Detección de residuos de plaguicidas en la producción de tomate y apio genera preocupación

Un estudio realizado en zonas rurales y urbanas de Cochabamba que tomó muestras de tomate, apio, lechuga y otros, detectó la presencia de residuos de plaguicidas altamente peligrosos.

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Imagen: composición de uso libre.

Fuente:ANF

 



El alza de los precios del tomate y de otros productos de la canasta familiar genera preocupación diaria debido a la crisis económica, sin embargo, existen estudios que sugieren tomar en cuenta no solo la cantidad de productos que uno puede adquirir, sino la calidad. Es decir, considerar también el riesgo que implica para la salud la presencia de químicos tóxicos en los alimentos que se producen y consumen.

Para los agricultores que hacen uso de plaguicidas para controlar las plagas o mejorar el tamaño de los productos, no es fácil comprender el riesgo por exposiciones crónicas, ya que los efectos en la salud no son inmediatos como en las enfermedades infecciosas. Por esto, el riesgo de la exposición a plaguicidas pasa desapercibido.

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Un ejemplo son los tomates, el apio y la lechuga que para producirlos son rociados con numerosos productos químicos, de los cuales no siempre es posible mantener un registro adecuado. Algunos químicos, dependiendo de su composición, no se quedarán en la piel del tomate, sino que penetrarán en la pulpa y en otros casos no desaparecerán del alimento. Ante esto, es también responsabilidad del consumidor iniciar a cuestionarse sobre la calidad de los productos agrícolas que consume.

Desde la Fundación Agrecol Andes, una institución que promueve la producción ecológica y el cuidado del medio ambiente, se trabaja para que el consumidor reflexione acerca del alimento que está comprando y que va a consumir, es decir, cómo ha sido producido. También se enfoca en los productores, para que ellos empiecen a proyectar sus producciones sin el uso de plaguicidas que son dañinos para la salud humana, pero también del medio ambiente.

En ese contexto, Agrecol Andes  viene realizando una investigación para determinar si existe presencia de agentes tóxicos y en qué cantidad y con qué riesgo en algunos alimentos básicos de la alimentación familiar urbana y rural de Cochabamba. Los datos generan preocupación porque en alimentos como el tomate y el apio se evidenciaron residuos de productos que son aplicados en la fase de crecimiento del cultivo que en la teoría deberían desaparecer, pero no sucede así.

“Los cultivos que más nos han preocupado y nos preocupa son el tomate, la lechuga, y principalmente el apio, este último, ha salido con datos que nos llaman la atención”, señaló Tito Villarroel, ingeniero responsable del programa cono sur de la Fundación Agrecol Andes.

Este estudio se realizó en Cochabamba en la región Cono Sur (Totora y Pasorapa) y en el área metropolitana (Quillacollo, Vinto) en dos fases: invierno 2024 y verano de 2023. Las muestras de verano se las tomaron en cinco cultivos: el tomate, la lechuga, el trigo maíz y la papa.  Para invierno, las muestras fueron en productos como el tomate, lechuga y la incorporación del apio, resaltando que este último producto está siendo consumido por personas que buscan una alimentación saludable.

En ambas fases se detectó la presencia de residuos. En la primera se encontró alrededor de catorce residuos de plaguicidas altamente peligrosos incluso superando el límite permitido. Varios de ellos prohibidos por las reglamentaciones y las normas internacionales como el Codex Alimentarius.

En ambas fases, las muestras llegan a un número de 63, tomadas de diferentes puntos de venta como ferias, almacenes familiares de productores y en mercados. En el caso del tomate se encontró hasta cinco tipos de residuos de plaguicidas que son cancerígenos a largo plazo y que afectan el sistema nervioso.

 

Lo que busca la Fundación Agrecol Andes con esta investigación es revelar esta realidad, muchas veces desapercibida, para que desde los distintos niveles de decisión se pueda coordinar acciones efectivas para mejorar la calidad de los productos que se consumen. Además, coadyuvar a que las normas de control de plaguicidas sean más efectivos y en los sectores donde no exista estas normativas se las puedan implementar.

De esta manera, empezar a trabajar para que estos datos vayan disminuyendo y se pueda ofrecer a la población alimentos saludables, producidos cuidando la salud, pero además el medio ambiente. Porque con el uso de plaguicidas no solo se daña la salud humana, sino el ecosistema y la biodiversidad por los residuos tóxicos que afectan el aire y el agua, pero también a los seres vivos que lo habitan, por ejemplo, las abejas.

“Se dice que de un plaguicida aplicado a un cultivo, menos del 50% realmente llega al cultivo, más o menos el 46% y el 54% se va al aire, al suelo, al agua, al ambiente”, asegura Villarroel.

Desde esta perspectiva, se invita a tomar acciones frente a esta realidad y no solo basarse en el tema económico, ya que estos productos básicos para la alimentación también pueden presentar un riesgo para la salud, sino se toman acciones pertinentes.

“Hay que ir reflexionando reitero, entre instituciones, consumidores, medios de comunicación, decisores de políticas. (…) queremos hacer fuerza para que vayamos transitando hacia la construcción de sistemas alimentarios, más saludable y producir, consumir alimentos, cuidando el medio ambiente”, finalizó Villarroel. 

 La Fundación Agrecol Andes es una organización de desarrollo sin fines de lucro que tiene por finalidad promover la agricultura ecológica para el desarrollo rural, urbano y periurbano, sostenible, en los niveles local, nacional y regional andino.

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