La modernidad municipal


Norah Soruco de Salvatierra

SORUCO Todos estamos complacidos, y en particular los habitantes de zonas alejadas, por la construcción de unidades educativas y algunos centros médicos encarados por la Alcaldía, porque llevan condiciones de vida distintas a la población de esos barrios, aunque muchos de ellos hayan sido creados por la ‘viveza de los vendedores de tierras’, especulando con la necesidad social para promoverlos de forma inconsulta con la normatividad urbana, pero que a la larga imponen su innegable presencia consiguiendo reconocimiento de la institucionalidad pública o cooperativa, no siempre retribuida con un buen comportamiento ciudadano que exprese arraigo a la tierra que decimos amar.

La explosión demográfica en la capital más nuevas competencias que se les ha ido creando han determinado una administración edil cada vez más amplia y compleja, no acompañada con los necesarios e indispensables cambios de la estructura administrativa y técnica del ente municipal, como sucede en otros países, donde, por un lado, han introducido una visión metropolitana que encare las grandes obras bajo una planificación estratégica y ejecución conjunta entre los municipios involucrados, y, por el otro, han desconcentrado todas las operaciones con las respectivas atribuciones y responsabilidades, en beneficio de la celeridad y simplicidad burocrática.



Nadie con sentido común puede desconocer lo que se está haciendo bien, pero tampoco que falta mucho por hacer para construir la capital que queremos, amable, bonita, moderna, y que esa complejidad que llegó en muy pocos años tiene muchas caras, varias de las cuales son insuficientemente atendidas. Así como en el pasado no tan reciente, por propia iniciativa y esfuerzo fuimos capaces de abrir sendas nuevas en la forma de organizarnos y funcionar bien, hoy debemos plantearnos otras formas de organización y trabajo bajo parámetros óptimos. El gran carisma del actual alcalde da para promover una verdadera transformación de visión, estructuras y conductas, tanto funcionarias como ciudadanas. Y seamos el atractivo no de una, sino de muchas cumbres junto a nuestro derecho a vivir mejor.

El Deber – Santa Cruz

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