La próxima vez que nos enfrentemos a una nueva amenaza para la salud, debemos preguntarnos: ¿estamos reaccionando por preocupación genuina o por miedo condicionado?

El miedo a las enfermedades y la ansiedad ante la salud | Psyciencia
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Ronald Palacios Castrillo

En una era en la que siempre se avecina el próximo problema sanitario, nos hemos convertido en una sociedad condicionada a reaccionar con miedo y obediencia inmediatos. Cada crisis, desde el SARS en 2003 hasta las variantes del COVID-19 de hoy, ha sido un redoble de tambores en una marcha larga e implacable de guerras bacteriológicas que se han arraigado profundamente en nuestra conciencia colectiva. El ciclo es siempre el mismo: el anuncio de una nueva variante desencadena un pánico generalizado, que lleva a que los estantes de los supermercados queden vacíos y a un rápido cambio hacia las reuniones por Zoom y la educación en línea. A continuación, se instalan puestos de control militares y confinamientos, y las autoridades aíslan las comunidades en un intento desesperado por contener al enemigo invisible.

Este patrón de respuesta al miedo no es nuevo; se ha elaborado meticulosamente a lo largo de décadas, como lo demuestran las icónicas portadas de la revista Time. Cada portada, una marca de tiempo de nuestra ansiedad colectiva, nos recuerda el tema recurrente del miedo existencial que se teje a lo largo de nuestra historia. La gripe aviar, el H1N1, el ébola, el zika: cada uno de ellos es un capítulo de la saga en curso de nuestra batalla contra las amenazas microscópicas. Los medios de comunicación, como el director de una orquesta de pánico, tocan la misma sinfonía de miedo con cada nueva amenaza, empujándonos a reaccionar de manera predecible.



La parodia de South Park resume esto a la perfección. Ante una nueva variante de COVID, los ciudadanos de South Park se apresuran, sus acciones son un espejo de nuestras propias respuestas en la vida real. El anuncio de la variante del Programa de Recompensas Delta Plus lleva a la ciudad al caos, con aglomeraciones en los supermercados, una avalancha de pañales de hojalata y un confinamiento impuesto por perímetros militares. La naturaleza satírica del episodio subraya una cruda realidad: nos han entrenado para responder con miedo.

Este entrenamiento no es accidental. Es el resultado de años de condicionamiento mediático y directivas gubernamentales, que refuerzan un estado de preparación permanente para la próxima crisis sanitaria. Se nos dice que mantengamos la calma, pero los mismos sistemas establecidos alimentan nuestro pánico. La noción de una «nueva variante» evoca instantáneamente imágenes de pandemias pasadas, reavivando el miedo que se nos ha inculcado cuidadosamente a lo largo del tiempo.

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En este estado de mayor vigilancia, perdemos de vista una verdad fundamental: nuestras respuestas están orquestadas. Las guerras de gérmenes que han aparecido en las portadas de la revista Time son más que simples batallas contra virus; son batallas por nuestras mentes. Moldean nuestras percepciones, dictan nuestros comportamientos y mantienen un estado de miedo que es tan contagioso como cualquier enfermedad.

Mientras navegamos por estos ciclos recurrentes de alarmas sanitarias, es fundamental reflexionar sobre cómo nos han entrenado para responder. Las guerras de gérmenes no solo han afectado nuestra salud, sino que también se han infiltrado en nuestra psique colectiva, creando una cultura del miedo que es difícil de romper. La próxima vez que nos enfrentemos a una nueva amenaza para la salud, debemos preguntarnos: ¿estamos reaccionando por preocupación genuina o por miedo condicionado? Esta es la pregunta que persiste, instándonos a reflexionar indefinidamente sobre nuestra realidad y las fuerzas que la moldean

Ronald Palacios Castrillo

Fuente: eju.tv