hacen caso a nadie, es la nueva forma de democratizar la participación de los grupos con mayor acumulación de votantes, bajo la consigna de: Nosotros el Estado, nosotros somos el pueblo que escucha, y defiende. Una dialéctica que se desnutre en la práctica, pero a todo esto, ¿Dónde queda el cruceño? ¿Cuál es su función dentro del Estado? Primeramente el cruceño se enclaustra en el panóptico de lo regional, potencia su fuerza productora, se dedica con esmero en mejorar su escala social relacionada a sus ingresos económicos y desde allí busca un norte en la política. Su función en el Estado no ha sido otra que enarbolar su realidad productiva en el plano económico y en lo político ser el paladín que denuncia las desigualdades políticas del centralismo, pero que sin embargo una vez llegado a los 3.600 metros de altura se olvida de su fuerza social y pacta con el burocratismo andino, se reacomoda sin un sustento teórico de sus tablas morales y se disciplina a la normativa del Gran Hermano.

Sin embargo, ¿qué nos sucede aquí en el plano local? Impera la representación obrera, desde Percy hasta la fecha no existe una educación ciudadana del bienestar social, los parques y la ciudad se manejan bajo una dinámica. ¡Que limpien, para eso pago mis impuestos! Nuevamente emancipando el poder del dinero, el irrespeto se respira intensamente como la humareda antes de la primavera. Pero va a pasar, todo siempre pasa, los ciclos se repiten y no hay un cambio en la educación y formación ética, el idealismo platónico es una mera abstracción en nuestros subconscientes como algo de carácter inalcanzable. ¡Eso sí! La culpa es del otro, eso lo hemos democratizado a tal punto que en la suma de las individualidades, al pertenecer al todo colectivo, nadie se salva de la culpabilidad.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Sergio Vega

Presidente del Colegio de politólogos