Mitos y realidades: Karl Marx

Carlos Manuel Ledezma Valdez – eju.tv

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

ESCRITOR, DOCENTE UNIVERSITARIO & DIVULGADOR HISTÓRICO MIEMBRO DE LA SOCIEDAD DE ESCRITORES DE BOLIVIA (SODESBO)



Cuentan las crónicas del 14 de marzo de 1883 que, en medio de las exequias fúnebres que se realizaban por la muerte de Karl Marx, uno de sus amigos más cercanos (Friedrich Engels) decía: “a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas lo dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre”. Moría de esta manera el que a los ojos del mundo se convertiría en padre del comunismo. Se abría paso al mito, aquel con el que la izquierda del planeta comenzaría a hilvanar una historia que se extendería por los cinco continentes.

Karl Marx, considerado el padre del comunismo científico, debido a que sus ideas y análisis proporcionaron la base teórica que dio origen a la mayor parte de movimientos revolucionarios y de políticas de izquierda en el mundo. Su obra, misma que propone una revolución proletaria para conducir a la creación de sociedades sin clases y sin propiedad privada de los medios de producción para que los recursos y la riqueza se distribuyan de manera más equitativa; fue durante más de un siglo la base ideológica que despertó las más intensas pasiones de un segmento de la población que creía dogmáticamente en ellas y por las cuales estaban dispuestas a ofrendar sus propias vidas.

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Cuando el ideólogo comunista falleció, se encontraba en la peor de las pobrezas y su influencia se había ido perdiendo. En su funeral sólo estuvieron presentes poco más de una decena de personas. La obra de Marx pudo haber sido cubierta por el fino manto del olvido. Al conmemorarse los siete años de su deceso, un joven revolucionario llamado Vladimir Lenin recogió el manual comunista titulado “El Capital”, declarándose a partir de ese momento como marxista. Nacía a partir de ese momento el mito.

Investigaciones recientes, se han dado a la tarea de desvelar algunas cualidades de la personalidad de la figura más emblemática de la izquierda mundial. Para Antonio Escohotado, Marx fue un impostor, un fraude en toda regla, al que jamás le interesó la verdad, por lo que se dedicó únicamente a fabricar teorías. Como estudiante en la Universidad de Bonn, se unió a los jóvenes hegelianos, un grupo que tenían puntos de vista radicales acerca de religión y sociedad.

Durante ese periodo de juventud, Marx era propenso a beber alcohol y terminaba protagonizando frecuentemente escenas de pleitos y escándalos (mientras estaba en la escuela, fue encarcelado por embriaguez y se batió en duelo con otro estudiante). Lo que arroja una personalidad cargada de odio y desprecio por la humanidad, lo que puede evidenciarse en algunos de sus primeros trabajos consistentes en poemas apocalípticos en los que llega a escribir que “todo lo que existe debe perecer”.

Marx era una persona que apelaba fácilmente a la violencia para imponerse, hombre de una personalidad agresiva e intolerante al que su entorno cercano llegó a describir como un tirano. Para Paul Johnson, este personaje brindó un sello escatológico y poético para sus seguidores radicales, quienes veían en el apocalipsis el paso previo a la construcción del paraíso sobre la tierra. Por consiguiente, los que perciben a Marx como el pensador, teórico, académico de mente preclara, se equivocan, pues elucubran al Olimpo a un sujeto polemista, insidioso, portador de una idea revelada que dedicó a pregonarla religiosamente.

En palabras de Escohotado; “su desprecio por la realidad llegó a tal punto que prácticamente no trabajó en su vida, prefiriendo vivir del dinero ajeno o del ‘sablazo’. Quienes más sufrieron la fobia de Marx por el trabajo, fueron los miembros de su familia. Sus relaciones con su familia y la de su esposa, se redujeron a simples encuentros para pedir dinero, debido a que él estaba convencido de que debían financiarlo, llegando sus padres y sus suegros finalmente a cortar todo tipo de comunicación con Karl.

Su esposa, una aristócrata de nombre Jenny von Westphalen, vio morir a su bebé, luego de que las deudas los obligaran a salir de su casa para vivir en un albergue de indigentes donde pasaron momentos de enfermedad y miseria. Otros dos de sus hijos morirían prematuramente en condiciones similares, debido a que el ideólogo comunista jamás hizo nada para cambiar aquella realidad. Las tres hijas sobrevivientes no accedieron a educación adecuada para poder sustentarse, debiendo dedicarse a trabajar como trabajadoras domésticas.

El profesor Von Mises, finalmente demolería a los teóricos de la izquierda, indicando que: “Marx predicó una doctrina de salvación que racionalizó el resentimiento y transfiguró la envidia y el deseo de venganza en una misión ordenada por la historia mundial”.

La humanidad está acostumbra a construir mitos, valiéndose de la historia como herramienta que le permita elaborar una narrativa empleada para conseguir fines específicos. La historia convertida en mito, algo bastante frecuente en tiempos en los que la información se difunde irrestrictamente y la reflexión está ausente del interés humano.  Los gobiernos necesitan legitimación, por lo que intentan apropiarse del pasado para poder transformar el presente. He aquí donde radica el verdadero interés en adecuar la narrativa histórica y subyugarla a los intereses del poder.

La transformación del pasado va mucho más allá de los Estados y la práctica política. El interés que tiene el ser humano para saber aspectos relacionados a su origen y su pasado, buscan ser cubiertos por una narrativa histórica propia. Generalmente la información parte de hechos veraces que son seleccionados de manera deliberada en función a la coyuntura, la época y las circunstancias de cada época, desvirtuándola y falseando alguno o varios detalles para alcanzar el poder o finalmente perpetuarse.

Conocer y entender el pasado, permite estar preparados para afrontar el presente de manera mucho más crítica y equilibrada. La complejidad de la historia debe manejarse adecuadamente, evitando los sesgos y la manipulación de la narrativa que intenta elucubrar ídolos con pies de barro. Tomando en cuenta que la historia es una construcción dinámica que responde a fuerzas sociales y políticas que intentan desacreditarla, por lo que debe existir el suficiente acierto para su tratamiento.