En esta categoría se ubicaría la UTARC, supuestamente disuelta. No actúa como organismo de seguridad del Estado sino como el brazo represivo del MAS.
La hora de los Rambos
Todo Estado se dota de organismos que se encarguen de velar por su seguridad y por las ciudadanos. En los Estados democráticos se acude a ellos en casos de extrema necesidad y su intervención está normada con precisión de forma de evitar que por su propio entrenamiento puedan incurrir en excesos y abusos.
En los Estados autoritarios, el uso de estos organismos es intensivo y se podría decir que en cierto modo se constituyen en un poder paralelo y que en algunos casos adquieren una dinámica propia sin responder a los fines para los que fueron creados. Para ejemplos tenemos la KGB en la era soviética y la propia CIA norteamericana cuyas actividades han sido cuestionadas en diversas partes del mundo.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En Bolivia existió una gran profusión de este tipo de organismos de seguridad o “inteligencia”. Recordemos al “Control Político” creado a partir de 1952 y adquirió celebridad por sus métodos que no eran precisamente muy humanitarios.
En la época de la dictadura banzerista fue creada la Dirección de Orden Político (DOP) de triste recuerdo para muchos militantes de la izquierda entre los cuales, por supuesto, no se encontraban los actuales miembros del gobierno y del MAS.
Fue en la dictadura de Garcia Meza cuando estos grupos adquirieron persona y apostura bajo el mando de Luis Arce Gómez. El Servicio Especial de Seguridad fue formado sobre la base del anterior DOP con el refuerzo de grupos paramilitares y entre sus “hazañas” se puede recordar al asesinato de dirigentes miristas en la calle Harrington de La Paz.
Las actividades de estos grupos eran por lo general clandestinas lo que servía muy a sus propósitos ya que sus detenidos podían desaparecer sin que se pudiera acudir a ninguna estructura formal del Estado.
Durante los gobiernos democráticos los servicios de Inteligencia quedaron subordinados directamente a la estructura formal de la Policía con lo cual se atenuó, no desapareció, la posibilidad de que estos grupos cayeran en la tentación de actuar de manera independiente.
Como ya lo dijimos, el Estado requiere, en cierta forma de este tipo de grupos y podrían ser considerados como un mal necesario. El peligro surge cuando comienzan a ser utilizados, como en las dictaduras, como un instrumento de represión política y sus actividades se desarrollan en un submundo que linda en lo delincuencial.
Esto es lo que sucedió con el grupo conocido como UTARC (hoy supuestamente disuelto). No fue un organismo de seguridad del Estado sino el brazo represivo del MAS. Sus métodos no diferían de los utilizados durante las dictaduras; sus operativos contra los opositores se efectuaban con profusión de violencia y los capturados, innecesariamente encapuchados y enmanillados eran trasladados de forma expeditiva a la ciudad de La Paz, para ser sometidos a ese remedo de justicia que estableció la Fiscalía de Distrito cuyos oscuros manejos están siendo también, poco a poco, desvelados.
La tenacidad con la que se oculta la identidad de quienes realizan los operativos de escarmiento a opositores y autonomistas y ejecutaron la agresión a bala contra un periodista y un camarógrafo de la red televisiva Unitel es una muestra de que los métodos utilizados son aprobados por las autoridades gubernamentales y mas concretamente por el presidente Evo Morales y su ministro de Gobierno, Alfredo Rada.
En cierta forma, la actividad de este tipo de grupos marca la pauta de la forma en que los gobiernos elegidos democráticamente devienen, de manera paulatina, en totalitarios. Además, que estos organismos se nutran de policías de amplio prontuario delictivo y cuyos jefes se hagan llamar el “loco” o “rambito” no es un síntoma muy tranquilizador para los indefensos ciudadanos del país.