La verdadera Marcha Indígena por la Vida y el Territorio viene desde el Alto y el Bajo Paraguá

Ves estas imágenes del fotógrafo cruceño Daniel Coimbra y pasma la belleza.

Fuente: https://ideastextuales.com



Podrían ser los verdores del verano en alguna localidad inmersa en los bosques irlandeses, alemanes o suizos a orillas de un río europeo, un lugar al que escapan los turistas del mundo en búsqueda de Naturaleza, tranquilidad, paz interior, silencio arrullado por el trinar de las aves de paso.

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Pero este sitio paradisíaco no queda tan lejos como allende el océano y sin embargo, pervive y subsiste lejos de los transitados caminos carreteros entre las grandes ciudades, allí donde no existen fronteras entre la Chiquitania y la Amazonia, en el corazón del continente sudamericano. Es la comunidad de Piso Firme.

Son los territorios ancestrales del Alto Paraguá y el área municipal protegida del Bajo Paraguá, territorios que han sido víctima de los incendios forestales atroces que arrasaron otro año consecutivo pero con mayor impacto que nunca sobre 10.000.000 (diez millones) de hectáreas de bosques.

Los traficantes de tierras, las invasiones legalizadas y la deforestación en avanzada hacen estragos en los territorios indígenas de las tierras bajas. «La nueva Área Protegida Municipal Bajo Paraguá San Ignacio de Velasco, que tiene también el título de Reserva Forestal Bajo Paraguá, está situada en el distrito del mismo nombre, provincia de José Miguel de Velasco, departamento de Santa Cruz en Bolivia. Fue creada el 12 de febrero de 2021 para proteger casi un millón de hectáreas —983.000 para ser más exactos— de bosques primarios de la Chiquitania. El ecosistema chiquitano ha sido uno de los más afectados por los incendios forestales de 2019 y 2020, alrededor de 8 millones de hectáreas perdidas que hoy confirman la urgencia de proteger este espacio natural boliviano», describe Iván Paredes Tamayo/Mongabay Latam difundido por La Región.

Hace 8 días que 170 hombres, mujeres y niños de 13 comunidades del Alto y Bajo Paraguá iniciaron una larga marcha a pie a la capital de la provincia Velasco, del departamento de Santa Cruz, Bolivia, para ser escuchados. «Cumplimos la meta de hoy llegando a la comunidad de San Javierito a las 10:30 horas de esta mañana» informa uno de los caciques que encabeza la marcha, Lordy Suárez Choré, «alcanzando los 137 kilómetros de recorrido aproximadamente. Aquí vamos a descansar y mañana seguimos. En el transcurso de la semana vamos a llegar a San Ignacio de Velasco».

Las comunidades indígenas chiquitanas han sido las principales afectadas por los incendios forestales devastadores de este año. Su vida, su cosmovisión, su mundo son los territorios que habitan, de donde se proveen de alimentos, agua y medicinas naturales. Tras el flagelo del fuego y en medio de las cenizas de miles de árboles y animales propios de la Chiquitania, no esperaron los avasalladores a que se enfriara el suelo ni a que se recuperaran sus guardianes ancestrales, que ya comenzaron a instalar asentamientos para apropiarse de la tierra. Los cabildos chiquitanos, siguiendo su cultura, decidieron de forma pacífica marchar a presentar sus demandas en protección a sus derechos y a sus territorios.

También fortalecen la marcha con su participación las dirigentes de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas (CNAMIB) y la Organización de Indígenas Chiquitanas (OICH). «Las mujeres junto a los niños y los ancianos son el alma de esta marcha indígena», afirma Suárez Choré. «Somos gente de diálogo, gente pacífica; no guardamos rencor, odio ni resentimiento. Sólo queremos soluciones respetando nuestra cosmovisión».

Hasta el momento no han tenido ninguna baja y han sido bien recibidos en todas las comunidades indígenas a su paso: Carmen de Ruiz, San Antonio zona Santa Rosa, Santa Rosa de la Roca, Sañonama, Mercedes de las Minas, Piso Firme, San Javierito. De cada una de ellas se han sumado nuevos marchistas totalizando 200 al día de hoy.

La cacique de Piso Firme explica su presencia en esta medida extrema: «No vamos a permitir que nuestro territorio sea avasallado, sea destruido, porque hoy nuestro territorio quedó hecho cenizas y con avasalladores que no vamos a permitir que se asienten porque por años nuestros ancestros fueron los guardianes. Además ha habido un cambio trascendental donde nuestro río Paraguá se está secando. No hay agua, está seco. Por eso es esta marcha para defender nuestro territorio».

Demandan que las autoridades intervengan ante los asentamientos ilegales en el área protegida Bajo Paraguá, que efectúen acciones inmediatas para apagar los incendios forestales que afectan las comunidades, que se comprometan a soluciones inmediatas y efectivas para enfrentar la sequía y la crisis de recursos hídricos en la zona, la protección del territorio ancestral del Alto Paraguá y el respeto al Área Protegida Municipal Bajo Paraguá, que se prioricen planes de acción post-incendios y medidas de conservación ambiental, la construcción de caminos que faciliten la conexión entre comunidades, como el tramo Carmen de Ruiz-Campamento.

«Estas comunidades indígenas viven de la naturaleza, de los recursos naturales y con los incendios forestales lo han perdido todo.

Es una crisis que el país no quiere ver o que se tapa por una mezquina agenda política de un solo partido político», afirma María René Álvarez, diputada de la circunscripción chiquitana. «Como diputada representante de la Chiquitania, he mandado notas a los ministerios de Presidencia, de Medio Ambiente y de Desarrollo Rural, para elevar la voz de esta marcha y su pliego justo que merece atención inmediata del Estado».

