Sin “piropos” las calles serían más seguras para las mujeres

Silbidos, palabras soeces por la apariencia o forma de vestir y comentarios groseros contra niñas y adolescentes son algunas de las formas de violencia de género más normalizadas.

Jorge Fernandez

Foto ilustrativa de dos hombres sometiendo a acoso callejero a una mujer. / ARCHIVO
Foto ilustrativa de dos hombres sometiendo a acoso callejero a una mujer. / ARCHIVO

 



Fuente: Opinión

Adela C., de 23 años, se vio obligada a cambiar de ruta a su hogar, agobiada por los insultos, disfrazados de “piropos”, que sufría casi a diario cuando caminaba por una calle por la cual había transitado desde su niñez.

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Esta universitaria afirma que, en un principio, trataba de ignorar “las barbaridades” que le gritaban desde una construcción cercana a su domicilio o cuando pasaba por el portón de un taller mecánico en la zona sur de la ciudad. Sin embargo, decidió tomar otro camino debido a que, en una ocasión, uno de los hombres que la acosaba se acercó “demasiado” a ella, lo que le hizo temer que, en cualquier momento, la podían atacar.

Adela es una de las muchas mujeres que “sobrellevan” cada día el acoso callejero en  Cochabamba, y cuando se animan a reaccionar contra sus agresores, estos, que se encuentran generalmente en grupos, intentan propasarse más allá de los insultos y recurren al manoseo.

Respecto a este tema, los datos son más que preocupantes. Según la directora de la Oficina Jurídica para la Mujer y de la Fundación Kallpa, Jinky Irusta, 9 de cada 10 mujeres han sufrido acoso sexual callejero en algún momento de sus vidas.

Este dato se desprende de un estudio que instituciones de la sociedad civil realizaron en La Paz, El Alto y otras ciudades de  Bolivia, en base a entrevistas que se hicieron a mujeres de diferentes edades, entre niñas, adolescentes y mayores.

En el contexto internacional, según la organización Plan Internacional, 8 de cada 10 jóvenes mujeres han sufrido acoso callejero en alguna ocasión y, según sus testimonios, son víctimas de “piropos, miradas insistentes, silbidos, comentarios no deseados y persecuciones”.

Los resultados obtenidos por Plan Internacional concluyen que el 90% de las chicas víctimas de acoso callejero no recibieron ningún tipo de ayuda de parte de los peatones; un 21% señaló que es tan habitual el acoso, que se han acostumbrado; y solo el 3% llega a denunciar.

En muchos países, el acoso callejero es tan fuerte que las víctimas se resignan, lo que limita sus derechos de movilidad, libertad y educación.

Una de las consecuencias del acoso sexual callejero, según Irusta, es la inseguridad a la que están expuestas las mujeres en las calles, y en otros espacios públicos, porque no pueden caminar sin temor, debido a que en cualquier instante pueden ser insultadas con palabras soeces o atacadas físicamente.

“Muchas mujeres, especialmente niñas y adolescentes, son víctimas de acoso callejero, desde silbidos y piropos disfrazados. Ninguna de las entrevistadas se siente segura en los espacios públicos”, afirma Irusta.

Puntualiza que, según los testimonios recabados en la encuesta, más de una niña y adolescente tuvo que cambiar de ruta a su hogar o a su unidad educativa cuando existe alguna construcción en su recorrido, porque desde ahí provienen algunos de los insultos más denigrantes de parte de los agresores.

Ese es el caso de Martha U., de 32 años, quien tuvo que variar su recorrido hacia su trabajo, debido a que era víctima de acoso callejero casi a diario.

Ella, madre de dos niñas y secretaria de una entidad pública, asegura que cuando alguna vez encaró a sus agresores, estos argumentaron que se trataba de “piropos inocentes” y que ella debería sentirse “más bien halagada”.

Sin embargo, Martha sostiene que se trata de “insultos” de grueso calibre y los denominados “piropos” le hacen sentir muy incómoda, además de que menoscaban su dignidad de mujer.

“Sin los piropos, las calles serían más seguras para las mujeres. Además de las palabras groseras que nos lanzan algunos hombres, estos pueden pasar fácilmente a la agresión física”, advierte Martha.

En su caso, lamenta que incluso tuvo que cambiar su forma de vestir, y ahora usa ropa más holgada que le cubre su cuerpo, con la intención de ocultar sus formas de mujer, para que no sea víctima de acoso sexual callejero por su apariencia.

PROYECTO DE LEY Irusta afirma que, por el momento, no existen datos precisos sobre el número de casos de acoso sexual callejero en el país, debido a que este tema no está legislado.

El acoso callejero, según la abogada, se manifiesta no solo con insultos, sino también mediante agresiones físicas hacia las mujeres que podrían ser tipificadas también como abuso sexual.

“El acoso no solo se da en las calles, sino también en los espacios públicos, como plazas, vehículos de transporte o lugares de empleo”, abunda.

Y con el fin de visibilizar el acoso callejero, Irusta señala que como Fundación Kallpa elaboran un proyecto de ley, para cuyo fin se realizan pruebas piloto en los municipios de San Lorenzo, en Tarija; Warnes y Montero, en Santa Cruz; Cliza y Sacaba, en  Cochabamba; y Viacha, en La Paz.

“En  Cochabamba, como parte de la Comisión Municipal de la Mujer y de la Niñez, hemos presentado una propuesta de ley al Órgano Deliberante, bien fundamentada, sobre el acoso, porque necesitamos lugares seguros en las calles, por ejemplo, que haya iluminación” afirma.

Uno de los puntos más importante de este proyecto de ley apunta a sensibilizar a hombres y mujeres sobre los daños que causa el acoso callejero, “porque todos tenemos que luchar contra esa forma de violencia que, en algún momento, ha sido naturalizada”.

En cuanto a posibles castigos, lo que busca la ley, más allá de penalizar el acoso callejero, es que se concientice a toda la población, pero en algunos casos se podría emitir sanciones económicas o administrativas para visibilizar este tema.

Esta ley busca promover la prevención en todos los ámbitos, desde el hogar, las instituciones educativas, las entidades públicas, las empresas y las fuentes de empleo, con un gran objetivo, el de garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, tal como señala la Ley 348.

 Irusta estima que este proyecto de ley, con su tratamiento en el Concejo Municipal, podría ser aprobado en dos meses.

ESPACIOS SEGUROS Un punto de partida para eliminar el acoso callejero es brindar lugares seguros a las mujeres, lo cual se puede conseguir con una mejor iluminación en las calles, afirma el abogado de la Fundación Kallpa, Manolo Bellott.

Apunta que al menos el 50% de los casos de acoso contra las mujeres ocurre en las calles, y entre un 15 y 20% en plazas y parques, y el resto en otro tipo de espacios.

A la falta de iluminación, se suma que hay sectores en los que las mujeres sufren mayor inseguridad, donde, para rematar, no existe la presencia de policías.

Otro tema que puede dar lugar al acoso callejero es la falta de vehículos de transporte público para que las mujeres vayan a sus hogares, por lo que eso las hace vulnerables a sufrir hasta abuso sexual, sobre todo en áreas periurbanas donde la conexión entre el domicilio y los espacios públicos más concurridos no son los adecuados, finaliza Bellott.

Fuente: Opinión