La santidad del Tata Pérez

 

Todo lo hizo bien. Llegó casi adolescente a Bolivia y curiosamente compartió las estaciones de Radio que un día fueron mías. Fides o Loyola de Sucre, en cuya inauguración participé como integrante del Coro Don Bosco, invitados al solemne lanzamiento de la emisora, y luego en Pío XII, que me consideró uno de los tres afortunados locutores, Mario Otero (+), Gastón Dick (vive en Sucre) y un servicio que sobrevive al exilio de García Meza en el reino de Suecia.



Mis dos verdugos, Luis García Meza y su ministro del Interior, ejecutor de las muertes y masacres, ambos están muertos. Ambos recibieron mi perdón, porque los cristianos estamos llamados a perdonar, para que nuestras culpas propias también sean perdonadas.

Sí, invoco a la santidad de toda una vida de Eduardo Pérez, de Bolivia saltó a Chile, doble profesión, el sacerdocio católico y el periodismo profesional… Ya formado siguió en Pío XII, con otro sacerdote consagrado a Dios y su Iglesia como Gregorio Iriarte, me tocó entrevistarlo en C.13 de Cochabamba, «me siento como en la Pío XII» me dijo por halago, así como entrevisté a los salesianos Luis y Antonio Díez, ambos de Madrid y que vivieron hasta el encuentro con Jesús en Bolivia.

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Tata Pérez entregó su capacidad, sus fuerzas y luces a la causa de Bolivia desde dos vertientes, la verdad de su palabra hecha verbo y su apostolado con los pobres, y con el deporte ciclístico.

Construyó Fides y hasta le hizo un ascensor para su vehículo, siempre a la puerta para acudir al centro del suceso. Formó un equipo de valiosos comunicadores e hizo una empresa de Fides de modo que sufriera sobresaltos ya en su ausencia física.

Dotado de agudo sentido del humor, combinó a menudo el sarcasmo con la crítica pura, los «grandes líderes» a los que solía entrevistar no lograban contradecirle… su verdad era contundente.

Soy de los convencidos de las hermosas virtudes del cura jesuita, de su obediencia, la Orden, a la Iglesia, a la doctrina de la fe, por ello, deseo ser de los primeros que invoquen la Santidad para sus actos, en un medio plagado de sus aportes, lleno de ejemplos y templanza.

Paz en su tumba y gloria para su espíritu que al fin descansa junto al Supremo Creador.