Tenemos un deber moral, más allá de la gran buena voluntad que muchos pusieron en aportar con su presencia como bomberos, con sus colectas de agua, víveres, medicamentos, ropa, logística, cisternas, transporte y todo lo que se pudo para socorrer en medio del desastre nacional en que se convirtieron los incendios forestales en la Chiquitania y en la Amazonia.

Nuestro deber es acompañar hoy y siempre a quienes resguardan la Naturaleza que no sabemos conservar, amplificar su voz como si fuera la nuestra clamando por el respeto y la garantía a los derechos de los pueblos indígenas de las tierras bajas. Durante siglos la selva, los bosques, los ríos y las fuentes de agua han estado ahí gracias a que su uso ha sido limitado a la vida de las comunidades indígenas de acuerdo a su modo de ser: Ellos tienen la Naturaleza que admiramos pero que perdimos a nuestro alrededor, sacrificándola a cambio de calles, aceras, viviendas, comercios, cemento. Otras formas de vida humana no tienen derecho a destruir la que habita a su manera los lugares que heredaron de sus ancestros junto a las enseñanzas y el ejemplo de su relación cultural, espiritual, económica, social y política en la comunidad a la que pertenecen y su entorno.

Se los debemos. Nos lo debemos. Aprender, recordar, defender, es nuestra obligación y un compromiso con esta tierra bendita que tanto nos da y tanto le quitamos.

por Gabriela Ichaso.

Un tesoro natural que deslumbra y articula la vida

A medida que uno se va adentrando más en el camino de tierra, por tramos color terracota y por otros, un tanto más blanquecino; tiene el primer impulso de tomar fotografías; pero, pronto uno se da cuenta que el Bajo Paraguá no es solo merecedor de una foto —o un centenar de ellas—, sino de un momento de silencio para dejarse envolver en su grandeza. El sonido imponente de las hojas agitándose entre ellas, el color verde refrescante de un bosque de transición entre el Bosque Seco Chiquitano y la Amazonía, hacen de la zona, un espectáculo vivo.

Los árboles crecen en altura durante el transcurso de la travesía, y por partes, las copas de los frondosos árboles de ambos extremos del camino se unen, haciendo que el viajero transite bajo los umbrales de un túnel natural.

Mientras Bajo Paraguá deja deslumbradas a las personas que se adentran en sus entrañas, la vida que mantiene y protege en su interior, sigue su curso. Más de 1.200 especies de vertebrados tienen por casa a esta región; incluyendo al felino más grande de América: el jaguar (Panthera onca).

La alta densidad poblacional de este animal es un indicio del buen estado de conservación de la zona y demuestra el papel crucial que cumple como corredor de conectividad entre diferentes áreas naturales de vital importancia. El Parque Nacional Noel Kempff Mercado (un patrimonio natural de la humanidad), y el Área Protegida Municipal Copaibo son vecinas de la región; a su vez, estas dos áreas protegidas colindan con otros espacios de conservación; lo que quiere decir que el haber enmarcado al Bajo Paraguá bajo una figura de área protegida, representó hacer encajar una pieza faltante en un rompecabezas de protección.

El bloque de conservación va desde la Unidad de Conservación de Patrimonio Natural Ríos Blanco y Negro, ubicada al norte de Santa Cruz, hasta el Parque Estadual Serra de Ricardo Franco, ubicado en el Mato Grosso de Brasil; aunque las áreas protegidas tienen tuiciones independientes en cada país (Bolivia y Brasil), la biodiversidad no reconoce fronteras; así que toda la franja de conservación que en total unen a siete áreas protegidas, forman un corredor transfronterizo de más de 5 millones de hectáreas donde fluye la vida.

El reino animal que habita el área protegida es vasto, pero, Bajo Paraguá es generalmente reconocida por un ser vivo que no posee ojos: sus especies forestales; hasta el 2012, 79 especies de árboles, arbustos y palmeras con uso forestal y no forestal fueron identificadas. El árbol no tiene potencial solo en su madera, eso lo saben bien los comunarios; el aprovechamiento sostenible de productos forestales no maderables, como el asaí, representa un medio de vida también.  “El asaí ha significado que la gente vuelva al pueblo”, dice Rolvis Pérez de la comunidad Porvenir, quien recuerda que luego del aprovechamiento del palmito, se necesitaba crear una nueva fuente de ingreso económico para la gente, ya que había empezado a irse de la comunidad por necesidad. El asaí (Euterpe precatoria) es conocido por el aprovechamiento de su pulpa, sin embargo, no es lo único que se puede aprovechar de esta palmera; las hojas también son aprovechables; y los comunarios ya tienen proyectos para usarlas como materia prima para platos biodegradables.

Sin lugar a duda, Bajo Paraguá es un tesoro natural invaluable; pero también, en sus adentros, conserva de manera dedicada un bien intangible que no es replicable: la cultura de sus cuatro comunidades. Piso Firme, Florida y Porvenir mantienen una cultura chiquitana viva; mientras que Picaflor, resguarda su identidad guarasugwe. Las más de 130 familias que se distribuyen a lo largo y ancho de la nueva área protegida, tienen una relación estrecha con su territorio y recursos naturales; así que, proteger su entorno, es, en definitiva, asegurar su subsistencia también.

por Carla Pinto Herrera / FCBC

Fotos de Alto y Bajo Paraguá: Gobierno Autónomo Municipal de San Ignacio de Velasco.

Fotos y videos de Marcha Indígena: Vocero chiquitano.

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