A 39 años el 21060 sigue vivito y coleando

Por: Daniel Castro, periodista

El 29 de agosto de 1985, Víctor Paz Estenssoro enfrentó una cruda realidad que reflejó con su icónica frase: “Bolivia se nos muere”. La hiperinflación, el virus que acabó con la presidencia de Hernán Siles Zuazo, arrasaba con la economía de los bolivianos y de preferencia afectaba a los pobres, desempleados, jubilados y asalariados.



La economía era el principal desafío a resolver y Paz Estenssoro lo hizo con la promulgación de DS 21060, que venía con una fórmula creada en Harvard, de la mano del economista Jeffrey Sachs, por pedido expreso de David Blanco y Ronald MacLean. Un programa con un enorme costo social pero efectivo.

Bien o mal, la “receta” neoliberal frenó la hiperinflación que alcanzó a 329% en 1983 a 2.177% en 1984 y a 8.170% en 1985, según datos de la época. Hoy, en pleno declive del proceso de cambio populista del MAS, iniciado el 2005 por Evo Morales y su economista, hoy presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora, sigue con vida y goza de buena salud a 39 años de su nacimiento

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Fue en agosto de 1985 que, en su cuarto mandato, el gobierno de Víctor Paz (1985-1989) marcó el inicio de la Nueva Política Económica (NPE) en Bolivia.

El decreto logró estabilidad monetaria que no sólo detuvo la crisis económica, sino que hasta el presente, pese a los innumerables discursos encendidos en su contra de los teóricos, dirigentes y políticos, seguidores de las “recetas” del socialismo del Siglo XXI que nos (des) gobiernan desde enero de 2006, sigue como el incontestable garante de la política económica del país.

Si bien es cierto que la quiebra económica boliviana no fue causada por Siles Zuazo (1982-1985), porque se venía arrastrando desde los años 70 fue su inoperancia al dejar que los problemas crezcan, maduren y se pudran con la ilusión de que solos desaparezcan, lo que desembocó en uno de los peores gobiernos civiles, justo al inicio de la actual era democrática, cuyo caudal de esperanza de mejores días, después de los cruentos golpes militares, acabó con cuanto apego popular haya tenido.

Fue precisamente ese clima de descontento popular, donde el sueldo no llegaba a fin de mes y los asalariados cobraban en millones de pesos y corrían a la plaza a buscar cambistas para cambiar el fruto de su trabajo en la moneda norteamericana tan escasa por estos días. Éramos todos “millonarios”, pero el sueldo promedio no alcanzaba para adquirir cien dólares americanos.

En ese clima la receta de Jeffrey Sachs, resistida por los movimientistas tradicionales, que tenían en mente la revolución del 52, la reforma agraria y la nacionalización de las minas, logró imponerse y el “mono”, como era conocido Víctor Paz, mostró su pasta de estadista y contra viento y marea promulgó el decreto que le daría las condiciones para gobernar el país.

No fue fácil, las nuevas medidas implicaron la relocalización por los despidos masivos que fundamentalmente afectaron a los trabajadores de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), y a la postre fueron el germen que terminó en lo que hoy es el Chapare, con las seis federaciones de cocaleros y desde donde Evo Morales inquieta, perturba amenaza y critica a su ex ministro de Economía.

Pero el 21060 marcó lo que se pensaba era el principio del fin de la presencia del Estado en la escena empresarial boliviana; proceso que culminó con las medidas de capitalización ejecutadas ya durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada (1993-1997) en cumplimiento de su “Plan de Todos”.

La historia nos muestra que no fue así y la tentación de hacer comparaciones entre la época vivida por Siles Zuazo y la de Arce Catacora es inevitable.

La incertidumbre que se vive con la estatización de la economía y el desmesurado crecimiento de la maquinaria del estado socialista con la treintena de empresas estatales deficitarias que todos los bolivianos mantenemos con nuestros impuestos, a las que se debe sumar los cientos de miles de funcionarios estatales que engrosan el gasto público; lo que ha llevado a que el déficit fiscal supere el 10%, nos deja un sabor amargo y el panorama se vuelve desolador.

Ah… y si le agregamos las semejanzas de los mandatarios mencionados, que no tienen el talante del “Mono”, para gobernar y tomar decisiones y encima vemos que al actual Presidente se le ha ocurrido como solución a los problemas de la economía, falta de combustible y falta de dólares, inventarse un referéndum para que el pueblo decida por él, la cosa se pone peor.

LHT Noticias