Un título que puede parecer muy ambicioso y, probablemente, solo una quimera. Sin embargo, es el deseo y la aspiración que muchos bolivianos compartimos. Hoy nos preguntamos: ¿qué debemos hacer en nuestro querido país después de este régimen fallido de casi dos décadas?
Recordemos que cuando Evo Morales asumió la presidencia de Bolivia en enero de 2006, tras una votación favorable de más del 53%, la mayoría ciudadana vio una luz de esperanza. Comenzamos a soñar con un cambio real que nos permitiera alcanzar un mayor nivel de desarrollo integral. Se vislumbraba un concepto diferente de hacer política, con una propuesta de transformación basada principalmente en la reivindicación de los derechos de las mayorías desposeídas, la inclusión y la justicia social.
En ese momento, no solo quienes votaron por esta propuesta, sino también una gran mayoría dispuesta a apoyar el nuevo régimen, creyeron en la posibilidad de cambio. Incluso algunos ciudadanos reconocidos, militantes de la derecha moderada y del centro, se alinearon con esta causa, convencidos de la necesidad de una transformación.
Evidentemente, en los primeros dos períodos de gobierno del MAS se tomaron medidas económicas que, ayudadas por condiciones externas muy favorables, generaron ingresos extraordinarios para el Estado. Esto permitió realizar importantes obras de infraestructura y proyectos de interés social que mejoraron la calidad de vida de muchos bolivianos.
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Lamentablemente, la angurria de poder, el culto a la personalidad, la corrupción y otras debilidades humanas, bajo el falso título de «Gobierno del Pueblo», desvirtuaron al régimen. En un desajuste estratégico, el gobierno perdió el sentido histórico y transformó a Bolivia en un Estado alejado de los principios democráticos. La destrucción de los pilares fundamentales del sistema socavó la propia institucionalidad.
Ante un Estado fallido y un régimen decadente, la respuesta debe ser el surgimiento de una nueva propuesta que retome los principios que, de alguna manera, encumbraron al MAS. Estos principios representan las históricas y legítimas aspiraciones de las grandes mayorías. Un nuevo proyecto que, a la par de tomar medidas urgentes para superar esta crisis económica, política y social, sea capaz de establecer las bases para superar la mayor crisis que afecta a nuestro país y, quizás, al mundo entero: la crisis moral. Un proyecto necesario, sin duda, que tomará varios años, quizás décadas, pero que es estrictamente necesario comenzar ya.
El seno del hogar, las escuelas y colegios, y por supuesto las universidades, deben constituirse en el espacio fundamental de este gran desafío existencial. En estos espacios, con un haz de voluntades, se debe hacer posible la transformación de nuestra sociedad, basada en principios y valores morales. No podemos seguir en esta dinámica de desarrollo desequilibrado, centrada solo en lo material, sin tener en cuenta la formación del ser humano, que debe ser el principio y fin de la política de Estado.
Es necesario un nuevo liderazgo con una visión humanista que sea capaz de conducir este reto: la verdadera Revolución Cultural. La transformación de nuestra sociedad en el ideal soñado por todos.
Fernando Crespo Lijeron