El Reino Unido debate la permanencia de escaños heredados en su cuerpo legislativo
La Cámara de los Lores es un legado del siglo XI, aún incluye lores hereditarios como parte de su composición única (Aaron Chown/Pool Foto vía AP, Archivo)
Fuente: infobae.com
En la Cámara de los Lores, donde siglos de tradición se encuentran con las tensiones de la política moderna, algunos lores suelen bromear sobre su propia resistencia al cambio. El conde Lord John Attlee, uno de los lores hereditarios, cuenta un chiste a quienes visitan este órgano antiguo de la nobleza británica: “¿Cuántos lores hacen falta para cambiar una bombilla?” Cuando algún visitante intenta adivinar, Attlee concluye: “¿Cambio? ¿Qué quieres decir con ‘cambio’, querido muchacho?” Así se resume el sentimiento de muchos de los lores sobre el futuro de esta institución.
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La Cámara de los Lores se remonta a un consejo real del siglo XI, encargado de asesorar a los reyes de Inglaterra en la toma de decisiones. Aunque su función ha evolucionado a lo largo de los siglos, el órgano conserva algunos de sus rasgos más arcaicos, especialmente con la presencia de lores hereditarios. Actualmente, está compuesta por unos 804 miembros, de los que un pequeño porcentaje conserva sus asientos de forma hereditaria, una característica única en el mundo moderno, compartida solamente por Lesoto. Como lo señaló el periodista británico Ian Dunt a The Wall Street Journal: “Si bien es extraño y arcaico […], la Cámara de los Lores en realidad hace un buen trabajo de escrutinio y revisión de la legislación”.
Defensor de los escaños hereditarios, Attlee señala la falta de experiencia profesional de algunos lores (UK Parliament)
La llegada de Keir Starmer, el nuevo primer ministro del Partido Laborista, ha puesto en marcha una serie de propuestas que buscan modernizar la Cámara de los Lores, enfocándose en eliminar los escaños hereditarios, que actualmente representan el 11% del total de sus miembros. Starmer pretende continuar con el proceso de reforma iniciado por Tony Blair hace más de dos décadas, cuando los derechos automáticos de los aristócratas a ocupar asientos en esta cámara fueron restringidos. Esta reforma apunta a reducir aún más el papel de los lores hereditarios, abriendo paso a un cuerpo legislativo con mayor representación contemporánea. Según Nick Thomas-Symonds, ministro de Asuntos Constitucionales del gobierno: “La presencia continua de pares hereditarios en nuestra legislatura es indefendible”.
Keir Starmer, primer ministro laborista, propone eliminar escaños hereditarios en la Cámara de los Lores para modernizarla (Reuters)
Sin embargo, entre los lores hereditarios, existe una fuerte resistencia a esta propuesta. Lord Harlech, uno de los más jóvenes en la Cámara a sus 38 años, defiende el valor de la herencia aristocrática como una contribución única a la diversidad de opiniones en la Cámara: “Estamos aquí por accidente de nacimiento, pero eso nos proporciona una buena mezcla de perspectivas. Es excéntrico y muy británico, pero parece funcionar”. Para estos pares, la eliminación de los escaños hereditarios representa una pérdida significativa en la diversidad de experiencias y perspectivas que, según ellos, enriquece el proceso de revisión legislativa.
Irónicamente, algunos defensores de los escaños hereditarios critican la falta de democracia en los nombramientos políticos. Lord Strathclyde, heredero de su asiento, teme que la propuesta de Starmer deje la Cámara “completamente en manos del primer ministro, sin control sobre quién entra y quién hace qué” (WSJ). Lord Attlee también criticó la falta de experiencia de algunos de los designados: “Algunos estuvieron muy involucrados en la política desde la escuela[…] fueron nombrados para la Cámara de los Lores sin haber tenido nunca un trabajo que les generara ingresos” (WSJ).
La Cámara de los Lores ha actuado como contrapeso, deteniendo leyes como el plan de enviar solicitantes de asilo a Ruanda
Para los lores hereditarios, su presencia en la Cámara aporta una diversidad esencial. Como defendió Lord Attlee: “Los que heredaron sus puestos a menudo saben mucho más que los que fueron nombrados”. Su origen, aunque fortuito, ofrece una “excéntrica y muy británica” mezcla de perspectivas que supera las lealtades políticas. En años recientes, la Cámara de los Lores ha demostrado su rol de contrapeso al gobierno. Aunque no pueden vetar leyes, han forzado revisiones al devolverlas a la Cámara de los Comunes. Así, lograron detener los planes de enviar solicitantes de asilo a Ruanda y prohibieron fotografiar a mujeres lactantes sin permiso en lugares públicos.
La coexistencia de lores hereditarios y designados ha generado propuestas externas de reforma para una Cámara de los Lores más representativa. Organizaciones como la Electoral Reform Society sugieren reemplazarla por una cámara alta electa, como en Francia o Estados Unidos, para dotarla de mayor legitimidad. El Partido Laborista también ha expresado su respaldo a esta idea, comprometiéndose a impulsar “algo mejor” que el actual sistema de designaciones y escaños hereditarios, que consideran anticuado e injusto.
La Electoral Reform Society sugiere reemplazar la Cámara de los Lores con una cámara alta electa para mayor legitimidad
Más allá de las críticas institucionales, el deterioro físico del Palacio de Westminster pone de relieve la propia obsolescencia de esta Cámara. Lord Harlech describe el edificio como un lugar en condiciones tan precarias que “si fuera una escuela, la habrían clausurado”. Las alfombras están unidas con cinta adhesiva, y los baños rara vez funcionan correctamente, en un espacio que requiere mejoras urgentes para seguir funcionando. Para Harlech, la decadencia del edificio es una metáfora de la necesidad de una renovación profunda en esta institución.
La Cámara de los Lores parece debatirse entre su pasado y la necesidad de un cambio. Como comentó Lord Attlee, aunque “es un poco anacrónica”, sigue siendo “lo mejor que tenemos hasta que podamos encontrar algo mejor”. Sin embargo, con el impulso del nuevo gobierno, los lores hereditarios y designados enfrentan una encrucijada que podría definir el futuro de uno de los órganos más antiguos de la política británica, donde el pasado sigue teniendo un asiento, pero el futuro tal vez no.